El Gobierno de México sopesa qué hacer con el Memorial a las Víctimas

La obra, impulsada por Calderón y rechazada por el Movimiento por la Paz, se mantiene cerrada
Tres asociaciones civiles ligadas al proyecto exigen su apertura inmediata

Pablo de Llano
México, El País
A finales de noviembre, durante la última semana de su mandato, el expresidente Felipe Calderón tuvo el gusto de inaugurar en el Estado de Sinaloa, en el noroeste de México, una carretera de 230 kilómetros que permite que los coches recorran en tres horas y media menos un trayecto determinado. Sin embargo, no pudo –o no quiso– estrenar un monumento que había promovido personalmente y que tiene un delicado componente emocional y simbólico: el Memorial a las Víctimas de la Violencia, un espacio escultórico que Calderón le prometió a las asociaciones de afectados en medio de su dramático mandato –marcado por un alud de asesinatos y de desapariciones de civiles ocurrido en el contexto de la guerra al narcotráfico– y que se terminó a tiempo para que el expresidente la pudiese inaugurar antes de irse, pero que finalmente no recibió su visita y permanece cerrado al público a la espera de que el nuevo gobierno decida qué hacer con él.


Hoy mismo las tres asociaciones de víctimas que fueron de la mano con Calderón en el desarrollo del proyecto le han escrito una carta a la Secretaría de Gobernación –el Ministerio del Interior mexicano– exigiendo que se abra el memorial. “Es una situación inexplicable, ya que la obra está completamente terminada y las gestiones burocráticas, concluidas para su apertura”, se lee en el texto. Isabel Miranda de Wallace, presidenta de una de estas entidades, Alto al secuestro, ha dicho a este periódico que se les está agotando la paciencia. “Hace tiempo platiqué con el que secretario de Gobernación [Miguel Ángel Osorio Chong]. Nos pidió una semana y han pasado tres meses”.

El equipo del nuevo presidente, Enrique Peña Nieto, parece que no da con la tecla para desbloquear el problema. De acuerdo con un portavoz oficial consultado por EL PAÍS, el Gobierno está consultando al respecto a todas las asociaciones de víctimas: “Se están haciendo las cosas con cautela, porque no se quieren herir sensibilidades”.

El memorial fue motivo de polémica cuando se anunció su construcción, el verano pasado. La asociación de víctimas más significada de México, el Movimiento por la Paz, se opuso al proyecto por tres razones: una, que se estaba haciendo un monumento a los caídos en la guerra contra el crimen organizado sin tener un registro oficial de los muertos; dos, que en la definición del proyecto no se había contado con las propuestas de la sociedad civil; tres, que el memorial se iba a construir en un terreno que usaba el ejército, una institución que ha recibido denuncias de violaciones de los derechos humanos. El líder del Movimiento por la Paz, el poeta Javier Sicilia, definió entonces el memorial como una “fosa común”, refiriéndose a que sin un registro de víctimas ese monumento iba a honrar a personas sin nombre.

La última señal de disgusto con la obra tuvo lugar el 26 de noviembre: decenas de miembros de asociaciones de víctimas se colaron en el espacio del memorial –cerrado al público por un simple cerco de lonas blancas– e hicieron un acto de repudio al proyecto, que calificaron como un “monumento a la ignominia”. Una representante del grupo dio un discurso en el que sintetizó el sentimiento que causa el memorial entre un sector de los afectados: “No será este el lugar que convoque nuestros recuerdos, nuestras historias ni nuestro llanto”. Con todo, la principal entidad enfrentada al proyecto, Movimiento por la Paz, ha dejado claro que no se opone a que se abra el memorial, por más que a ellos no les convenza. “Que se entregue, es una memoria más”, ha dicho Sicilia a Carlos Puig, periodista del diario mexicano Milenio.

EL PAÍS visitó este jueves el espacio escultórico con Julio Gaeta y Luby Springall, arquitectos del estudio que ganó el concurso para hacer el memorial. Se trata de una extensión de 15.000 metros cuadrados, encajada entre dos ruidosas arterias de tráfico de la Ciudad de México, y en la que se han instalado 70 láminas de acero que crean una especie de bosque de planchas industriales en medio de un bosque de árboles –el terreno está en una esquina del Bosque de Chapultepec, el pulmón verde de la capital mexicana–. La zona monumental está separada de la zona militar por una verja verde en la que se han plantado enredaderas. Las plantas no tapan de momento la vista al área del ejército: durante la visita se podía ver a los soldados jugando un partido de baloncesto en una pista de cemento.

En algunas láminas del memorial se han inscrito textos sobre la violencia, anónimos y de autores de renombre. Carlos Fuentes: “Qué injusta, qué maldita, qué cabrona es la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos”. Rosario Castellanos: “Me arrebataron la razón del mundo y me dijeron: gasta los años componiendo este rompecabezas sin sentido”. Octavio Paz: “Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. Al que se fue por unas horas y nadie sabe en qué silencio entró”.

El bosque de planchas y árboles está atravesado por un camino que zigzaguea hasta un espacio final que forma una suerte de plaza de altas láminas en el que la sensación de recogimiento, pese a la neutralidad estética del conjunto y al ruido exterior del enloquecido tráfico de la megaurbe, se hace mayor. En esta zona también se han puesto estanques de agua. El jueves, en medio de la soledad del memorial sin estrenar, dos cuervos con un precioso lomo azulado bebían en paz en los estanques.

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