Abusos sexuales: un tema que la Iglesia Católica no puede dejar atrás

Ciudad del Vaticano, Reuters
Colm O'Gorman tenía 14 años cuando el padre Sean Fortune llegó sin avisar a la casa de sus padres en un pequeño pueblo en el sur de Irlanda. El sacerdote tomó té, se sentó junto al fuego y le pidió ayudarlo a fundar una agrupación de jóvenes.


"Yo tenía 14 años, muchas ganas, hambre de estar en el mundo, participar en cosas, marcar la diferencia. Y eso es lo que él explotó", dijo O'Gorman, quien actualmente tiene 46 años y es el director ejecutivo de Amnistía Internacional en Irlanda.

Después vinieron los abusos que culminaron en repetidas violaciones de Fortune al muchacho y que se transformaron en uno de los mayores escándalos que han golpeado a la Iglesia Católica.

Nadie sembraba dudas por el hecho de que Fortune llevara a O'Gorman a una casa aislada a pasar el fin de semana. Tal era el poder de la Iglesia en Irlanda en ese momento que ninguna persona se atrevía a cuestionar a un sacerdote.

Esa fue la primera vez que Fortune agredió sexualmente a O'Gorman. Al día siguiente, el sacerdote volvió de nuevo a la casa de los padres del muchacho.

"No había palabras para que pudiera explicar lo que había pasado. Yo estaba aterrorizado", recuerda O'Gorman. "No dejó de venir para llevarme lejos durante casi tres años", agrega.

Los ataques de Fortune fueron cada vez más violentos y O'Gorman finalmente huyó de su ciudad natal para comenzar a vagar por las calles de Dublín.

O'Gorman tardó una década en restablecer el contacto con su familia y explicar lo que había sucedido. Con el apoyo de sus cercanos, el joven denunció el hecho a la policía irlandesa en 1995.

"En pocas semanas, supe que el detective que comenzó el caso había encontrado otras cinco víctimas", dijo O'Gorman.

La investigación reveló que los sacerdotes abusadores manipulaban y abusaban gente donde querían, y que la jerarquía de la Iglesia, tras recibir las denuncias, trasladaba a los religiosos a lugares donde encontraban nuevas víctimas. Este patrón se repitió en todo el mundo.

Fortune se suicidó en 1999 tras sumar 66 denuncias de agresiones sexuales sobre niños.

POCOS PRECEDENTES

Aunque existían pocos precedentes legales, O'Gorman realizó una demanda civil contra la diócesis de Ferns y el Papa Juan Pablo II en 1998, argumentando que los crímenes de Fortune eran conocidos pero que la Iglesia no hizo nada para limitar su acceso a los niños.

La diócesis se disculpó y pagó en el 2003 a O'Gorman 300.000 euros (389.500 dólares) en compensación.

En una dramática muestra de la pérdida de fe en la Iglesia en el mundo desarrollado, Irlanda, donde el catolicismo tuvo una enorme influencia en todo el siglo XX, cerró su embajada en la Santa Sede en el 2011 y las relaciones alcanzaron un mínimo histórico.

La crisis de abusos sexuales y sus permanentes repercusiones fueron probablemente una de las dificultades a las que se refería Benedicto XVI cuando se convirtió en el primer pontífice en siglos en renunciar.

Durante los 20 años previos a convertirse en Papa, el entonces cardenal Joseph Ratzinger fue el encargado de coordinar la respuesta de la Iglesia ante los casos de abusos como prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.

Benedicto XVI, un erudito meticuloso, pasó años leyendo los detalles de distintos casos de abusos.

"No había nadie en la jerarquía de la iglesia que estuviese en mejor posición para hacer una diferencia real (en el tema) que el Papa Benedicto XVI", dijo la semana pasada David Clohessy, director de una agrupación con sede en Estados Unidos de personas abusadas ​​por sacerdotes.

"El tenía el poder y los conocimientos", agregó.

Poco antes de su elección en el 2005, Ratzinger dio un famoso discurso en el que lamentó la "suciedad" presente en la Iglesia, lo que fue visto como una señal de que adoptaría una línea más dura si se convertía en Papa.

Después de su elección, y luego de que los escándalos ganaran publicidad, Benedicto XVI se reunió con víctimas de abusos en Alemania, Estados Unidos, Australia, Malta y Reino Unido, y relevó de sus cargos a dos figuras prominentes del Vaticano sospechosas de abusos: el carismático sacerdote italiano Gino Burresi y el fundador de los Legionarios de Cristo Marcial Maciel.

PECADOS NOTICIOSOS

Sin embargo, las víctimas están lejos de estar satisfechas y la crisis de los abusos todavía se cierne sobre el Vaticano en momentos en que sus cardenales se reúnen para elegir al sucesor de Benedicto XVI.

El fiscal jefe del Vaticano sobre abusos sexuales bajo el pontificado de Benedicto XVI, monseñor Charles Scicluna, dijo en una entrevista en la televisión italiana la semana pasada que "esta enfermedad afecta a todos los lugares y a toda la sociedad, pero desafortunadamente nuestros pecados son noticia".

"¿Por qué los pecados de un sacerdote crean más alboroto?", se preguntó Scicluna.

El Vaticano subrayó la semana pasada que era deber de los cardenales asistir al cónclave a menos que hubiera un impedimento serio como la salud.

Sin embargo, el cardenal británico más prominente, Keith O'Brien, se excluyó del cónclave tras una serie de acusaciones de que se había comportado de manera inapropiada con otros sacerdotes.

El religioso admitió que su conducta sexual no era la esperada de un sacerdote, pero no hay denuncias que sugieran que hay niños involucrados.

Algunos cardenales han sugerido que se elabore una lista de candidatos con las "manos limpias" para ser el nuevo pontífice, pero sea quien sea el próximo Papa tendrá que enfrentar un escándalo que causó que dos millones de católicos abandonaran la Iglesia sólo en Estados Unidos, según un estudio de la Universidad de Notre Dame.

"Esto no sólo daña el cuerpo, sino el alma y la fe de los creyentes", dijo Scicluna.

"Esta es una batalla que no podemos darnos el lujo de perder", agregó.

Entradas populares