¿Terminó la cacería que mantuvo en vilo a EE.UU.

Valeria Perasso
BBC Mundo, California
Un equipo de operaciones especiales, un sospechoso atrincherado, intercambio de balas y una cabaña en llamas: ese es el escenario en el que se libró, en la tarde del martes, una de las cacerías humanas más grandes de todos los tiempos en el suroeste de Estados Unidos.
Las autoridades estaban tras los pasos del expolicía Christopher Dorner, que había permanecido prófugo por más de una semana y se presume fue finalmente cercado dentro de una casa de montaña en la localidad de Big Bear, en el estado de California. La vivienda luego fue consumida por un incendio.
En un operativo de casi diez horas que mantuvo en vilo a los ciudadanos, la información extraoficial que circuló no hizo sino aumentar la tensión: se escucharon disparos, se habló de una persecución por el bosque y de rehenes del sospechoso en la cabaña convertida en su trinchera.Dorner, de 33 años, está señalado por el asesinato de una pareja y por ataques contra cuatro policías, uno de los cuales resultó muerto y otro gravemente herido. Durante la tarde del martes, otros dos efectivos de seguridad fueron baleados presuntamente por el hombre y uno de ellos falleció en el hospital.

El origen del fuego en la propiedad tampoco fue explicado y, por la noche, circularon versiones de que había quedado un cuerpo calcinado que podría ser el del fugitivo, aunque los portavoces del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) no confirmaron tal hallazgo y señalaron que "la cabaña estaba demasiado caliente para que nadie pueda entrar".
"El sospechoso no ha sido identificado positivamente pero tenemos razones para creer que es él", había afirmado más temprano Cindy Bachman, portavoz de la oficina del alguacil de San Bernardino, sobre el ocupante de la vivienda.
Dorner, un exagente del LAPD, estaría librando una "guerra no convencional y asimétrica" contra la institución que lo empleó entre 2005 y 2008: así lo expresó en una suerte de "manifiesto" publicado en internet, que las autoridades consideran de su autoría, en el que mencionó a docenas de posibles objetivos de sus ataques.
El hombre, que también fue teniente de reserva en la Marina, buscaba venganza por su despido de la fuerza policial, acusado de dar falso testimonio contra un colega.

Policías en la mira

La imagen de Dorner –la de un hombre de tez morena, con mejillas regordetas, calvo y barba apenas crecida, sonrisa abierta de dientes a la vista- se había impreso en volantes y afiches callejeros, en un intento de las autoridades californianas por conseguir ayuda de la ciudadanía para dar con su paradero, después de ocho días de búsqueda infructuosa.

Ante los rastrillajes por cinco condados californianos y hasta la frontera con México, las autoridades ofrecieron una recompensa de US$1 millón para quien aportara información sobre el fugitivo.
"No vamos a tolerar este reinado del terror que nos ha robado la tranquilidad mental que los residentes del sur de California merecemos", señaló a los medios de prensa el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa.
La respuesta no se hizo esperar: miles de llamadas sobre presuntos avistamientos de Dorner fueron recibidas por las autoridades en apenas 24 horas y los detectives tenían más de 700 pistas por seguir, según declaró el vocero del LAPD, Andrew Neiman.
El raid de ataques que se adjudica a Dorner comenzó el 3 de febrero, con el asesinato de una pareja de novios: Monica Quan, de 28 años, y su prometido Keith Lawrence, de 27 y entrenador de básquetbol, que aparecieron con múltiples balazos dentro su auto en un estacionamiento en la localidad de Irvine, al sur de Los Ángeles.
Dorner
Dorner es sospechos de haber matado a cuatro personas, dos de ellas policías.
El padre de Quan, un oficial retirado, había sido el representante de Dorner ante un tribunal disciplinario que falló en contra del expolicía y contribuyó a su despido de las fuerzas.
Tras la pareja, el siguiente ataque fue contra dos oficiales del LAPD en la ciudad de Corona. Horas más tarde, se sospecha emboscó y baleó a otros dos policías en la cercana Riverside, uno de los cuales murió en el ataque y el otro quedó gravemente herido.

Despido y venganza

En los documentos oficiales consta que Dorner abandonó el LAPD en 2009, después de presentar una denuncia en contra de una oficial de entrenamiento que, según dijo, había golpeado a un sospechoso que tenía enfermedades mentales durante un arresto en 2007.
Tras una investigación interna, la acusación fue considerada infundada y, en su lugar, Dorner fue despedido por dar falso testimonio.
Sin embargo, el exagente afroamericano apuntó contra la fuerza angelina por considerarla racista y corrupta y aseguró que su expulsión había sido una represalia por romper códigos internos.
Con entrenamiento militar y, según las autoridades, "fuertemente armado" durante toda su huida, Dorner había anticipado que atentaría contra quienquiera se interpusiera en su venganza planeada por años.
"Utilizaré todo el entrenamiento en manejo de armas pequeñas, demolición, artillería y supervivencia que me han dado... Han despertado a un gigante dormido", escribió el fugitivo en su declaración de intenciones publicada en Facebook (y luego eliminada del sitio).
El expolicía acusó al LAPD de haber arruinado sus relaciones interpersonales.
"No se queden con mis acciones de los últimos días. Esto era un mal necesario que tenía que ser ejecutado para poder recuperar mi nombre y reputación", señaló Dorner en su escrito, en unas líneas destinados a sus amigos.
El jefe de la policía angelina, Charlie Beck, se refirió a los homicidios y ataques armados como acciones de "terrorismo doméstico" y otorgó protección a más de 50 oficiales –muchos de ellos, nombrados en el "manifiesto"- y a sus respectivas familias, a las que Dorner también había puesto bajo amenaza.

Escurridizo

El hombre en fuga durante ocho días, de unos 1,85 metros de altura y más de 120 kilos de peso, fue clasificado como "extremadamente peligroso" y, según un documento presentado a la Justicia, habría recibido la ayuda de al menos una persona conocida, que podría ser un familiar, durante sus intentos de huida.

La persecución se extendió desde los condados de Orange y Riverside a la sureña ciudad de San Diego, sobre la frontera mexicano-estadounidense, a las montañas de San Bernardino y finalmente a la villa de esquí alrededor del lago de Big Bear, unos 150 kilómetros al noroeste de Los Ángeles.
Horas antes de que fuera cercado allí en una cabaña, las autoridades seguían la pista de Dorner en México, donde habían realizado requisas en Tijuana y otras localidades del estado mexicano de Baja California. También las autoridades informaron de varios documentos con su nombre hallados en San Diego.
Los estados de Nevada y Arizona, lindantes con California, permanecieron en estado de alerta, mientras que la Administración de Seguridad de Transporte estadounidense emitió una recomendación a pilotos y personal de aeronaves para que estuvieran pendientes de su rostro.
Sin embargo, una evidencia de que Dorner podía estar escondido en las montañas de Big Bear dio la pista que los detectives siguieron desde temprano: su camioneta incendiada apareció allí el jueves pasado.
Desde entonces, los agentes realizaron patrullajes con helicópteros equipados con sensores termográficos o a pie sobre la nieve recién caída.
Aunque interrumpida en ocasiones por las condiciones meteorológicas, la requisa de varios días involucró a más de 200 oficiales en una zona de bosque denso con pequeños poblados entre cerros nevados. En esta época, el centro turístico está en temporada alta.
Según dijeron a BBC Mundo en la empresa Big Bear Condominios, una administradora inmobiliaria local, la posibilidad de que Dorner se escondiera en la zona impulsó el éxodo de algunos residentes y las cancelaciones de alquileres temporarios.
Los oficiales hicieron una búsqueda cabaña por cabaña, según informaron a la prensa, hasta dar con él al mediodía del martes en una zona rural cercana y poco habitada.

Revisión pendiente

En tanto, la policía de Los Ángeles anunció que reabrirá el caso que resultó en el despido de Dorner, para investigar sus acusaciones de racismo.
Vecinos de San Bernardino.
Un grupo de personas pidió a la policía no matar al sospechoso.
El jefe policial señaló que no lo hace para "complacer a un asesino" sino para demostrar que su dependencia es transparente.
"Yo escucho las mismas cosas que ustedes: los fantasmas del pasado del Departamento de Policía de Los Ángeles. Escucho a la gente decir que quizás haya algo de verdad en lo que él (Dorner) dice y quiero poner fin a ese rumor", dijo Beck a los periodistas.
La historia del LAPD está marcada por esas sombras: las sospechas de racismo interno fueron moneda corriente por años y, en 1965 y 1992, los desordenes callejeros motivados por causas raciales estuvieron, en parte, alimentados por las quejas ante la discriminación y la brutalidad de agentes de la ciudad.
Tras la cacería del exagente, la policía también deberá responder por otros episodios donde algunos miembros de sus fuerzas podrían haber cometido abusos.
Por caso, distintos activistas por los derechos civiles protestaron por dos hechos de "gatillo fácil": los disparos contra un vehículo que se creyó era conducido por Dorner pero que resultó en heridas para dos mujeres latinas que repartían periódicos y otra intervención equivocada contra un surfista que se dirigía a la playa en la localidad de Torrance.

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