Deporte en la cama: la sexualidad se apunta al gimnasio

Abdominales, bíceps, glúteos. La otra operación biquini, mucho más satisfactoria para nuestra vida sexual, empieza por trabajar otro tipo de músculos, los del placer.




Rita Abundancia
Llega un momento en la vida en que nos damos cuenta de que debemos aprender todas esas cosas que suponíamos instintivas: respirar, comer, andar… y por supuesto, tener relaciones sexuales. Si fuéramos seres más simples en la cadena evolutiva, naceríamos con el manual del sexo rápido bajo el brazo y los sexólogos tendrían que cambiar de profesión. Pero al estar en la cima del desarrollo animal, los humanos compartimos con los seres más complejos la necesidad de un aprendizaje para casi todo, incluido el sexo, que en recompensa se convierte en algo más que una mera función reproductora y adquiere múltiples usos. Los bonobos por ejemplo, utilizan el coito para casi todo: reducir el estrés, solucionar conflictos, hacer amistades o como moneda de cambio. De pequeños han tenido que ir a la escuela -mirando como otros congéneres se lo montaban- pero a cambio han ganado una sexualidad más variada y placentera.


A los humanos nos pasa lo mismo, bueno no a todos. Algunos comentan que el sexo no es para tanto, mientras un amigo lo describe con la existencialista definición de “media hora de gimnasia fuerte y un minuto de placer”. Es probable que los que así opinan no hayan hecho aún los deberes, que confíen demasiado en el instinto y que piensen que por el mero hecho de tener órganos sexuales y ver algunas películas porno pueden aspirar a tocar el cielo. Me temo que la vida, hasta la sexual, es algo más dura. A menudo no solo basta con saberse la teoría ni llevarla a la práctica, es necesario volver a la escuela o, siguiendo la definición de mi amigo, apuntarse al gimnasio para que esa media hora de suplicio empiece a ser algo más placentera.

Los que hayan visitado Tailandia y a parte de montar en elefante, ver templos budistas y comer Pad Thai hayan ido a un pussy show habrán podido comprobar cómo las orientales mantienen en forma sus músculos pélvicos y son capaces de dibujar el mapa de su país –no precisamente con las manos-, lanzar pelotas de tenis y hasta abrir botellas con sus partes. Además de para todas estas cosas, mantener los músculos vaginales en forma nos asegura unas relaciones mucho más placenteras y aumenta la sensibilidad de las paredes de la vagina, órgano que, contrariamente a lo que se piensa, no es demasiado sensible ni cuenta con muchas terminaciones nerviosas.

Todo el mundo ha oído hablar de los ejercicios de Kegel para fortalecer la musculatura sexual, pero la ciencia avanza y esos ejercicios se han perfeccionado y sofisticado. Si uno quiere poner en forma sus órganos genitales deberá acudir a un experto en fisioterapia del suelo pélvico. Las mujeres europeas tienen la sana costumbre de visitar a estos profesionales de vez en cuando, especialmente tras el parto, ya que este puede hacer que la musculatura pierda su tono, o cuando les llega la menopausia, pues la edad hace que la fuerza de gravedad sea cada día más evidente y palpable. Pero también hay otro tipo de clientas: las que nunca han experimentado orgasmos, quieren controlarlos mejor, o las que se inician en la vida sexual, ya que el placer se ejercita con la práctica y la fisioterapia del suelo pélvico puede hacer que este proceso de descubrimiento del propio cuerpo y las sensaciones sea mucho más corto.

Cuando se habla de suelo pélvico se tiende a pensar que es algo exclusivamente femenino, sin embargo los hombres también cuentan con esa musculatura. Según Antonio Meldaña, especialista en fisioterapia uroginecológica -el término preciso para denominar esta especialidad- y con consulta en el Servicio de Urología del hospital San Rafael, en Madrid; “los hombres pueden beneficiarse igualmente de esta técnica. Los músculos de la pelvis, unos diez, funcionan como una unidad. En el hombre algunos de ellos se insertan en el pene y en la mujer llegan hasta el clítoris.

Las relaciones sexuales ejercitan estos músculos pero a veces pierden su firmeza y hay que volver a tonificarlos. En el hombre están indicados cuando hay problemas de disfunción eréctil es decir, pueden tener erección pero no mantenerla o la rigidez es insuficiente, eyaculación precoz y dolor durante la erección o eyaculación. Además, también podrían ser de ayuda en hombres maduros que empiezan a tener problemas en sus relaciones sexuales. Lo que ocurre es que la mayor parte de la gente echa mano de los fármacos, que es lo más fácil”.

Una primera consulta de un fisioterapeuta del suelo pélvico incluye una historia clínica, una exploración física y una ecografía perineal para saber el estado de los músculos internos. “Luego, dependiendo de cada caso” continúa Meldaña, “se diseña el programa a realizar que puede incluir ejercicios para fortalecer los músculos, fisioterapia, electroestimulación, dilatadores vaginales,etc. Muchas mujeres no son ni siquiera conscientes de esta parte de su cuerpo, otras la saben contraer –como cuando cortamos la salida de orina cuando estamos meando, lo que no es aconsejable porque puede producir infecciones urinarias– pero no pueden mantener la contracción mucho tiempo, lo que nos dice que los músculos no están muy tonificados”.

Otra herramienta muy popular para estimular esta parte de la anatomía femenina son las famosas bolas chinas, pero con matices, como explica Meldaña: “tienen sus indicaciones y no son para todo el mundo. Muchas mujeres se las ponen mal o a menudo simplemente no son el tratamiento adecuado y luego las destierran porque les resultan ineficaces. Siempre es mejor consultar antes a un experto”.

Fortalecer los bíceps puede estar muy bien pero también cabe la posibilidad de que tanto afán en potenciar ciertas partes de la musculatura vaya en detrimento de otras, mucho más interesantes y placenteras.

Entradas populares