Cameron se niega a negociar la soberanía de las Malvinas
La presidenta argentina reclama por carta el archipiélago al primer ministro británico
Alejandro Rebossio / Agencias
Buenos Aires / Londres, El País
El primer ministro británico, David Cameron, rechazó ayer con contundencia la reclamación de la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, de que se siente a negociar una salida al conflicto de las islas Malvinas. “El futuro de las Malvinas debe ser decidido por los propios isleños”, zanjó Cameron, que remitió al referéndum sobre su estatus político que los malvinenses celebrarán en marzo. “Cada vez que se les ha pedido su opinión, han dicho que querían mantener su estatus actual con Reino Unido. Espero que la presidenta de Argentina escuche lo que dicen en esa consulta y reconozca que es a los isleños a quienes corresponde elegir su futuro”.
El primer ministro respondía así a una carta abierta de Cristina Fernández, publicada como anuncio en la prensa británica, en la que le reclama que acate una resolución de la ONU de 1965 que insta a los dos países a negociar la soberanía de las islas.
“Hace 180 años, un 3 de enero como hoy, en un evidente ejercicio de colonialismo del siglo XIX, Argentina fue despojada por las armas de las islas Malvinas, situadas a 14.000 kilómetros de la ciudad de Londres”, comienza la carta de Fernández. “Los argentinos de las islas fueron expulsados por la Armada Real Británica y más tarde Reino Unido inició un proceso de implantación de población similar al utilizado en otros territorios bajo dominio colonial”, añade la presidenta de Argentina.
Cristina Fernández revivía el episodio ocurrido el 3 de enero de 1833, cuando el capitán británico John Onslow, al mando de la fragata Clio, tomó posesión de las islas Malvinas, que se encontraban hasta entonces bajo dominio de Argentina. Una semana antes, el gobernador argentino de Malvinas, Luis María Vernet, había huido del archipiélago después de un devastador ataque de una corbeta norteamericana. Al principio, los británicos no hallaron resistencia, pero en agosto de 1833 debieron enfrentar una rebelión de los argentinos que se habían radicado en las islas que habían sido colonia española hasta la independencia del país sudamericano, en 1810. Aquella revuelta liderada por Antonio Rivero, El Gaucho, fue sofocada en enero de 1834.
La carta fue respondida primero por el Ministerio de Exteriores británico. Una portavoz del Foreign Office respondió que Londres no negociará hasta que se lo pidan los 3.140 malvinenses, "que han elegido ser británicos". Solo 29 argentinos nacidos en el continente viven en Malvinas y suelen mantenerse al margen del conflicto. "Hay tres partes en este debate, no dos como pretende Argentina. Los isleños no pueden ser borrados de la historia", añadió la portavoz.
El propio primer ministro salió de inmediato a la palestra, en un tono que no deja lugar a dudas.
Buenos Aires desconoce el derecho a la autodeterminación de los malvinenses, algo que reivindica Londres a partir de la Carta de Naciones Unidas. Argentina esgrime varias resoluciones de los años 60, en pleno proceso de descolonización mundial, pidiendo que ambos países negociaran la soberanía del archipiélago. El Gobierno malvinense alega que no había población nativa en Malvinas cuando los británicos las ocuparon en 1833.
“La cuestión Malvinas es también una causa de América Latina y de la inmensa mayoría de los pueblos y Gobiernos del mundo que repudian el colonialismo”, escribe Fernández. Desde 2011, Argentina viene desplegando una estrategia para conseguir adhesiones concretas de Latinoamérica para su causa y ha logrado que todos los países sudamericanos se comprometieran a rechazar en sus puertos a barcos con la bandera malvinense.
En 2012 se cumplieron 30 años de la guerra de las Malvinas, cuando la última dictadura militar argentina intentó sin éxito recuperar las islas. La tensión bilateral subió cuando Reino Unido envió su más moderno buque a custodiarlas. Además, el príncipe Guillermo viajó allí para cumplir con su entrenamiento militar. El pasado diciembre, Reino Unido bautizó Tierra de la Reina Isabel a un área de la neutral Antártida cuya soberanía futura reclaman también Argentina y Chile.
Alejandro Rebossio / Agencias
Buenos Aires / Londres, El País
El primer ministro británico, David Cameron, rechazó ayer con contundencia la reclamación de la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, de que se siente a negociar una salida al conflicto de las islas Malvinas. “El futuro de las Malvinas debe ser decidido por los propios isleños”, zanjó Cameron, que remitió al referéndum sobre su estatus político que los malvinenses celebrarán en marzo. “Cada vez que se les ha pedido su opinión, han dicho que querían mantener su estatus actual con Reino Unido. Espero que la presidenta de Argentina escuche lo que dicen en esa consulta y reconozca que es a los isleños a quienes corresponde elegir su futuro”.
El primer ministro respondía así a una carta abierta de Cristina Fernández, publicada como anuncio en la prensa británica, en la que le reclama que acate una resolución de la ONU de 1965 que insta a los dos países a negociar la soberanía de las islas.
“Hace 180 años, un 3 de enero como hoy, en un evidente ejercicio de colonialismo del siglo XIX, Argentina fue despojada por las armas de las islas Malvinas, situadas a 14.000 kilómetros de la ciudad de Londres”, comienza la carta de Fernández. “Los argentinos de las islas fueron expulsados por la Armada Real Británica y más tarde Reino Unido inició un proceso de implantación de población similar al utilizado en otros territorios bajo dominio colonial”, añade la presidenta de Argentina.
Cristina Fernández revivía el episodio ocurrido el 3 de enero de 1833, cuando el capitán británico John Onslow, al mando de la fragata Clio, tomó posesión de las islas Malvinas, que se encontraban hasta entonces bajo dominio de Argentina. Una semana antes, el gobernador argentino de Malvinas, Luis María Vernet, había huido del archipiélago después de un devastador ataque de una corbeta norteamericana. Al principio, los británicos no hallaron resistencia, pero en agosto de 1833 debieron enfrentar una rebelión de los argentinos que se habían radicado en las islas que habían sido colonia española hasta la independencia del país sudamericano, en 1810. Aquella revuelta liderada por Antonio Rivero, El Gaucho, fue sofocada en enero de 1834.
La carta fue respondida primero por el Ministerio de Exteriores británico. Una portavoz del Foreign Office respondió que Londres no negociará hasta que se lo pidan los 3.140 malvinenses, "que han elegido ser británicos". Solo 29 argentinos nacidos en el continente viven en Malvinas y suelen mantenerse al margen del conflicto. "Hay tres partes en este debate, no dos como pretende Argentina. Los isleños no pueden ser borrados de la historia", añadió la portavoz.
El propio primer ministro salió de inmediato a la palestra, en un tono que no deja lugar a dudas.
Buenos Aires desconoce el derecho a la autodeterminación de los malvinenses, algo que reivindica Londres a partir de la Carta de Naciones Unidas. Argentina esgrime varias resoluciones de los años 60, en pleno proceso de descolonización mundial, pidiendo que ambos países negociaran la soberanía del archipiélago. El Gobierno malvinense alega que no había población nativa en Malvinas cuando los británicos las ocuparon en 1833.
“La cuestión Malvinas es también una causa de América Latina y de la inmensa mayoría de los pueblos y Gobiernos del mundo que repudian el colonialismo”, escribe Fernández. Desde 2011, Argentina viene desplegando una estrategia para conseguir adhesiones concretas de Latinoamérica para su causa y ha logrado que todos los países sudamericanos se comprometieran a rechazar en sus puertos a barcos con la bandera malvinense.
En 2012 se cumplieron 30 años de la guerra de las Malvinas, cuando la última dictadura militar argentina intentó sin éxito recuperar las islas. La tensión bilateral subió cuando Reino Unido envió su más moderno buque a custodiarlas. Además, el príncipe Guillermo viajó allí para cumplir con su entrenamiento militar. El pasado diciembre, Reino Unido bautizó Tierra de la Reina Isabel a un área de la neutral Antártida cuya soberanía futura reclaman también Argentina y Chile.