Presidente de Túnez apedreado en aniversario de la revolución
Sidi Bouzid, Túnez, AFP
El presidente tunecino Moncef Marzouki y el máximo representante de la Asamblea Nacional Constituyente, Mustapha Ben Jaafar, fueron apedreados el lunes en Sidi Bouzid, en la conmemoración del segundo aniversario de la revolución que dio inicio a la llamada Primavera Árabe.
El lanzamiento de piedras empezó cuando Ben Jaafar hablaba para las cerca de 5.000 personas congregadas en la plaza donde se autoinmoló el vendedor ambulante Mohamed Bouazizi el 17 de diciembre de 2010, en esta paupérrima región del centro oeste del país, después de que hubiera hablado el presidente, quien antes había depositado una corona de flores en su sepultura, informó AFP.
La policía, que protagoniza desde hace semanas enfrentamientos con los manifestantes, no intervino y la calma volvió a la localidad a principios de la tarde.
Abucheado durante su discurso, Marzouki pidió paciencia a los tunecinos, a quienes recordó que el gobierno no dispone de una "varita mágica" para resolver los problemas creados durante "50 años de dictadura".
El jefe del Estado, un laico aliado a los islamistas de Ennahda que dirigen el gobierno, recibió las quejas de los habitantes de esta ciudad, cuna de la revuelta que llevó al presidente Zine El Abidine Ben Ali a huir del país el 14 de enero de 2011.
"Estuvo aquí hace un año y prometió que las cosas cambiarían en seis meses, pero no ha cambiado nada", le espetó un manifestante. "No le queremos aquí", gritó otro.
"El problema endémico del desempleo"
Las reivindicaciones económicas y sociales, que centraron la revuelta tunecina, siguen vigentes: el desempleo y el crecimiento anémico minan al país y se suceden las manifestaciones de protesta cada vez más violentas.
"Nos han dado algunos trabajos provisionales que no resuelven el problema endémico del desempleo", se queja Fader Khlifi, de 27 años.
La situación en la zona euro, principal socio comercial de Túnez, no ha hecho más que agravar la situación del país árabe.
Según el ministerio tunecino de Industria, las inversiones cayeron 36% en la región y las ofertas de empleo 24,3% en los 11 primeros meses con relación al mismo periodo del año anterior. A nivel nacional, el desempleo se sitúa en torno al 18%, lo que alimenta la acritud que deriva a menudo en enfrentamientos.
A finales de noviembre, 300 personas resultaron heridas en cinco días de enfrentamientos con la policía tras una huelga que degeneró en violencia en Siliana, en el suroeste de Túnez.
Además de las dificultades económicas, el país es víctima habitual de la violencia orquestada por grupúsculos islamitas.
Desde hace una semana, el ejército persigue a un grupo armado sospechoso de pertenecer al movimiento salafista en la región de Kasserine, cerca de Sidi Bouzid. Las autoridades han anunciado el desmantelamiento de una red de reclutamiento de Al Qaida.
Los islamitas radicales eran numerosos este lunes ante la prefectura de Sidi Bouzid: militantes del partido Hizb Ettahrir, un movimiento autorizado que dice abominar de la violencia, enarbolaba banderas del movimiento salafista.
Túnez también se encuentra inmersa en un impasse político, ante la ausencia de compromiso sobre la futura Constitución, 14 meses después de la elección de una constituyente.
El presidente tunecino Moncef Marzouki y el máximo representante de la Asamblea Nacional Constituyente, Mustapha Ben Jaafar, fueron apedreados el lunes en Sidi Bouzid, en la conmemoración del segundo aniversario de la revolución que dio inicio a la llamada Primavera Árabe.
El lanzamiento de piedras empezó cuando Ben Jaafar hablaba para las cerca de 5.000 personas congregadas en la plaza donde se autoinmoló el vendedor ambulante Mohamed Bouazizi el 17 de diciembre de 2010, en esta paupérrima región del centro oeste del país, después de que hubiera hablado el presidente, quien antes había depositado una corona de flores en su sepultura, informó AFP.
La policía, que protagoniza desde hace semanas enfrentamientos con los manifestantes, no intervino y la calma volvió a la localidad a principios de la tarde.
Abucheado durante su discurso, Marzouki pidió paciencia a los tunecinos, a quienes recordó que el gobierno no dispone de una "varita mágica" para resolver los problemas creados durante "50 años de dictadura".
El jefe del Estado, un laico aliado a los islamistas de Ennahda que dirigen el gobierno, recibió las quejas de los habitantes de esta ciudad, cuna de la revuelta que llevó al presidente Zine El Abidine Ben Ali a huir del país el 14 de enero de 2011.
"Estuvo aquí hace un año y prometió que las cosas cambiarían en seis meses, pero no ha cambiado nada", le espetó un manifestante. "No le queremos aquí", gritó otro.
"El problema endémico del desempleo"
Las reivindicaciones económicas y sociales, que centraron la revuelta tunecina, siguen vigentes: el desempleo y el crecimiento anémico minan al país y se suceden las manifestaciones de protesta cada vez más violentas.
"Nos han dado algunos trabajos provisionales que no resuelven el problema endémico del desempleo", se queja Fader Khlifi, de 27 años.
La situación en la zona euro, principal socio comercial de Túnez, no ha hecho más que agravar la situación del país árabe.
Según el ministerio tunecino de Industria, las inversiones cayeron 36% en la región y las ofertas de empleo 24,3% en los 11 primeros meses con relación al mismo periodo del año anterior. A nivel nacional, el desempleo se sitúa en torno al 18%, lo que alimenta la acritud que deriva a menudo en enfrentamientos.
A finales de noviembre, 300 personas resultaron heridas en cinco días de enfrentamientos con la policía tras una huelga que degeneró en violencia en Siliana, en el suroeste de Túnez.
Además de las dificultades económicas, el país es víctima habitual de la violencia orquestada por grupúsculos islamitas.
Desde hace una semana, el ejército persigue a un grupo armado sospechoso de pertenecer al movimiento salafista en la región de Kasserine, cerca de Sidi Bouzid. Las autoridades han anunciado el desmantelamiento de una red de reclutamiento de Al Qaida.
Los islamitas radicales eran numerosos este lunes ante la prefectura de Sidi Bouzid: militantes del partido Hizb Ettahrir, un movimiento autorizado que dice abominar de la violencia, enarbolaba banderas del movimiento salafista.
Túnez también se encuentra inmersa en un impasse político, ante la ausencia de compromiso sobre la futura Constitución, 14 meses después de la elección de una constituyente.