Obama pide evitar que la política provoque una crisis económica

El presidente llama a la responsabilidad al Partido Republicano

Antonio Caño
Washington, El País
Barack Obama hizo ayer un llamamiento desesperado a la responsabilidad del Partido Republicano para evitar una crisis económica provocada exclusivamente por razones políticas. A dos días del plazo para el abismo fiscal largamente anunciado y universalmente temido, seguían las negociaciones entre bastidores, se estudiaban distintas soluciones, todas ellas de modestos objetivos, pero continuaba el mismo obstáculo existente desde el primer día: la resistencia de muchos congresistas conservadores a aceptar aumentos de impuestos, incluso para los más ricos.


“No podemos permitirnos este daño políticamente autoinfligido a nuestra economía, no podemos permitir que la política de Washington se interponga en el camino del progreso de Estados Unidos”, dijo el presidente en su habitual mensaje televisado de los sábados. Unas palabras que parecen destinadas, tanto a alentar a los miembros del Congreso a conseguir, de una vez, un compromiso, como a explicar a los ciudadanos las razones de un posible fracaso.

Después de que la reunión del viernes en la Casa Blanca entre Obama y los cuatro líderes parlamentarios acabara sin resultados concretos, ayer fue un día de contactos más discretos. Obama estuvo en su residencia, pero no participó directamente en las conversaciones. El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, tampoco, al menos de forma pública. El protagonismo principal correspondió a los líderes de cada partido en el Senado, Harry Reid, por los demócratas, y Mitch McConnell, por los republicanos, que intercambiaron propuestas sin que, hasta el momento de cerrar esta edición, hubieran conseguido ningún arreglo.

A lo largo del día se sucedieron las versiones más optimistas sobre ese diálogo Reid-McConnell con las más pesimistas. Por momento un acuerdo parecía cercano y, de repente, se alejaba. Los periodistas que cubren habitualmente el Congreso buscaban alguna luz entre tanta confusión y, mientras tanto, la nación se preparaba para la Noche Vieja sin saber si a la vuelta de la esquina le espera una repentina y rápida desaceleración económica y, muy probablemente, una recesión.

La negociación seguía bloqueada en el mismo problema de siempre: la subida de impuestos. Obama les dijo en la reunión del viernes que su plan es extender los tipos actuales para la mayoría de la población, excepto para las familias con ingresos superiores a los 250.000 dólares anuales. Esa opción ha sido rechazada desde el principio por los republicanos. En las conversaciones Reid-McConnell ha surgido, según fuentes extraoficiales, la posibilidad de elevar ese tope hasta los 400.000 dólares anuales. Esa cifra había sido ya aceptada por la Casa Blanca en anteriores conversaciones con Boehner, y no parece que Obama pusiera inconvenientes ahora.

Sí podrían poner inconvenientes algunos demócratas del ala izquierda que la consideran una concesión excesiva. Pero no parece que esas objeciones fuesen suficientes como para descarrilar la negociación. Las objeciones que pueden hacer este esfuerzo inútil son las del Partido Republicano, en el que es difícil saber cuántos congresistas votarían a favor de cualquier tipo de subida de impuestos.

Estamos ante la amenaza de una recesión económica pero el problema a resolver es de carácter puramente político. Boehner ha cedido el mando a McConnell, obviamente con la esperanza de que sea éste quien se queme, no él, que busca la reelección como presidente de la Cámara. Pero McConnell, que se somete a las urnas en 2014, no quiere dar un paso en falso que después no respaldasen los republicanos de la Cámara. En fin, un desconcierto motivado por el caos que reina en el Partido Republicano.

Para tratar de aclarar algo este embrollo, estas son, en este momento, las opciones para evitar el abismo fiscal:

1.- Un acuerdo Reid-McConnell, votado el domingo por el Senado y ratificado el lunes por la Cámara de Representantes.

2.- Luz del verde de McConnell y Boehner para que el plan de Obama sea votado en ambas cámaras y consiga el respaldo de una veintena de congresistas republicanos.

La última opción es muy difícil, pero dejaría patente a los ojos de los ciudadanos que habían sido los republicanos los que habían provocado el abismo fiscal y, como consecuencia, la subida de impuestos para el 88% de la población, la eliminación del seguro de desempleo para dos millones de personas y la reducción de la atención sanitaria para millones de pensionistas, entre otros males a la economía. La primera opción exige concesiones a ambos, pero, sobre todo, a los republicanos, que tendrían que violar su sagrado compromiso contra los impuestos.

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