La Pulga es de goma

Messi, que ha pasado de estar entre algodones a jugarlo casi todo, asegura que cuando sintió el choque con Artur pensó “lo peor” y que “estaría mucho tiempo fuera de la cancha”

Nadia Tronchoni
Barcelona, El País
“A Messi no se le frena ni con patadas”. La frase tiene dueño. O, mejor, dueños. La dijeron, entre otros, defensas como Marcelo, del Madrid, o Mikel González, de la Real. Lo que obliga a deducir que tiene poco de tópico. Leo Messi sortea las embestidas de los rivales con un tren inferior poderoso y la misma maestría con la que avanza metros con cortos y numerosos toques de balón. Tampoco pudo frenarlo Artur la noche del miércoles, cuando saltó al Camp Nou para tratar de caldear una gélida noche con sus regates y sus goles: el guardameta del Benfica le salió al paso y golpeó fuertemente en la rodilla del argentino, pero este siguió la jugada y con aquella misma pierna izquierda que se había lastimado pateó la pelota en busca de un gol que le igualara con el mítico Gerd Müller, autor de 85 goles en el año 1972.


Estaba escrito en todas partes que Leo Messi tenía que ser el protagonista del partido contra el Benfica en el Camp Nou, y el argentino lo acabó siendo aunque no exactamente por el motivo que él deseaba. La hinchada azulgrana llegó al estadio con la idea de celebrar el récord de goles del delantero de Rosario y se fue del estadio celebrando otra cosa: que el 10 del Barça solo sufría una fuerte contusión en la rodilla izquierda, una minucia en comparación con lo que la mayoría se imaginó al ver el choque con Artur y los aspavientos de dolor de Messi, tumbado sobre el césped y tapándose la cara.

Aquella imagen contrasta frontalmente con la que Messi ofreció ayer en el vestuario, según describió Cesc Fábregas, su compañero de equipo y de quinta (1987). “Conociéndole, Leo querrá jugar el domingo. Hoy \[por ayer\] en el vestuario, ya estaba preguntando si podría jugar”, reconoció Cesc. “Para nosotros y para el mundo del fútbol es una alegría que esté bien”, añadió el centrocampista de Arenys. El volante catalán, uno de los que más y mejor conoce al ariete porque ya jugaba con él siendo un niño, es plenamente consciente de su importancia dentro del equipo, y no quiere ni imaginarse qué hubiera pasado si Messi se hubiera roto de verdad. “Nos asustamos un poquito porque es un jugador que muy pocas veces se va al suelo, pero gracias a Dios no tiene nada. Es una pieza fundamental y uno de los jugadores más importantes de la historia del Barcelona”, apostilló Cesc.

“Pensé en que era la última pelota que iba a tocar en mucho tiempo; por eso, a pesar del dolor, intenté pegarle, aunque ya no tenía ni fuerzas para tocar la pelota”, confesaba el argentino un día después de los hechos en una abarrotada sala del estadio azulgrana en la que compareció como embajador de Turkish Airlines. La aerolínea dejará de patrocinar al Barcelona a final de temporada —el club ha ingresado nueve millones de euros en tres años—, pero no se desprenderá de la imagen del astro argentino, que protagoniza un anuncio con Kobe Bryant.

Messi asomó sano y contento: se había entrenado solo, en el gimnasio, pero solo sufre ligeras molestias. La noche anterior sus gestos de dolor, tan poco habituales, habían enmudecido al Camp Nou. “Cuando sentí el golpe yo también pensé lo peor. Solo pensaba en el dolor que sentía y en que iba a estar mucho tiempo fuera de la cancha”, recordó. Y explicó que se encontraba bien, mucho mejor que el día anterior: “Por suerte no fue más que un golpe”. Y añadió: “No sé si voy a estar para el domingo, depende de cómo evolucione”. Claro que su intención es no perderse ni uno solo de los cuatro partidos que le quedan a su equipo de aquí a final de año.

Digan lo que digan el técnico, Tito Vilanova, o el director deportivo, Andoni Zubizarreta, que el miércoles se esforzaban por restar importancia al objetivo de La Pulga de superar a Müller como el goleador con más tantos en un año natural, Messi lo tiene claro: “Sería bonito batir el récord y, si lo hago, ojalá dure mucho tiempo como duró el de Muller. Si llega, bien; si no, no pasa nada. Pero estamos ahí tan cerquita que lo vamos a intentar”, zanjó.

Que ese chico enclenque y enjuto que aterrizó en Barcelona con 13 años, ese mismo que necesitó que el club le costeara un tratamiento especial con hormona del crecimiento, tenga a tiro el fabuloso récord de Müller tiene mucho que ver con su evolución como deportista, más que como futbolista. Messi sigue jugando como lo hacía de chico. Ahora, además, es un portento físico. La última vez que se perdió un partido por lesión fue el 4 de marzo de 2008. Sufría rotura del bíceps femoral del muslo izquierdo, una lesión que ya le había dejado 35 días de baja entre diciembre y enero de aquel año. Ninguna otra lesión muscular le ha alejado del terreno de juego desde entonces. Solo algún traumatismo sin importancia, como podría ocurrir esta vez.

Con la llegada de Pep Guardiola en el verano del 2008 el club tuvo a La Pulga entre algodones. El Barcelona inició un control estricto de la dieta de sus futbolistas, algo que al argentino le hacía mucha falta: desayunar y comer en la ciudad deportiva ayudó a regular su descuidada dieta. Y los batidos multivitamínicos administrados tras las sesiones de trabajo complementaban los programas específicos de preparación física para el delantero —el fisioterapeuta Juanjo Brau se convirtió en su sombra hasta cuando viajaba con la selección argentina—, al que además, se le administraban los minutos con cuentagotas para evitar que se rompiera: en aquella primera campaña de Guardiola Messi no pasó de jugar seis partidos como titular y se medían sus minutos en ciclos de tres partidos. Poco a poco su cuerpo fue fortaleciéndose, asimiló hábitos saludables, que combina con una beneficiosa devoción por la siesta, y entendió que cuanto más sano estuviera más minutos jugaría. Y no hay nada que le guste más. Desde el curso pasado Messi lo juega prácticamente todo. Está hecho un toro. Ya no necesita mimos. Nadie lo tumba. Ni a patadas, ni a embestidas como la de Artur. La Pulga es de goma.

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