El Pentágono busca más poderes para la lucha antiterrorista en el norte de Malí

Grupos yihadistas controlan parte del país y la Casa Blanca estudia pedir más poderes al Capitolio

David Alandete
Washington, El País
Mientras las tropas norteamericanas apostadas en Afganistán comienzan a replegarse, la Casa Blanca está considerando solicitarle al Capitolio una expansión de poderes para efectuar intervenciones armadas en África, donde ha detectado un incremento de la actividad armada de grupos locales asociados a Al Qaeda. En el Pentágono preocupa especialmente el caso de Malí, donde el primer ministro, Cheikh Modibo Diarra, dimitió el lunes después de ser detenido por los militares, que protagonizaron un golpe de Estado en marzo. Entonces se creó un vacío de poder que dio fuelle a una revuelta en el norte de país, que grupos radicales han aprovechado para imponer la sharia o ley islámica.


El presidente interino, Diouncounda Traore, ha nombrado primer ministro a Django Cissoko en sustitución de Diarra, según ha informado este martes la televisión estatal.

“El Departamento de Defensa está extremadamente preocupado por la inestabilidad en Malí”, dijo el miércoles pasado Amanda Dory, subsecretaria para Asuntos Africanos en el Pentágono, durante una audiencia sobre Malí en el Capitolio. “El aumento del terrorismo en Malí amenaza a los ciudadanos norteamericanos, a sus intereses y a sus aliados en la región. Al Qaeda en el Magreb Islámico mantiene la capacidad de atacar las embajadas en la zona, y otros intereses occidentales, y atacar o secuestrar a ciudadanos occidentales para pedir rescate”, añadió.

Una heterogénea suma de grupos armados tomó en marzo las ciudades del norte de Malí, aprovechando una revuelta tuareg. Entre ellos se halla el Movimiento para la Unidad de la Yihad en África Occidental, a quien el viernes el Departamento de Estado norteamericano declaró formalmente “Grupo Terrorista Global Especialmente Designado”, algo que le permite al ejecutivo de EE UU bloquear los activos que tengan en territorio norteamericano y prohibir las transacciones de estadounidenses con él o sus líderes.

Ese grupo se creó en septiembre de 2011 para expandir la yihad a África Occidental. Los grupos extremistas controlan ahora las localidades de Gao, Kidal y Tombuctú, donde han protagonizado secuestros, apedreamientos y torturas. En el Pentágono preocupa que desde el norte de Malí, una zona cuya superficie es mayor que la de España, se planifiquen ataques contra intereses norteamericanos y europeos, del mismo modo en que en los años 90 Al Qaeda empleó como base Afganistán.

Con el golpe de estado de marzo, acabaron dos décadas de democracia en Malí. Hasta el lunes, Diarra dirigía un ejecutivo interino, impuesto por tropas leales al capitán Amadou Haya Sanogo, quien preside un comité de reforma militar. EE UU sospecha que es el capitán Sanogo quien realmente controla el gobierno. El Departamento de Estado norteamericano ha rescindido cualquier ayuda que hubiera destinado hasta este año al gobierno de ese país. En 2011 envió 138 millones de dólares a Malí, para programas de ayuda al desarrollo. También ha evacuado a 200 norteamericanos que participaban en programas de cooperación.

“Estamos seriamente preocupados por la presencia y actividades terroristas y grupos extremistas en el norte de Malí”, dijo en una audiencia en el Capitolio el pasado miércoles Johnnie Carson, subsecretario de Estado para África. “Al Qaeda en el Magreb Islámico, el Movimiento para la Unidad de la Yihad en África Occidental y otros grupos afines han explotado el caos creado por el golpe de estado y la rebelión en el norte para afianzar su refugio en el norte de Malí e imponer su ideología radical en las poblaciones locales”, añadió.

La Casa Blanca y el Pentágono han ofrecido su asesoramiento a las naciones de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental para planificar una intervención armada en el norte del país, según revelaron fuentes oficiales la semana pasada. Pero han hecho poco más. Los países de África Occidental se han comprometido a ofrecer 3.300 soldados para ese cometido, pero necesitan apoyo y financiación de sus aliados occidentales. La secretaría general de la ONU ha dicho, en un informe crítico, que no queda claro cómo se gestionaría y financiaría ese contingente.

El Pentágono ha pedido prudencia a las naciones de África Occidental. El jefe del Comando África, general del cuerpo de infantería Carter Ham, dijo la semana pasada en un discurso en Washington que “la intervención militar puede ser un componente necesario, pero si va a haber intervención militar, debe ser exitosa”. “No puede efectuarse de forma prematura”, añadió, provocando notorias dudas sobre la confianza de los generales norteamericanos en el posible éxito de una misión militar africana, liderada, con toda probabilidad, por Níger, Nigeria y Burkina Faso.

Existen sospechas de que EE UU ha empleado ya drones, o aviones no tripulados controlados de forma remota, en Malí. El sitio web Magharebia, financiado por el Comando África del Pentágono, publicó en junio que un “ataque misterioso” con un drone, 200 kilómetros al norte de Tombuctú, había aniquilado a “siete terroristas de Al Qaeda”. El diario The Washington Post publicó en aquel mismo mes que el Departamento de Defensa norteamericano cuenta con un arsenal de drones en una base de Ouagadougou, en Burkina Faso.

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