¿‘El hobbit’? Más de lo mismo
Carlos Boyero, El País
Habiendo descubierto y disfrutado inmensamente desde hace cuarenta años a numerosos escritores gracias a los artículos de Fernando Savater, deseé compartir su admiración por Tolkien, pero solo pude leer con interés relativo el primer volumen de El Señor de los Anillos. No me resultó opiáceo, no continué. Imagino que si el universo de Tolkien te fascina es a perpetuidad, que no caben las medias tintas al introducirte en él.
Peter Jackson, un director con prestigiosa etiqueta de destroyer entre la modernidad, cuyas provocadoras películas a mí me resultaban estomagantes, fue el encargado de adaptar al cine ese mundo de la Tierra Media y Mordor, habitado por leyendas épicas y criaturas mágicas, hobbits y elfos, enanos y orcos, la luz y la sabiduría que representa el mago Gandalf y la oscuridad que encarna el malvado Sauron. Y parece ser que el gran público, los adictos a las novelas de Tolkien, las taquillas de cualquier parte, gran parte de la crítica y los trascendentes Oscar, otorgaron su éxtasis y su bendición a las tres partes de la saga. Por mi parte, me sentí desgraciadamente inmune a esa adoración colectiva. Una de mis pesadillas es que me aten a una silla y me obliguen a revisar las ocho horas de metraje que dura la trilogía. Aunque es posible que a pesar del ruido y el griterío que inundan esos filmes me provocaran los efectos de un somnífero infalible.
Independientemente de que Peter Jackson también esté legítimamente enamorado de su criatura, está claro que Hollywood iba a prolongar hasta la extenuación ese filón. Y como la carne es débil, imagino que a Jackson, que había jurado al finalizar la trilogía que nunca volvería a dirigir una película sobre ese mundo, los inversores le hicieron una oferta imposible de rechazar. Y El hobbit es más de lo mismo. Sobran por fatigosas las aclaraciones. La única innovación es que se puede ver en 3D. O sea, tres euros más por entrada para que la felicidad del receptor sea completa. Por mi parte, debido a mi ubicación en la sala o a que hace tiempo que no me gradúo la vista, las gafas mágicas contribuyeron a la sensación de mareo. No sé si es peor que la del aburrimiento, pero la combinación de ambas es letal
Ningún amante de la saga del Anillo se sentirá estafado por los recuerdos del anciano Bilbo Bolsón sobre lo que le ocurrió en su añorada juventud. Y su placer será largo. La pequeña novela que escribió Tolkien antes de El Señor de los Anillos va a ser transformada en otras ocho horas de cine que alegrarán el espíritu a los fans y a los banqueros. Los amantes de sagas interminables no deben inquietarse porque Crepúsculo hay finalizado. Al parecer, Disney va a continuar con la saga galáctica hasta el infinito y más allá. Es una pena que Coppola solo hiciera tres padrinos. Aunque pensándolo bien, podría haberse ahorrado el tercero. ¿Es exagerado calificar de geniales los dos anteriores? Que cada uno se divierta como quiera ante las variadas sagas. Unos con los Corleone y otros con vampiros, galácticos, hobbits y demás criaturas extrañas.
Habiendo descubierto y disfrutado inmensamente desde hace cuarenta años a numerosos escritores gracias a los artículos de Fernando Savater, deseé compartir su admiración por Tolkien, pero solo pude leer con interés relativo el primer volumen de El Señor de los Anillos. No me resultó opiáceo, no continué. Imagino que si el universo de Tolkien te fascina es a perpetuidad, que no caben las medias tintas al introducirte en él.
Peter Jackson, un director con prestigiosa etiqueta de destroyer entre la modernidad, cuyas provocadoras películas a mí me resultaban estomagantes, fue el encargado de adaptar al cine ese mundo de la Tierra Media y Mordor, habitado por leyendas épicas y criaturas mágicas, hobbits y elfos, enanos y orcos, la luz y la sabiduría que representa el mago Gandalf y la oscuridad que encarna el malvado Sauron. Y parece ser que el gran público, los adictos a las novelas de Tolkien, las taquillas de cualquier parte, gran parte de la crítica y los trascendentes Oscar, otorgaron su éxtasis y su bendición a las tres partes de la saga. Por mi parte, me sentí desgraciadamente inmune a esa adoración colectiva. Una de mis pesadillas es que me aten a una silla y me obliguen a revisar las ocho horas de metraje que dura la trilogía. Aunque es posible que a pesar del ruido y el griterío que inundan esos filmes me provocaran los efectos de un somnífero infalible.
Independientemente de que Peter Jackson también esté legítimamente enamorado de su criatura, está claro que Hollywood iba a prolongar hasta la extenuación ese filón. Y como la carne es débil, imagino que a Jackson, que había jurado al finalizar la trilogía que nunca volvería a dirigir una película sobre ese mundo, los inversores le hicieron una oferta imposible de rechazar. Y El hobbit es más de lo mismo. Sobran por fatigosas las aclaraciones. La única innovación es que se puede ver en 3D. O sea, tres euros más por entrada para que la felicidad del receptor sea completa. Por mi parte, debido a mi ubicación en la sala o a que hace tiempo que no me gradúo la vista, las gafas mágicas contribuyeron a la sensación de mareo. No sé si es peor que la del aburrimiento, pero la combinación de ambas es letal
Ningún amante de la saga del Anillo se sentirá estafado por los recuerdos del anciano Bilbo Bolsón sobre lo que le ocurrió en su añorada juventud. Y su placer será largo. La pequeña novela que escribió Tolkien antes de El Señor de los Anillos va a ser transformada en otras ocho horas de cine que alegrarán el espíritu a los fans y a los banqueros. Los amantes de sagas interminables no deben inquietarse porque Crepúsculo hay finalizado. Al parecer, Disney va a continuar con la saga galáctica hasta el infinito y más allá. Es una pena que Coppola solo hiciera tres padrinos. Aunque pensándolo bien, podría haberse ahorrado el tercero. ¿Es exagerado calificar de geniales los dos anteriores? Que cada uno se divierta como quiera ante las variadas sagas. Unos con los Corleone y otros con vampiros, galácticos, hobbits y demás criaturas extrañas.