El apocalipsis más ordenado de la historia

Por: Tom C. Avendaño, El País
Internet nos ha convertido en unos supervivientes de órdago. E-mail tras e-mail, estado de Messenger tras estado de Messenger, meme tras meme, whatsapp tras whatsapp, hemos ido encarando temibles apocalipsis como el que nos buscamos, sin querer, a finales de 1999 con lo del efecto 2000; o el que llegaría, meses más tardes y sin apenas darnos tiempo para recuperarnos, cuando los planetas se alinearon de forma macabra para, obviamente, ponerle fin a nuestra frágil existencia. Más tarde llegaría el seis de junio de 2006 (el 06/06/06 para las máquinas) y nos las apañamos para salir del paso durante unos años antes de que, el año pasado, un enfebrecido grupo de católicos nos alertara de que nada de relajarse, que en mayo tocaba el rapto y Dios iba a llevarse a los infieles de la faz de la Tierra.

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Por todo esto, ahora, que la propagación de mensajes infundados y el pánico colectivo nos obliga a sobrevivir otro fin del mundo con la entereza de quien envía un mensaje a 15 amigos para que Whatsapp o Facebook sean de pago para todo el mundo menos para él, las cosas nos salen mucho mejor. Para empezar porque este apocalipsis nos lo hemos inventado nosotros, es decir, Internet; es decir, el pueblo. Mucho agorero y mucho histérico se ha apuntado al carro de tomárselo en serio a posteriori pero, delirantes excepciones aparte, la popularidad de este fenómeno es irrefutablemente democrática. Nosotros pervertimos la idea de la profecía maya y nos sacamos un apocalipsis de la manga porque para eso tenemos más experiencia en ellos que nadie en la historia y, a golpe de bromas que se han ido repitiendo o malinterpretando, nos hemos adelantado al pánico. Lo cual es de agradecer después de que aguantar hecatombes dictadas por las máquinas, los planetas o Dios sin preguntarle al pueblo.


Y además porque a estas alturas la maquinaria del apocalipsis está bien rodada y, como solo quedan dos días para este, podemos celebrar que está resultando completo, ordenado y socarrón, como se espera de todo fin de los días de una civilización madura como la nuestra. Los histéricos por un lado, preparándose para el fin del mundo en lugares remotos, sin molestar. Las marcas haciendo caja del evento sin que nadie se escandalice; ni siquiera cuando un estudio de cine porno monta un búnker para albergar a 1.500 personas en una razonable orgía de despedida. ¿Y el pueblo, ese flamante creador todo esto? El pueblo nunca ha tenido más opciones para desahogar las bromas, la ansiedad y la incredulidad propias de un asunto así. De esto hay que darle las gracias a las redes sociales.

En Facebook, por ejemplo, que es una corrala diferente para cada usuario, puesto que para eso es un lugar relativamente privado, el fin del mundo se cuela como pidiendo permiso, a través de imágenes y enlaces a medios, no a través de estados perfectamente cotidianos. Tal y como está resultando, este debe ser el apocalipsis más educado de todos: nos podría pillar en pantuflas y aun así nos preguntaría si así estamos cómodos para dejar de existir o si queremos cambiarnos.
 
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Inexacto pero representativo razonamiento que muestra la relación entre 


Twitter, la red social del tiempo presente inmediato, pasa algo parecido: como todavía no ha llegado el día, de momento el pobre anda sojuzgado a la actualidad. Hasta que la propia hectombe no sea la misma actualidad, se habla de ella como excusa para hablar de nostros. Hay, eso sí, una masa de personas creando trending topics mundiales de esos que generan pocos retuits y menos impacto. Hasta la fecha, estos han sido #A2DíasdelFinDelMundoYAúnNoSé, donde lo más popular es hacer bromas sobre Pitbull y suspiros porque por lo visto hay mucha gente que aún no hay conocido al amor de su vida y #ConfesionesDelFinDelMundo, que, en lugar del cachondeo general que podría dar de sí, ha resultado en una retahíla de confesiones denotativas de personas desconocidas y bromas adolescentes. Lo que dé de sí este fin del mundo, porque eso se descubrirá en Twitter, se verá el viernes.

Tumblr -es una red social que se presta a textos más largos y personales que cualquier otra y por eso facilita la introspección; y que fuera de España es usada generalmente por adolescentes y por eso gira principalmente entre el exhibicionismo y la falta de autoestima- se ha erigido esta vez como amalgama de las todas ideas sobre las que se está vertebrando, por ahora, este fin del mundo en todo Internet. A saber: que lo que de verdad da miedo es que el mundo se acabe; que hay aprovechar la coyuntura para darse al sexo y que a todos se nos va a quedar cara de tontos cuando veamos que el mundo no va a terminar. Hasta las webs creadas ad hoc con cuentas atrás para el gran día son más una excusa para un despliegue de creatividad (aquí la más brillante, inspirada en El prisionero de Zelda) que para hablar del fin.

Quizá sea una muestra de los tiempos que vivimos. Hay más de apocalipsis en un despido, en un recorte presupuestario o en una matanza a un colegio de primaria que en una profecía maya notoriamente malinterpretada. O quizá sea una muestra de la madurez primigenia que está alcanzando la cultura cibernética, donde ya ni la mismísima hecatombe puede interrumpir el correcto funcionamiento de las cosas.

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