ANÁLISIS / La redención de un país pasa por las urnas

Una clara derrota de Berlusconi permitiría cerrar y superar una era

Andrea Rizzi, El País
El regreso de Silvio Berlusconi a la primera línea de la política ha puesto en fibrilación a Italia y a Europa. Sus llamaradas populistas agitan a los mercados e inquietan a los socios de la UE; su nueva condición de candidato a primer ministro entorpece los procesos penales a los que está sometido; y el abrupto fin del Gobierno de Monti deja inacabadas importantes reformas que se estaban tramitando. Pero entre estas —y varias otras— consecuencias negativas del regreso de Il Cavaliere se halla una gran oportunidad para Italia: cerrar este gris capítulo de su historia en las urnas. Sepultarlo bajo montañas de papeletas electorales.


En el último año, el Gobierno de Mario Monti ha devuelto a Italia parte del prestigio perdido durante la parábola berlusconiana. Antes que con sus reformas —cuyos contenidos se pueden compartir más o menos—, restableciendo la primacía de la seriedad y la decencia en la vida pública. Pero, por muy benéfica que fuera, se ha tratado de una cura impuesta desde arriba, desde el exterior: Berlusconi cayó hace un año por un hábil juego de palacio tejido entre el presidente de la República, Giorgio Napolitano, destacados líderes europeos, e importantes figuras de la sociedad civil italiana. Ahora, Italia tiene la oportunidad de autosuministrarse la vacuna, por libre elección de la ciudadanía. Ese es el mejor anticuerpo ante el virus del populismo.

La importancia de la oportunidad reside en que Italia no eligió a Berlusconi tres veces (1994, 2001 y 2008) porque fuera hipnotizada por sus cadenas de televisión; sino, sobre todo, por un aterrador ejercicio de cinismo social. No le votó porque no se daba cuenta; sino a pesar de ello. Importantes segmentos de la sociedad italiana —especialmente en el rico y cultivado norte— le apoyaron porque, en definitiva, por debajo de lo grotesco y de lo indecente, defendía sus intereses, por ejemplo en materia fiscal o de política migratoria.

Ahora hay una oportunidad para expiar ese pecado. No es lo mismo equivocarse una vez por una trampa mediática, que hacerlo tres veces con conciencia e intención. Las urnas son una posibilidad de redención. Una clara derrota electoral de Berlusconi permitiría al país no solo cerrar definitivamente una era, sino superarla. Aunque Il Cavaliere logre entrar en el próximo Parlamento y entorpecer sus procesos, una derrota —una consistente capa de papeletas— sería el mejor cierre para ese báratro. La voluntad explícita de la ciudadanía sería la manera más digna para cambiar de página.

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