ANÁLISIS / Cuenta atrás para Morsi y el futuro de Egipto
La deriva autoritaria del presidente islamista enturbia el referéndum constitucional del sábado
Eva Sáenz-Diez Jaccarini, El País
¿Se esperaba el presidente egipcio, Mohamed Morsi, una protesta de tal amplitud? ¡Probablemente no! Con una mayor legitimidad internacional, a consecuencia del importante papel que jugó hace dos semanas para obtener una tregua entre Israel y Hamás, el presidente Morsi se jugó el todo por el todo.
Primero se otorgó poderes dignos de un faraón, sobrepasando aún más a su predecesor y neutralizando por la misma ocasión al poder judicial egipcio. A continuación, la Asamblea constituyente, compuesta en mayoría, por no decir prácticamente en su totalidad, por islamistas, aprobó en menos de 24 horas, el controvertido borrador de la futura Constitución.
Descontento popular
Pero la deriva autoritaria del presidente no contaba con el descontento de una franja cada vez más importante de la sociedad. Descontento debido principalmente a la crisis económica aguda, los métodos autoritarios y a veces brutales por parte de los Hermanos Musulmanas y salafistas y, especialmente, el descrédito del Gobierno que no ha conseguido cumplir sus promesas.
Y no estamos hablando solo de aquellas promesas acerca de libertades, justicia, integridad y respeto del pluralismo anunciadas a bombo y platillo en tertulias y programas televisivos o mítines. No, son también las famosas 64 promesas que el Dr. Morsi, como se le llama en Egipto, había prometido cumplir durante los primeros 100 días de su mandato. Y se trata javascript:;precisamente de medidas tangibles, visibles y perceptibles que afectan a varios millones de egipcios: mejorar los problemas de circulación, solucionar los problemas de escasez de combustibles y productos básicos, resolver la crisis energética, mejorar la seguridad o rebajar el desempleo. El resultado es, por desgracia, más que decepcionante.
El presidente Morsi
Pero el tema que nos ocupa es más concretamente la grave crisis provocada por la aprobación del borrador de la futura Carta Magna por la Asamblea constituyente, y la voluntad de someterlo en un tiempo récord a un referéndum previsto para el 15 de diciembre. En vista de la insatisfacción y del descontento causados por tales medidas, se podría pensar que el Presidente Morsi había tenido la oportunidad de retractarse, de dar algunas señales de apertura, de diálogo de igual a igual con la oposición. Pero no fue así.
No parece que sean las costumbres ni la ideología del Dr. Morsi. Basta con mirar su comportamiento cuando estaba todavía en la Hermandad, para darse cuenta de que no estamos frente a un hombre de compromiso. No dudó en apartar a aquellos miembros que no estaban de acuerdo con él. Incluso siendo responsable de la organización de una plataforma política en el seno de la Hermandad en 2007, fue el instigador de una propuesta para restringir el acceso a la presidencia de la República únicamente a los varones musulmanes.
Quería también formar un grupo compuesto por religiosos cuyo papel hubiera consistido en asegurarse de que cualquier legislación o decisión judicial cumpla con la sharía (ley islámica). En lo que respecta a este último punto, parece que ha llegado a su objetivo; tal y como aparece en el proyecto del texto constitucional, sería la Universidad de Al Azhar la que examine si una decisión judicial cumple o no con los principios de la sharía. Hasta ahora, incumbía a la Tribunal Constitucional, y solía hacerlo de manera un tanto laxa.
El papel del Ejército
Así que el propósito de Morsi es aguantar unos días, a pesar de las protestas y dimisiones en su entorno y en algunos medios de comunicación, para que la Constitución sea aprobada mediante referéndum. ¿Lo podrá conseguir? Parece que sí.
El Ejército sigue siendo el gran desconocido. A priori desconfiaba de los Hermanos Musulmanes, y mientras todavía gobernaba el país, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) llevó a cabo un “golpe de estado”; en previsión de una derrota más que probable de su candidato, Ahmed Shafik, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de junio de 2012, el CSFA tomó todas las posibles y necesarias medidas para mantener sus prerrogativas y privilegios. Pero poco después –tras la muerte de 16 soldados en el Sinaí en un ataque en la frontera entre Egipto e Israel-, en un contragolpe, el presidente Morsi pidió a principios de agosto la dimisión del entonces jefe de los servicios secretos, así como del presidente del CSFA, el Mariscal Tantaui y del jefe del Estado Mayor, el General Sami Anan.
Después de la sorpresa causada por estos reveses sufridos por el Ejército en un tiempo récord, las preguntas sobre la falta de reacción por parte las Fuerzas Armadas anteriormente omnipotentes, siguen sin respuesta clara. Por último, ¿cuál es la posición del Ejército acerca de los Hermanos Musulmanes o incluso sobre su papel en la escena política egipcia?
Las Fuerzas Armadas, que se habían ganado la simpatía por cierta parte de la población durante la revolución de enero del 2011, sufrieron fuertes críticas por su mala gestión política y social en los 18 meses siguientes. Es indiscutible que desempeñarán seguramente un papel decisivo en las próximas semanas. El bando que elegirán, las presiones a nivel nacional por parte de los islamistas, e internacional –EE UU les proporciona una ayuda de 1.300 millones de dólares anuales- que recibirán, serán decisivos.
La oposición
En lo que se refiere a los recientes enfrentamientos, no estaría demás tener en cuenta que no se trata de una lucha entre pro y anti Morsi, sino más bien de una lucha entre pro y anti democracia, una lucha entre los que están a favor y los que están en contra de las libertades y derechos civiles. Y desde luego no estamos asistiendo, según las declaraciones de islamistas, a un enfrentamiento entre ateos y creyentes, ni tampoco entre infieles y partidarios del presidente que ha sido comparado con el profeta Mahoma en el sermón del viernes 30 de noviembre... Y menos aún, entre antirevolucionarios y defensores de la revolución como se definen a si mismos los Hermanos Musulmanes
Los Romanos querían pan y juegos. Ahora mismo, ¡los egipcios tienen sólo juegos!
Eva Sáenz-Diez Jaccarini es investigadora sobre el Mundo árabe y musulmán en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Universidad de París 8.
Eva Sáenz-Diez Jaccarini, El País
¿Se esperaba el presidente egipcio, Mohamed Morsi, una protesta de tal amplitud? ¡Probablemente no! Con una mayor legitimidad internacional, a consecuencia del importante papel que jugó hace dos semanas para obtener una tregua entre Israel y Hamás, el presidente Morsi se jugó el todo por el todo.
Primero se otorgó poderes dignos de un faraón, sobrepasando aún más a su predecesor y neutralizando por la misma ocasión al poder judicial egipcio. A continuación, la Asamblea constituyente, compuesta en mayoría, por no decir prácticamente en su totalidad, por islamistas, aprobó en menos de 24 horas, el controvertido borrador de la futura Constitución.
Descontento popular
Pero la deriva autoritaria del presidente no contaba con el descontento de una franja cada vez más importante de la sociedad. Descontento debido principalmente a la crisis económica aguda, los métodos autoritarios y a veces brutales por parte de los Hermanos Musulmanas y salafistas y, especialmente, el descrédito del Gobierno que no ha conseguido cumplir sus promesas.
Y no estamos hablando solo de aquellas promesas acerca de libertades, justicia, integridad y respeto del pluralismo anunciadas a bombo y platillo en tertulias y programas televisivos o mítines. No, son también las famosas 64 promesas que el Dr. Morsi, como se le llama en Egipto, había prometido cumplir durante los primeros 100 días de su mandato. Y se trata javascript:;precisamente de medidas tangibles, visibles y perceptibles que afectan a varios millones de egipcios: mejorar los problemas de circulación, solucionar los problemas de escasez de combustibles y productos básicos, resolver la crisis energética, mejorar la seguridad o rebajar el desempleo. El resultado es, por desgracia, más que decepcionante.
El presidente Morsi
Pero el tema que nos ocupa es más concretamente la grave crisis provocada por la aprobación del borrador de la futura Carta Magna por la Asamblea constituyente, y la voluntad de someterlo en un tiempo récord a un referéndum previsto para el 15 de diciembre. En vista de la insatisfacción y del descontento causados por tales medidas, se podría pensar que el Presidente Morsi había tenido la oportunidad de retractarse, de dar algunas señales de apertura, de diálogo de igual a igual con la oposición. Pero no fue así.
No parece que sean las costumbres ni la ideología del Dr. Morsi. Basta con mirar su comportamiento cuando estaba todavía en la Hermandad, para darse cuenta de que no estamos frente a un hombre de compromiso. No dudó en apartar a aquellos miembros que no estaban de acuerdo con él. Incluso siendo responsable de la organización de una plataforma política en el seno de la Hermandad en 2007, fue el instigador de una propuesta para restringir el acceso a la presidencia de la República únicamente a los varones musulmanes.
Quería también formar un grupo compuesto por religiosos cuyo papel hubiera consistido en asegurarse de que cualquier legislación o decisión judicial cumpla con la sharía (ley islámica). En lo que respecta a este último punto, parece que ha llegado a su objetivo; tal y como aparece en el proyecto del texto constitucional, sería la Universidad de Al Azhar la que examine si una decisión judicial cumple o no con los principios de la sharía. Hasta ahora, incumbía a la Tribunal Constitucional, y solía hacerlo de manera un tanto laxa.
El papel del Ejército
Así que el propósito de Morsi es aguantar unos días, a pesar de las protestas y dimisiones en su entorno y en algunos medios de comunicación, para que la Constitución sea aprobada mediante referéndum. ¿Lo podrá conseguir? Parece que sí.
El Ejército sigue siendo el gran desconocido. A priori desconfiaba de los Hermanos Musulmanes, y mientras todavía gobernaba el país, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) llevó a cabo un “golpe de estado”; en previsión de una derrota más que probable de su candidato, Ahmed Shafik, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de junio de 2012, el CSFA tomó todas las posibles y necesarias medidas para mantener sus prerrogativas y privilegios. Pero poco después –tras la muerte de 16 soldados en el Sinaí en un ataque en la frontera entre Egipto e Israel-, en un contragolpe, el presidente Morsi pidió a principios de agosto la dimisión del entonces jefe de los servicios secretos, así como del presidente del CSFA, el Mariscal Tantaui y del jefe del Estado Mayor, el General Sami Anan.
Después de la sorpresa causada por estos reveses sufridos por el Ejército en un tiempo récord, las preguntas sobre la falta de reacción por parte las Fuerzas Armadas anteriormente omnipotentes, siguen sin respuesta clara. Por último, ¿cuál es la posición del Ejército acerca de los Hermanos Musulmanes o incluso sobre su papel en la escena política egipcia?
Las Fuerzas Armadas, que se habían ganado la simpatía por cierta parte de la población durante la revolución de enero del 2011, sufrieron fuertes críticas por su mala gestión política y social en los 18 meses siguientes. Es indiscutible que desempeñarán seguramente un papel decisivo en las próximas semanas. El bando que elegirán, las presiones a nivel nacional por parte de los islamistas, e internacional –EE UU les proporciona una ayuda de 1.300 millones de dólares anuales- que recibirán, serán decisivos.
La oposición
En lo que se refiere a los recientes enfrentamientos, no estaría demás tener en cuenta que no se trata de una lucha entre pro y anti Morsi, sino más bien de una lucha entre pro y anti democracia, una lucha entre los que están a favor y los que están en contra de las libertades y derechos civiles. Y desde luego no estamos asistiendo, según las declaraciones de islamistas, a un enfrentamiento entre ateos y creyentes, ni tampoco entre infieles y partidarios del presidente que ha sido comparado con el profeta Mahoma en el sermón del viernes 30 de noviembre... Y menos aún, entre antirevolucionarios y defensores de la revolución como se definen a si mismos los Hermanos Musulmanes
Los Romanos querían pan y juegos. Ahora mismo, ¡los egipcios tienen sólo juegos!
Eva Sáenz-Diez Jaccarini es investigadora sobre el Mundo árabe y musulmán en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Universidad de París 8.