Un pésimo Wilstermann mostró su habilidad para resucitar muertos

Los rojos igualaron sin goles con el colero del campeonato en una pobrísima exhibición de fútbol, donde resaltaron las incoherencias tácticas y el flojo nivel de muchas individualidades.



José Vladimir Nogales
Las discusiones tácticas en el fútbol se han convertido en una obsesión que en el fondo les viene fantásticamente a los futbolistas. Sus carencias se ocultan en la pizarra y siempre parecen buenos. Cuadrados, rombos, tridentes y los futbolistas, que parecen piezas del cubo mágico de Rubbick, parecen sin culpa ni trascendencia en los movimientos del que lo manipula. En Wilstermann se discute sobre el tridente ofensivo (nada nuevo que no haya fracasado en este equipo) y se habla muy poco de la calificación (en calidad y cantidad) del medio campo para generar juego. Y, al final, todo es una duda permanente. No acaba de encontrar su patrón de juego, ni los futbolistas su lugar, ni el colectivo su sistema. Es un equipo que juega a impulsos de corazón.


El problema del equipo rojo es que no encuentra ni patrón, ni líder que le soporte. En cierto modo, la segunda mitad reflejó una parte del anárquico espíritu rojo en estos días de desgobierno y frenetismo. A falta de fútbol, decidió apelar a la heroica, como tantas veces, y le fue tan mal como siempre. Industrializó el pelotazo y no tuvo un gramo de fútbol para ensayar algo menos obvio y reiterativo.

Con atmósfera relajada y buen césped, Wilstermann se empeñó en demostrar que hay jornadas en las que se haga lo que se haga, se dibuje lo que se dibuje, el espectador sale del campo con la constatación de que ha perdido 90 minutos de su vida y encima ha pagado dinero por ello. El calamitoso empate con La Paz (colero del campeonato y desahuciado en su ilusioria pretensión de conservar la categoría), resultó ser una patética exposición de la vulgaridad en que ha incurrido el equipo de Soria.

Por más vueltas que le da a la rueda, Wilstermann no encuentra la manera de parecer un equipo solvente. Lo cambia casi todo de un partido a otro, incluso cambia dos o tres veces en cada partido, aumenta el ritmo a medida que avanza el encuentro,... y sin embargo sigue pareciendo un equipo tan voluntarioso como obtuso. Ante La Paz, que apenas se limitó a defender (y contragolpear cuando pudo), tropezó con sus carencias y su patética desorientación (que procede del banquillo y se propaga como peste). Tan extraño anda Wilstermann que Erick Aparicio, su futbolista de mayor calidad, el más técnico, el más seguro, se permite fallar un penal, cruzando en demasía el balón, sin siquiera acertar al pórtico. Y esa imagen, la de un llamativamente improductivo Aparicio, que ha perdido los galones y ha sido degradado a la ominosa proscripción en el banquillo; está indisolublemente vinculada al vertiginoso desplome del equipo. Y ése es el huevo de la digresión. ¿El bajo nivel de Aparicio le quitó eficacia al equipo o la pobreza del equipo arrastró al otrora desequilibrante delantero? ¿Qué es primero, el huevo o la gallina?

CONFUSION

Lo cierto es que Wilstermann anda como Diógenes con la lámpara buscando soluciones. Por ejemplo, sin volantes creativos en la plantilla, Soria ha decidido engordar su línea de ataque, que cambie constantemente de bandas, se mueva, alterne posiciones, para que parezca que hay extremos y siembre desconfianza en el rival. Pero lo cierto es que a la hora de la verdad, la capacidad de desborde no existe y los futbolistas quedan en evidencia ante la insuficiencia o deficiencia del suministro de un medio campo minúsculo. Y sin un medio campo que genere, el juego se condensa en el centro y en la desnortada participación de Augusto Andaveris (más productivo en su área que en la de enfrente), cuya ingente aportación se queda en nada por falta de acompañamiento. El delantero era la referencia del equipo e hizo su trabajo. Se mostró como referencia, se ofreció para recibir. Pero no sirvió de nada. Juega tanto de espaldas, por falta de acompañamiento, que le cuesta hacer gol. A La Paz también: juega tanto a defender que le cuesta atacar. No así frente a Wilstermann, generoso equipo que ofrece a todos sus rivales (sin discriminación de color, religión o ideología) la oportunidad de abatirle. Y entre lo uno y lo otro, el partido se convirtió en un debate muscular con muchas faltas, pocas ocasiones (la mayoría de la visita) y pocas jugadas (de casi nadie). El atasco sigue vigente en el Capriles, por más vueltas que se dé a la rueda. Wilstermann no piensa; no tiene el balón; no lo guarda, sino que lo rifa; no lo esconde, sino que lo enseña. Y La Paz, que parecía una víctima propiciatoria, se dio cuenta de que su humildad era innecesaria. Que tenía a un futbolista autosuficiente, Duk, que se bastaba para desequilibrar a una defensa roja tan blanda y tan previsible (pobrísima tarea de Garzón), que concedió todas las facilidades posibles.

La Paz fue un rival honrado. Todo el mundo sabía a lo que iba a jugar y no engañó a nadie. Casi todos los futbolistas de Berdeja defienden y le dejan a Duk el papel de llanero solitario, apenas avistado de vez en cuando por el hábil Molina, pero condenado a su suerte. No le había ido mal hasta ahora, pero la apuesta es de un aburrimiento supino.

Eso sí, hay que estar muy puesto para superar las barreras que propone el equipo paceño. Y Wilstermann –hace mucho- no lo está. Este sábado fue capaz de arrumbarlas por exceso de energía más que por clarividencia en el juego. Hoy por hoy, no se puede confiar en las intermitencias de Romero como conductor del juego del equipo, tampoco en la caótica laboriosidad de Andrada. Y a falta de recursos, el músculo se impuso al cerebro.

Cierto es que, de inicio, el dispositivo 3-4-1-2 dotó de algo de sentido común al centro del campo rojo. Con lo que hay en la plantilla, visto que Romero no puede dirigir y que Paz no puede hacer nada con la pelota, Andrada resulta imprescindible. El “Copito” aporta quite, asea lo que se deja sucio la delantera y, al menos, da algún sentido al equipo al sacar la pelota. El problema es que, al no ofrecer creatividad al manejo, sustrae sorpresa, resta variantes y minimiza la profundidad.
En ese arreón inicial, con Andrada al mando, Wilstermann dominó prácticamente todos los conceptos del juego. El triángulo central pareció hasta perfecto por momentos, con Romero ofreciéndose, Andaveris y De Francesco permutando en busca de la sorpresa y los laterales con sentido profundo de la banda. Todo lo bueno duró nada. Bastó que La Paz presionase arriba, incomodándole la salida a los centrales, para que la estructura se agrietara por todos lados, amenazando con venirse abajo. Los volantes (receptores primarios para sacar la pelota) esperaban muy lejos, invitando a los defensas a sacarla sucia o rifada. Entonces, el juego se diluyó. Floreció la imprecisión y los ataques, ante una elocuente carencia de juego en el centro, supeditaron todas sus ideas a Andaveris y García. En estampidas, más que en galopadas, los rojos se estrellaron contra la seguridad defensiva paceña.

SIN JUEGO

El desorden presidió el fútbol de un Wilstermann tieso y desorganizado. Hacía tiempo que no se le veía tan desatado, posiblemente porque asumió su deterioro en el juego. Donde no llegaba con geometría, le alcanzaba con el vigor. Como equipo no dejó otro trazo. Sus centrocampistas fueron superados por la compacta media de La Paz, donde cada uno hizo lo que mejor sabe. Y lo hicieron muy bien. Luis Ibañez cortó mucho, cerrando todas las rutas. Navarro también contribuyó a bloquear por el centro y a dar rápida salida al juego para activar las réplicas que, con el correr de los minutos, ganaban en peligrosidad. Enfrente, se proclamaron las carencias de Andrada (extraordinariamente errático) para sostener al equipo en el centro del campo. Romero (inédito en la construcción del juego) salió en el descanso, sin crédito y con la certeza de los malos tiempos que le esperan a él y a los rojos. No hubo mucho en el medio campo. Ibañez se impuso a los creativos locales, Andrada estuvo disperso y a los laterales le superó la agitación del partido. Nunca encontraron la ruta del desborde. Y, al no lograrlo, se contentaron con tirar centros inútiles.

Wilstermann no detuvo a nadie en el medio campo y le faltó contundencia en el ataque. La contundencia es patrimonio de Aparicio y de Salinas, pero ninguno estuvo de principio. Y cuando entraron, ni se notó. Claro, ellos o cualquier otro en esa demarcación dependen de lo que el equipo les genera. Y Wilstermann no tiene ni un gramo de fútbol para sustentarlos. Ocurre que en los extremistas y compulsivos diseños tácticos de Mauricio Soria (que van desde el desabastecido tridente a disparate de llenar el campo de atacantes), la idea central consiste en entregar el balón a los de arriba para que se las arreglen solos. La gloria o la horca.
La Paz, que jugó mejor en todos los apartados, debió ganar. No lo hizo porque el juez tarijeño (Nelson Barro) lo impidió. Anuló un gol (legítimo) en el primer tiempo y otro en el segundo. Y aunque en el segundo obró correctamente (por obstrucción de la línea visual del golero Suárez), su tarea (y la de sus asistentes) quedó muy expuesta.

Wilstermann no logra superar su crisis de identidad. Nadie manda en el campo, nadie ordena el juego y, para colmo, defiende como hace años, es decir, poco y mal. Al cuadro de Soria, si lo buscan lo encuentran. Y La Paz con un par de arreones, lo encontró. En cuanto quiso, La Paz se apoderó del balón y encajonó a los rojos que siguen siendo un conglomerado incapaz de hilvanar tres pases seguidos: no ya buenos, simplemente consecutivos. La Paz, al amparo de una sólida defensa (que sí entendía el partido) o de Duk, o de Molina, se adueñó de un encuentro que seguramente llegó a temer perdido. Wilsterman, quizás, creyó ingenuamente que lo podía ganar con las alocadas armas elegidas por Soria (sistema e intérpretes). La crisis queda en el aire. Un empate es siempre un resultado indefinido. El semáforo, que estaba en rojo, queda en ámbar. Hasta miércoles. El Capriles no sabe qué pensar.

Wilstermann: Hugo Suárez, Edward Zenteno, Daniel Garzón, Mauro Zanotti, Axel Bejarano (Salinas), Gerson García, Maxi Andrada, Luis Carlos Paz, S. Romero (Cardozo), A. Andaveris, L. De Francesco (Aparicio).

La Paz FC: David Torrico, Enrique Bustillos, Herman Soliz, A. Cabrera, Daniel Mancilla, Carlos Marandipi, Luis Ibáñez, Diego Navarro, Carlos Arias, Alejandro Molina (Cortez), Yasmani Duk.

Público: 3.082 boletos vendidos

Recaudación: Bs 41.565

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