Rajoy busca aliados en Europa para evitar que España salga malparada
El Gobierno defiende las ayudas a la agricultura y los fondos estructurales
Miguel González
Bruselas, El País
Las dotes diplomáticas de Rajoy, o más bien su habilidad como jugador de mus, se ponen a prueba desde anoche en Bruselas. La negociación del Presupuesto de la UE es una de las más complejas que existen, ya que el éxito depende de la capacidad para tejer una red de complicidades a varias bandas, con frecuencia mudables y contradictorias entre sí.
A su llegada a la sede del Consejo Europeo, el presidente español dejó claro que la palabra veto —que han esgrimido algunos de los socios— no forma parte de su vocabulario. Dijo venir con ánimo “constructivo”, dispuesto a acordar un presupuesto “equilibrado y sensato”. Ni siquiera repitió, como dijo en Cádiz, que la propuesta presentada hace diez días por el presidente Consejo, Herman Van Rompuy —que recorta en 80.000 millones el proyecto inicial de la Comisión— resulta “inaceptable” para España. Y él mismo se encargó de quitar carga belicosa a su expresión más contundente: “España dará la batalla, en el buen sentido de la expresión”. Si no se alcanza un acuerdo, agregó, “tampoco sería un drama”, ya que nunca se ha logrado pactar un presupuesto comunitario al primer intento y su entrada en vigor no está prevista hasta 2014. ¿Quién dijo prisa?
Pero la calma no es sinónimo de pasividad. Además de pasar por el “confesionario”, para escuchar las últimas propuestas de Van Rompuy (cuyas consecuencias para España analizaba anoche su equipo), Rajoy se reunió con la canciller alemana, Angela Merkel; el presidente francés, François Hollande, y el primer ministro de Portugal, Pedro Passos Coelho. España comparte con Francia su defensa de las ayudas directas a la agricultura y se alinea con los llamados “amigos de la cohesión” —los países del Este, más Grecia y Portugal— en su apuesta por la solidaridad. Pero sabe que, una vez fijada la partida de los fondos estructurales, tendrá que pelearse por su reparto con quienes hasta ahora son sus aliados: España quiere garantizar que las regiones que superen el 75% de la renta media comunitaria (Andalucía, Galicia y Castilla-La Mancha) sigan recibiendo al menos dos tercios de la ayuda que han tenido hasta ahora y eso solo puede conseguirse en detrimento de las que quedan bajo ese umbral.
La situación de España es singular por otro motivo: por primera vez desde su ingreso en la UE, en 1986, está a punto de convertirse en contribuyente neto y, como todos los países que pagan más de lo que reciben de las arcas comunitarias, está interesada en que no se dispare el gasto. Ya no basta con saber cuánto dinero recibirá España de la UE, sino que importa al menos tanto cuánto tendrá que pagar. Y el cálculo del saldo neto esconde una última trampa: los datos de Van Rompuy se basan en un pronóstico de la evolución de la economía española más pesimista que el que hace Madrid. Si Rajoy tiene razón y sus recetas funcionan, España tendrá que aportar más y saldrá peor parada.
Miguel González
Bruselas, El País
Las dotes diplomáticas de Rajoy, o más bien su habilidad como jugador de mus, se ponen a prueba desde anoche en Bruselas. La negociación del Presupuesto de la UE es una de las más complejas que existen, ya que el éxito depende de la capacidad para tejer una red de complicidades a varias bandas, con frecuencia mudables y contradictorias entre sí.
A su llegada a la sede del Consejo Europeo, el presidente español dejó claro que la palabra veto —que han esgrimido algunos de los socios— no forma parte de su vocabulario. Dijo venir con ánimo “constructivo”, dispuesto a acordar un presupuesto “equilibrado y sensato”. Ni siquiera repitió, como dijo en Cádiz, que la propuesta presentada hace diez días por el presidente Consejo, Herman Van Rompuy —que recorta en 80.000 millones el proyecto inicial de la Comisión— resulta “inaceptable” para España. Y él mismo se encargó de quitar carga belicosa a su expresión más contundente: “España dará la batalla, en el buen sentido de la expresión”. Si no se alcanza un acuerdo, agregó, “tampoco sería un drama”, ya que nunca se ha logrado pactar un presupuesto comunitario al primer intento y su entrada en vigor no está prevista hasta 2014. ¿Quién dijo prisa?
Pero la calma no es sinónimo de pasividad. Además de pasar por el “confesionario”, para escuchar las últimas propuestas de Van Rompuy (cuyas consecuencias para España analizaba anoche su equipo), Rajoy se reunió con la canciller alemana, Angela Merkel; el presidente francés, François Hollande, y el primer ministro de Portugal, Pedro Passos Coelho. España comparte con Francia su defensa de las ayudas directas a la agricultura y se alinea con los llamados “amigos de la cohesión” —los países del Este, más Grecia y Portugal— en su apuesta por la solidaridad. Pero sabe que, una vez fijada la partida de los fondos estructurales, tendrá que pelearse por su reparto con quienes hasta ahora son sus aliados: España quiere garantizar que las regiones que superen el 75% de la renta media comunitaria (Andalucía, Galicia y Castilla-La Mancha) sigan recibiendo al menos dos tercios de la ayuda que han tenido hasta ahora y eso solo puede conseguirse en detrimento de las que quedan bajo ese umbral.
La situación de España es singular por otro motivo: por primera vez desde su ingreso en la UE, en 1986, está a punto de convertirse en contribuyente neto y, como todos los países que pagan más de lo que reciben de las arcas comunitarias, está interesada en que no se dispare el gasto. Ya no basta con saber cuánto dinero recibirá España de la UE, sino que importa al menos tanto cuánto tendrá que pagar. Y el cálculo del saldo neto esconde una última trampa: los datos de Van Rompuy se basan en un pronóstico de la evolución de la economía española más pesimista que el que hace Madrid. Si Rajoy tiene razón y sus recetas funcionan, España tendrá que aportar más y saldrá peor parada.