Nada le pasa factura a Angela Merkel

Mientras su reputación en Europa se hunde, la canciller y el ministro Schäuble se elevan en las encuestas en Alemania

Juan Gómez
Berlín, El País
El debate parlamentario del viernes fue, en varios sentidos, un aperitivo para el año electoral de 2013. La canciller, Angela Merkel, encargó a diputados de segunda fila la defensa de una polémica ley para subvencionar a las familias que renuncien a inscribir a sus hijos en guarderías públicas. La oposición y varios líderes de su coalición de centro-derecha critican la norma por incentivar que las madres renuncien al trabajo para cuidar a los niños. Merkel no contestó a las diatribas aceradas de su principal adversario, el socialdemócrata Peer Steinbrück (SPD), que la salpicaron solo de rebote.


La norma fue aprobada con más pena que gloria, pero una vez superado el trago sin exponerse a la locuacidad de Steinbrück, la democristiana Merkel (CDU) pudo complacerse con el espectáculo del pleno de la Cámara baja (Bundestag) aprobando por unanimidad la supresión del impopular copago sanitario en toda Alemania. Medalla para Merkel 10 meses antes de las elecciones. La televisión pública ARD difundía entre tanto los resultados de su encuesta de popularidad e intención de voto: la CDU alcanza el 40%, su mejor resultado desde 2007. Diez puntos por encima de un SPD fortalecido pero incapaz de recortar distancias.

Mientras su reputación se desmorona en la Europa en crisis y sus visitas a los socios del sur, como la de Portugal esta semana, suscita protestas y hace correr ríos de tinta, Merkel y su ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble, presiden las listas de popularidad en Alemania. Ni el reciente giro político para prolongar las ayudas a Grecia ni el enfriamiento económico alemán hacen mella política en la jefa de la Unión Demócrata Cristiana. En la comparación directa del muestreo de ARD, Merkel duplica los resultados del candidato Steinbrück en “credibilidad” y los triplica en “capacidad de liderazgo”. Flaco consuelo encontrará el SPD en los nefastos resultados de los socios de Merkel en el Gobierno, los liberales del FDP, que no llegan al 5%. El centroderecha de CDU y FDP sumarían el 44% de los votos, los mismos que el tándem de SPD y Los Verdes. Así las cosas, los únicos Gobiernos posibles serían hoy una gran coalición entre CDU y SPD o un más improbable acuerdo entre los democristianos y Los Verdes.

Pero las cosas podrían torcerse. Diversos indicadores económicos apuntan ya a un severo enfriamiento de la economía alemana. El jefe del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, avisó el jueves en su rueda de prensa en Fráncfort que la locomotora económica empieza a griparse por culpa de la crisis del euro, que la había respetado hasta ahora.

Las exportaciones cayeron un 2,5% en septiembre respecto al mes anterior, en primer término porque la maltrecha Eurozona representa el 40% de la demanda extranjera de productos alemanes. La exportación hacia los países del euro ha retrocedido un 9,1% respecto a septiembre de 2011. Estas cifras inquietantes no se reflejan en el producto interior bruto (PIB) ni en el mercado laboral. Los cinco sabios que asesoran al Gobierno en cuestiones económicas predicen en su informe del miércoles un aumento de la tasa del paro en 2013 del 6,8% actual al 6,9%. En cuanto al PIB, crecerá un 0,8% en lugar del 1% que anuncia el Gobierno. No son números para echar cohetes, pero si se mantienen así en el actual contexto europeo, permitirán a Merkel seguir presentando hacia dentro su gestión económica como un éxito.

Hacia afuera, la abrumadora preponderancia de Alemania en las negociaciones europeas no se disfraza de propuestas franco-alemanas desde que el conservador Nicolas Sarkozy dejó paso al socialista François Hollande en las elecciones de mayo. La debilidad francesa y la fortaleza alemana abren la puerta a un debate más multipolar y abierto entre los 17 socios. Tampoco esto ha perjudicado a Merkel, que escenificó con gran éxito sus dificultades internas para tratar con sus socios.

Diversas decisiones suyas del último año parecían impracticables para la CDU, el FDP y para media Alemania, pero lo fueron solo hasta el minuto anterior a su anuncio. La posibilidad de un tercer rescate griego, la compra masiva de deuda soberana por parte del BCE o la puesta en marcha de un mecanismo de estabilidad permanente, el MEDE, superaron sendas complicaciones: los diputados de su coalición amenazaban con rebelarse ante nuevos desembolsos griegos, el influyente Banco Central alemán (Bundesbank) se opuso airadamente a la compra de bonos y el Tribunal Constitucional (TC) estudió durante meses la posible ilegalidad del MEDE. Merkel y Schäuble esgrimieron las resistencias del Bundestag, el Bundesbank y el TC como argumento para endurecer sus exigencias en las negociaciones europeas. Las tres son ya papel mojado, pero la agenda de Merkel se ha impuesto en Europa sin mayor desgaste interno.

El diario conservador y populista Bild protestó agriamente hace dos semanas contra la probabilidad de que Grecia obtenga un tercer rescate. Llamaba “cuentistas” a los diputados de la CDU/CSU y FDP que no votarían en contra. La sátira alcanzó al ministro Schäuble, pero dispensó a Merkel, como si ella no tuviera parte. Lo mismo que el viernes, cuando el Bundestag aprobó las subvenciones a las familias que renuncien a una guardería pública, la estrategia de Merkel ante las decisiones espinosas es evitar la lid y fingir que no tienen nada que ver con ella. Esta postura presidencial le dio la victoria en 2009.

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