La censura a la libertad de expresión en China Popular
José Manuel Loza Oblitas
La libertad de expresión es el derecho del ciudadano a cuestionar, criticar, plantear o, al final, alabar determinados discursos o acciones de los gobiernos, sin que por este motivo tenga que sufrir persecuciones, censuras o juicios.
Esa premisa la podemos esperar en los países en los que se practica la democracia, es decir las libertades esenciales que tanto costó a la humanidad conquistarlas, después de siglos de ignominia, de dolor y de sangre y que es necesario preservarlas.
Pero, lamentablemente, no sucede así en regímenes dictatoriales, en los que la libertad de prensa y de expresión más bien es penada y repudiada, como si la censura fuera un mecanismo suficiente para ocultar la verdad que es percibida por la ciudadanía y también por el resto del mundo, especialmente en este tiempo en el que la tecnología, el internet, ha logrado acceder a millones de personas a lo que acontece en cualquier lugar del planeta.
Puede ser que internamente controlen los medios de comunicación, los que, en esas condiciones de tiranías, son de directa dependencia del partido o del gobierno, sin opciones para que se instalen otros ya sea de la oposición o de empresas privadas e independientes, por cuanto si sucediese eso sería una aberración para la filosofía y práctica de los que controlan el poder y también quieren hacerlo con la mente de los ciudadanos.
Un claro ejemplo de lo que señalamos, es lo que aconteció ayer en China Popular, cuando el régimen chino decidió combatir cualquier atisbo de crítica en internet contra el discurso del presidente chino, Hu Jintao, en la apertura del XVIII Congreso del Partido Comunista (PCCh) y ha optado por censurar la red, ya que los usuarios se han topado con el bloqueo del Gobierno en las principales redes sociales del país, como "Weibo", similar al "Twitter" occidental -bloqueado en China-, donde el cónclave ha sido uno de los temas del día. Al introducir la palabra "El gran 18", como popularmente se conoce a este XVIII Congreso del Partido, el usuario de la red social sólo consigue acceder a noticias oficiales, sin posibilidad de conocer los comentarios que otras personas han publicado al respecto.
No obstante, según los despachos periodísticos, el bloqueo no ha sido lo suficientemente rápido y algunas de las numerosas críticas publicadas consiguieron ser rebotadas en otros medios de comunicación en línea antes de ser censurados. "He escuchado el discurso del líder durante 20 minutos. Y lo que puedo decir es que: ¡no me quedo con nada! Ni política fiscal, ni empleo, ni seguridad alimentaria ni el precio de la vivienda: ninguno de estos temas fue mencionado", comentó un usuario bajo el seudónimo "el gato con las piernas largas".
La censura, deriva en persecución, lo que seguramente debe ocurrir actualmente en esa gigante asiático, cuyos departamentos de inteligencia o, mejor, de represión, deben encontrarse en la tarea de identificar a los que lograron adelantarse al bloqueo, a fin de "castigar" ese pecado mortal contra la ideología comunista, o la planificación gubernamental.
Admiramos el crecimiento económico de la China continental, y los esfuerzos que ha hecho para ponerse a la par de las potencias occidentales, de las que insumió en su economía tecnología de punta, cuando abrió sus puertas a un mercado apetitoso de más de mil millones de habitantes en ese tiempo, "anzuelo" en el que la economía de mercado cayó con mucho agrado, frente a la posibilidad de enormes ganancias y un bajo costo de la mano de obra.
Pero no podemos más que criticar que no se haya superado esa tiranía partidaria, ese afán de que nadie pueda hablar y criticar al partido y a su instrumento que se encuentra en el poder, es decir practicar y ejecutar constantes atentados en contra de los derechos a la libertad del hombre.
La libertad de expresión es el derecho del ciudadano a cuestionar, criticar, plantear o, al final, alabar determinados discursos o acciones de los gobiernos, sin que por este motivo tenga que sufrir persecuciones, censuras o juicios.
Esa premisa la podemos esperar en los países en los que se practica la democracia, es decir las libertades esenciales que tanto costó a la humanidad conquistarlas, después de siglos de ignominia, de dolor y de sangre y que es necesario preservarlas.
Pero, lamentablemente, no sucede así en regímenes dictatoriales, en los que la libertad de prensa y de expresión más bien es penada y repudiada, como si la censura fuera un mecanismo suficiente para ocultar la verdad que es percibida por la ciudadanía y también por el resto del mundo, especialmente en este tiempo en el que la tecnología, el internet, ha logrado acceder a millones de personas a lo que acontece en cualquier lugar del planeta.
Puede ser que internamente controlen los medios de comunicación, los que, en esas condiciones de tiranías, son de directa dependencia del partido o del gobierno, sin opciones para que se instalen otros ya sea de la oposición o de empresas privadas e independientes, por cuanto si sucediese eso sería una aberración para la filosofía y práctica de los que controlan el poder y también quieren hacerlo con la mente de los ciudadanos.
Un claro ejemplo de lo que señalamos, es lo que aconteció ayer en China Popular, cuando el régimen chino decidió combatir cualquier atisbo de crítica en internet contra el discurso del presidente chino, Hu Jintao, en la apertura del XVIII Congreso del Partido Comunista (PCCh) y ha optado por censurar la red, ya que los usuarios se han topado con el bloqueo del Gobierno en las principales redes sociales del país, como "Weibo", similar al "Twitter" occidental -bloqueado en China-, donde el cónclave ha sido uno de los temas del día. Al introducir la palabra "El gran 18", como popularmente se conoce a este XVIII Congreso del Partido, el usuario de la red social sólo consigue acceder a noticias oficiales, sin posibilidad de conocer los comentarios que otras personas han publicado al respecto.
No obstante, según los despachos periodísticos, el bloqueo no ha sido lo suficientemente rápido y algunas de las numerosas críticas publicadas consiguieron ser rebotadas en otros medios de comunicación en línea antes de ser censurados. "He escuchado el discurso del líder durante 20 minutos. Y lo que puedo decir es que: ¡no me quedo con nada! Ni política fiscal, ni empleo, ni seguridad alimentaria ni el precio de la vivienda: ninguno de estos temas fue mencionado", comentó un usuario bajo el seudónimo "el gato con las piernas largas".
La censura, deriva en persecución, lo que seguramente debe ocurrir actualmente en esa gigante asiático, cuyos departamentos de inteligencia o, mejor, de represión, deben encontrarse en la tarea de identificar a los que lograron adelantarse al bloqueo, a fin de "castigar" ese pecado mortal contra la ideología comunista, o la planificación gubernamental.
Admiramos el crecimiento económico de la China continental, y los esfuerzos que ha hecho para ponerse a la par de las potencias occidentales, de las que insumió en su economía tecnología de punta, cuando abrió sus puertas a un mercado apetitoso de más de mil millones de habitantes en ese tiempo, "anzuelo" en el que la economía de mercado cayó con mucho agrado, frente a la posibilidad de enormes ganancias y un bajo costo de la mano de obra.
Pero no podemos más que criticar que no se haya superado esa tiranía partidaria, ese afán de que nadie pueda hablar y criticar al partido y a su instrumento que se encuentra en el poder, es decir practicar y ejecutar constantes atentados en contra de los derechos a la libertad del hombre.