El milagro económico chino, empañado por la situación social

SHENZHEN, AFP
En la tentacular planta de Foxconn de Shenzhen, donde medio millón de trabajadores fabrican todo tipo de componentes electrónicos, aumenta la angustia por la desaceleración de la economía china. Aquí, el empleo será el mayor desafío para los nuevos amos del país, que serán elegidos la próxima semana en Pekín.
Motor del milagro económico, las fábricas de Shenzhen y de la provincia vecina de Cantón (sur), dedicadas a exportar a Europa y Estados Unidos, se han visto golpeadas fuertemente por la caída de la demanda occidental. Y la agitación laboral está ahora al orden del día.
Este deterioro de la coyuntura no podía producirse en peor momento para el Partido Comunista Chino (PCC), que ha construido su legitimidad haciendo que millones de chinos salgan de la pobreza con la creación anual de millones de empleos.
En diez años, bajo la égida de Hu Jintao, que abandonará el poder en el XVIII Congreso del PCC que se inicia el próximo jueves, China ha pasado del sexto al segundo puesto de la economía mundial, gracias a un crecimiento anual promedio del 10%.
Pero 2012 supondrá una caída, pues se espera un crecimiento del 7,5%, el más bajo desde 1999.
"En este momento, tenemos realmente muchos problemas. Las empresas que están en la costa paralizan progresivamente su producción. Por eso esperamos de los dirigentes una política", dice a la AFP Wu Yuanguang, 30 años, que trabaja en Foxconn.
Wu está soltero y trabaja en la cadena de producción de la gigantesca planta, propiedad de un magnate de Taiwán, que suministra a Apple, Sony, Nokia y a otros muchos. Como decenas de millones de colegas, vive en los dormitorios atestados de una torre en una zona industrial central de Shenzhen.
La planta de Foxconn suele dar que hablar: suicidios de sus empleados que se tiran de las altas torres-dormitorio, y últimamente, empleo ilegal de menores.
Aunque sus trabajadores se encuentran entre los mejor pagados de China, con unos salarios de hasta 3.000 yuanes (unos 480 dólares) mensuales por 10 horas de trabajo diarios, seis días a la semana.
Wu, "trabajador migrante", forma parte de los beneficiados por el modelo de crecimiento chino destinado a la exportación.
En China, la renta per cápita casi se ha duplicado en diez años, para llegar a los 21.810 yuanes (3.460 dólares) en las zonas urbanas el pasado año.
Pero la mayoría de los 253 millones de trabajadores migrantes que construyen la prosperidad de las ciudades constituyen una población "flotante", "ciudadanos de segunda categoría" privados del indispensable "huku", el permiso de residencia que abre acceso a la protección social y a las escuelas para sus hijos.
El descontento aumenta. Las expectativas de los trabajadores han cambiado y el desafío será gigantesco para el próximo presidente chino Xi Jinping, de 59 años.
"Necesitamos una política mejor para las zonas rurales y los trabajadores migrantes como nosotros", dice Wu, antes de quejarse de que la "diferencia de los ingresos es enorme: lo que tienen dinero son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres. Es injusto", dice.
De hecho, el malestar social no para de crecer y las manifestaciones, bajas laborales -la palabra "huelga" está prohibida - e incidentes diversos se multiplican, en particular en las provincias vecinas de Cantón, pese a la ausencia de sindicatos independientes, prohibidos, señala el Boletín Laboral de China, un observatorio de los movimientos sociales con sede en Hong Kong.
"Salarios, condiciones laborales decentes y protección social son las preocupaciones fundamentales de la mayoría de los trabajadores", declaró a la AFP Geoffrey Crothall, un experto de este observatorio.
"Pero para la mayoría en China, el camino sigue siendo arduo. Los salarios han aumentado, pero es que partían de muy abajo", dice.
Para los próximos dirigentes comunistas, la salud de los mercados europeo y estadounidense será vital, ya que ello permitirá responder o no a las demandas de la población china.
Un nuevo programa de incentivo económico estaría en estudio y se nutriría de los ingresos fiscales y del enorme superávit comercial acumulado en diez años: 3 billones de dólares, diez veces más que en 2002.
El objetivo es reducir la dependencia china de sus exportaciones y estimular el consumo interno.
Para ello, habrá que aumentar los salarios, con el riesgo de acelerar la tendencia de los empresarios occidentales de deslocalizar el trabajo en otra parte o incluso repatriarlo a casa.
"La cúpula dirigente saliente ha hablado mucho en estos diez años de reequilibrar la economía reduciendo la inversión. La necesidad de actuar ahora es acuciante", estiman los analistas de Capital Economics, Mark Williams y Wang Qinwei, en su informe de octubre.

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