Del egoísmo y el mercado

Alberto Bonadona Cossío
Muchos economistas apelan al mercado para explicar principios y consecuencias de sus actos y el de toda la humanidad. Principios en el sentido de las normas o ideas fundamentales que rigen el pensamiento o la conducta y que, emergentes del funcionamiento del mercado, justifican acciones y omisiones.


Se toma así al mercado como una expresión más de la naturaleza y de un supuesto equilibrio que conduce a lo que debe ser de cualquier accionar humano. En este sentido, se concibe a los resultados del mercado como frutos naturales frente a los cuales los seres humanos no pueden más que aceptar sus consecuencias y mejor les irá en la medida en que eviten cualquier interferencia frente a este pulcro mecanismo.

A esta visión se le añade la noción del homus economicus, aberrante creación mental de un individuo tipo absolutamente egoísta cuya única virtud es actuar en su propio beneficio. Por lo general, para otorgarle autoridad a esta concepción, se recurre a una cita del fundador de la economía como ciencia, Adam Smith, con un pasaje referido al mercado y a la especialización del trabajo que, al descontextualizarlo, sirve para fundamentar una visión del mundo unilineal y unidimensional.

El pasaje aludido dice: “No esperamos comer gracias a la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero, sino a la consideración de su propio interés. No nos dirigimos a su humanidad sino a su egoísmo, y nunca les hablamos de nuestras necesidades sino de su provecho”. De acuerdo con Amartya Sen, los admiradores de Smith que recurren a este párrafo no parecen haber llegado en su lectura de La riqueza de las naciones más allá de éste o no pasaron de la página 29.

Todo el mundo actúa de manera egoísta pero no única y absolutamente bajo esa perspectiva. El comercio es mutuamente beneficioso y en la relación que exige es necesaria la actitud de defensa del propio interés.

Pero hay mucho más que eso en la existencia humana. El propio Smith rechazó categóricamente el fundamento de la conducta humana exclusivamente en el egoísmo o en “un cariño especial” que encuentra en los filósofos por reducir todo a una virtud. Nuevamente Sen reflexiona: “Es algo irónico que admiradores entusiastas atribuyan al mismo Smith este ‘cariño especial’ al convertirlo en el ‘gurú’ del egoísmo (en contra de lo que Smith dijo)”.

Lo más destacable de esas posiciones defensoras del mercado como el único y más eficiente mecanismo y hasta perfecto asignador de recursos, es que presentan sus ideas como libres de todo interés material o sin mansilla de cualquier ideología. Posición que sólo revela intereses profundos de defensa de privilegios propios e incluso, de manera nada egoísta, intereses ajenos de individuos poderosos que justifican una despiadada acumulación como naturales consecuencias del mercado.

El mercado irrestricto, así como el ser unidimensional, acarrean consecuencias de desigualdad y miseria que podrían evitarse al ver al mercado como un mecanismo que genera crisis y resultados ordenados para unos y caóticos para los más.

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