Cameron: “No podemos subir el gasto en la UE e imponer recortes a escala nacional”
El primer ministro británico sale del Consejo satisfecho después del exitoso plante a los planes presupuestarios de la UE
Ricardo Martínez de Rituerto
Bruselas, El País
David Cameron abandonó el Consejo Europeo satisfecho por haber plantado con éxito cara a unos planes presupuestarios para el periodo 2014-2020 que dibujó como propios de una “Bruselas que vive como en un universo paralelo”, una Bruselas que exige recortes a los Estados y no se los aplica a sí misma. “No podemos incrementar el gasto en la UE mientras imponemos recortes a escala nacional”, declaró enfáticamente el primer ministro británico, que lo más que dice aceptar es la congelación del actual marco presupuestario, sin trapicheos contables.
A Londres se le ha atribuido el ser punta de lanza de la oposición al prepuesto, aunque Holanda era aún más dura en sus exigencias. Sin entrar en primacías, Cameron optó por identificar la partida a la contra: “El acuerdo no era bueno para Reino Unido, Alemania, Suecia, Países Bajos, Finlandia y Dinamarca, contribuyentes netos, los países que pagan los cheques”.
Vista con ojos británicos, la UE es una viciada maquinaria de derroche gestionada por irresponsables que se niegan a hacer los recortes necesarios con ánimo de seguir viviendo con privilegios intolerables: sueldos de fábula, pensiones de ensueño, complementos rayanos en la corrupción… desgranó Cameron, halagando los bajos instintos del electorado británico y embutiéndose el traje de defensor del contribuyente europeo: “La Comisión no ha ofrecido ni un euro de recortes; que no lo haya hecho es un insulto al contribuyente”. Esa alusión a la defensa de los intereses del contribuyente, una constante en la vida pública británica, responde ahora a la consolidación de una opinión pública cada vez más euroescéptica, a la que sirve con gusto una prensa que ha entregado la cuchara europea, y ambas ante una clase política que, con independencia de ideologías, intenta capitalizar ese rechazo callejero a la Unión.
Como la UE necesita forzosamente un presupuesto, sobre ello volverán los líderes europeos en el primer trimestre de 2013, cuando se hayan acercado las posiciones. “Congelar el presupuesto [en términos reales] no es una postura extrema”, explicó un Cameron que junto a los recortes de gastos en administración ofreció a la guillotina las áreas de seguridad, justicia y gasto externo, con unos recortes estimados por él en 7.500 millones de euros. Esta última demanda revela el recelo británico a todo los que es proyección exterior de la Unión, que Londres ve como injerencia de la burocracia de Bruselas en áreas de exclusiva gestión nacional. “Hay partidas en las que se puede ahorrar dinero sin necesidad de entrar en las de la agricultura o los fondos estructurales”, insistió, en referencia a las ayudas a los países y regiones menos avanzados. “No hemos conseguido un acuerdo; hemos evitado uno malo, lo que en términos europeos está bastante bien”, resumió Cameron su visión de lo ocurrido en Bruselas.
Ricardo Martínez de Rituerto
Bruselas, El País
David Cameron abandonó el Consejo Europeo satisfecho por haber plantado con éxito cara a unos planes presupuestarios para el periodo 2014-2020 que dibujó como propios de una “Bruselas que vive como en un universo paralelo”, una Bruselas que exige recortes a los Estados y no se los aplica a sí misma. “No podemos incrementar el gasto en la UE mientras imponemos recortes a escala nacional”, declaró enfáticamente el primer ministro británico, que lo más que dice aceptar es la congelación del actual marco presupuestario, sin trapicheos contables.
A Londres se le ha atribuido el ser punta de lanza de la oposición al prepuesto, aunque Holanda era aún más dura en sus exigencias. Sin entrar en primacías, Cameron optó por identificar la partida a la contra: “El acuerdo no era bueno para Reino Unido, Alemania, Suecia, Países Bajos, Finlandia y Dinamarca, contribuyentes netos, los países que pagan los cheques”.
Vista con ojos británicos, la UE es una viciada maquinaria de derroche gestionada por irresponsables que se niegan a hacer los recortes necesarios con ánimo de seguir viviendo con privilegios intolerables: sueldos de fábula, pensiones de ensueño, complementos rayanos en la corrupción… desgranó Cameron, halagando los bajos instintos del electorado británico y embutiéndose el traje de defensor del contribuyente europeo: “La Comisión no ha ofrecido ni un euro de recortes; que no lo haya hecho es un insulto al contribuyente”. Esa alusión a la defensa de los intereses del contribuyente, una constante en la vida pública británica, responde ahora a la consolidación de una opinión pública cada vez más euroescéptica, a la que sirve con gusto una prensa que ha entregado la cuchara europea, y ambas ante una clase política que, con independencia de ideologías, intenta capitalizar ese rechazo callejero a la Unión.
Como la UE necesita forzosamente un presupuesto, sobre ello volverán los líderes europeos en el primer trimestre de 2013, cuando se hayan acercado las posiciones. “Congelar el presupuesto [en términos reales] no es una postura extrema”, explicó un Cameron que junto a los recortes de gastos en administración ofreció a la guillotina las áreas de seguridad, justicia y gasto externo, con unos recortes estimados por él en 7.500 millones de euros. Esta última demanda revela el recelo británico a todo los que es proyección exterior de la Unión, que Londres ve como injerencia de la burocracia de Bruselas en áreas de exclusiva gestión nacional. “Hay partidas en las que se puede ahorrar dinero sin necesidad de entrar en las de la agricultura o los fondos estructurales”, insistió, en referencia a las ayudas a los países y regiones menos avanzados. “No hemos conseguido un acuerdo; hemos evitado uno malo, lo que en términos europeos está bastante bien”, resumió Cameron su visión de lo ocurrido en Bruselas.