Miles de fieles llenan la Plaza de San Pedro, a medio siglo del Concilio Vaticano II

ROMA, AFP
Apremiado por la necesidad de dar un nuevo impulso a la Iglesia al cumplirse hoy medio siglo del comienzo del Concilio Vaticano II, que cambió para siempre a la Iglesia, el Papa dijo con tono pesimista en la plaza de San Pedro que el mundo "vive en estos decenios una desertificación espiritual", con un vacío profundo. Para afrontar esta crisis, Benedicto XVI señaló que es necesario volver a la letra de los textos del Concilio y apoyarse en ellos "para volver a anunciar a Cristo".

Benedicto XVI, aplaudido y aclamado por la multitud extendida en un magnífico día otoñal en la gran plaza frente a la basílica vaticana, agregó que hoy "lo más importante es que se reavive en la Iglesia aquella tensión positiva, aquel anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo".

Cuatrocientos prelados de la Iglesia, desde cardenales y obispos a clérigos de nota, repitieron el desfile de hace 50 años de los padres sinodales y otros participantes de la asamblea sinodal, que en total eran casi tres mil. Con paramentos verdes atravesaron la plaza de San Pedro. Entre ellos caminaron 14 prelados que hace medio siglo tomaron parte en la ceremonia inicial, que era presidida por la silla gestatoria donde hacía sido izado Juan XXIII, el anciano Papa elegido pocos meses antes, que tuvo la genial intuición de convocar a la asamblea constitucional de la Iglesia más importante en los últimos siglos.

Hoy el Papa, que lucía una casulla verde, se mostró en algunos momentos emocionado al recordar las escenas del Concilio Vaticano II del que tomó parte a los 35 años como joven teólogo experto que formaba parte del ala progresista de la Iglesia.

En la celebración de esta mañana estaban también presentes el jefe religioso de los anglicanos, el arzobispo de Canterbury Rowan Williams, y el Patriarca Ecuménico ortodoxo de Costantinopla, Bartolomé I, lo que otorgó un talante ecuménico al recuerdo del Concilio que abrió decididamente la Iglesia al diálogo con las otras religiones.

"Si desde hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la Fe y una nueva evangelización, es porque hay necesidad todavía más que hace 50 años y la respuesta está en el contenido de los documentos del Concilio", recitó el Papa.

Benedicto XVI evocó el fantasma del nazismo y el comunismo al recordar que en la época del Concilio "se podía saber por algunas trágicas páginas de la hnistoria lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lo vemos lamentablemente cada día a nuestro alrededor".

Y agregó: "Hay una desertificación espiritual, se ha difundido el vacío" profundo. Sobre este panorama tan negativo, la esperanza es "descubrir nuevamente la alegría de creer, lo que es esencial para vivir".

Explicó que el Año de la Fe, así como el Sínodo Mundial de Obispos para la nueva evangelización están vinculados al Concilio, "cuyo supremo interés fue que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz.

Durante el Concilio, señaló con gestos conmovidos el Papa, "había una emocionante tensión con relación a la tarea común de hacer resplandecer la verdad y la belleza de la fe, sin sacrificarla a las exigencias del presente ni encadenarla al pasado".

Esta noche miles de fieles llevarán antorchas, como hicieron hace 50 años sus antecesores de la Acción Católica, que partirán del vecino castillo de San Angel para caminar por la vía de la Conciliación hasta la plaza de San Pedro. El Papa se asomará a la ventana de su estudio, en el tercer piso del Palacio Apostólico, como hace los domingos, para saludar a la multitud y sumarse al recuerdo-homenaje del Concilio.

Los padres conciliares mantuvieron cuatro sesiones de cuatro meses, una por cada año que duró el Vaticano II. Juan XXIII murió en junio de 1963 y fue Pablo VI el que llevó adelante la asamblea hasta su clausura, el 8 de diciembre de 1965. La era preconciliar había concluído, con sus virtudes, defectos y retardos, la Iglesia se había modernizando y era distinta, mucho más abierta al mundo contemporáneo y a los cambios litúrgicos internos. Una victoria del Concilio fue recuperar la Biblia, el libro sagrado con la palabra de Dios para los fieles, que antes no podían leerla porque el Vaticano solo la imprimía en latín para hacer imprescindible la mediación sacerdotal.

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