“La reacción turca es una bendición”

Los rebeldes sirios se refugian en la frontera tras las represalias de Ankara
Intensos combates en zonas limítrofes se saldan con 40 soldados muertos, según la oposición

José Miguel Calatayud
Tal Abyad, El País
“Vi tres soldados de [Bachar] El Asad muertos por los disparos de Turquía y los demás se fueron después. Estoy muy agradecido a Turquía”, relata, cansado pero sonriente, un hombre de Tal Abyad, el pueblo sirio junto a este punto de la frontera. Dos hombres de Akcakale, localidad turca al otro lado, niegan con la cabeza. Miran hacia Tal Abyad, a apenas 200 metros atravesados por tres alambradas ahora rotas, y dicen que están preocupados, que no saben qué puede pasar ahora que Turquía ha atacado a Siria.


Junto a ellos, se sucede un goteo constante de personas del lado sirio que llevan sus pertenencias a Akcakale o que regresan a su pueblo después de realizar sus compras en el lado turco. “Me voy porque estaban cayendo bombas”, dice en árabe Yamam, de 34 años y que acaba de entrar en Akcakale cargado con una enorme bolsa negra.

Aunque ahora la situación es de calma, en los últimos días la tensión entre Turquía y Siria alcanzó su punto máximo desde el inicio del conflicto en marzo de 2011. El Ejército turco ha respondido cuatro días seguidos con artillería a varios impactos en su territorio de proyectiles lanzados desde Siria y el Parlamento dio permiso al Gobierno para enviar tropas a Siria si fuera necesario. Del lado sirio, sin embargo, los combates entre el Ejército y los rebeldes se han recrudecido en las últimas horas en las provincias límitrofes con Turquía, especialmente en la de Idlib, con el resultado de medio centenar de muertos, 40 de ellos soldados del régimen, según ha anunciado este sábado el opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH). Activistas antigubernamentales contactados telefónicamente por la agencia Efe reivindicaron varias operaciones de la insurgencia en la zona, entre ellas la toma de la aldea de Jirbet al Yoz, a solo dos kilómetros de Turquía, y del puesto militar de Al Dajra.

Del lado turco, el peor incidente ocurrió el miércoles en Akcakale, cuando una mujer, sus tres hijas y su hermana murieron al impactar en su casa un proyectil disparado desde Siria. Inmediatamente, Turquía bombardeó posiciones en Tal Abyad de las tropas sirias, que tuvieron que retirarse, dejando el puesto de control de este pueblo a los rebeldes del Ejército Libre de Siria (ELS).

Abdulkadir es un joven de Tal Abyad que regresa a su pueblo desde Akcakale junto a tres amigos. “No hay pan en Siria”, dice. Los cuatro chicos llevan varias bolsas llenas de pan y otros alimentos.

A la entrada de Tal Abyad, un pequeño grupo de soldados del ELS están apostados a la sombra de un edificio, de cara al lado turco de la frontera, sentados en dos camastros y en varias sillas de plástico. Algunos llevan uniforme militar o parte de él y la mayoría calza sandalias. Las únicas armas a la vista son unos pocos y viejos fusiles AK-47. Varios de los soldados son adolescentes.

“No esperábamos la reacción turca pero ha sido una bendición”, dice el líder del grupo, Mahmud el Faris. Grande, con una barba canosa y cuidada, El Faris dice que no tiene pasado militar, que trabajaba en la construcción en Tal Abyad hasta que se unió al ELS, y cuenta con orgullo que su hijo de 16 años está luchando junto a él.

El grupo dice que 24 soldados de El Asad murieron por los disparos de la artillería turca y que las tropas, que estaban asediando Tal Abyad, se retiraron el jueves y ahora están a unos 15 kilómetros, lo que ha dejado al ELS en total control de este pueblo fronterizo. “La verdad es que ahora mismo no tenemos ningún plan”, dice El Faris.

La mayoría de los 4.000 habitantes de Tal Abyad se han refugiado en el lado turco y el pueblo tiene un aspecto fantasmal. Calles vacías y llenas de cascotes, fachadas completamente recorridas por agujeros de disparos de bala y aquí y allá enormes agujeros en las paredes y algún que otro edificio medio derruido, solo grupos milicianos del ELS que alzan brazos y fusiles en señal de victoria.

En el centro, en una amplia plaza, hay un monumento del que cuelgan tiras rasgadas. "Eso era el retrato de El Asad", dice uno de los rebeldes. En otra plaza, la bandera que ahora ondea es la verde, blanca con tres estrellas y negra del ELS.

Los rebeldes conducen en una furgoneta hacia las afueras de Tal Abyad al suroeste y pasan bajo un cartel que señala: "Alepo, 225 kilómetros". A unos seis kilómetros fuera del pueblo se detienen en el arcén. "El Asad, muy peligroso, muy peligroso", dice el conductor en inglés y señalando hacia delante. Las tropas gubernamentales están a unos 10 kilómetros de este punto, según los rebeldes.

"Turquía es muy buena con nosotros porque allí nos ayudan cada día. Nos dan comida y agua y nos dejan sus casas para nuestros niños y para nosotros", cuenta sonriente Abdullah al Roumi, de 19 años, miembro del ELS y vestido con uniforme militar, ya de vuelta cerca de la frontera.

Al Roumi dice que era estudiante de Telecomunicaciones en la Universidad de Alepo y que hace dos meses decidió unirse al ELS. "El Asad nos estaba matando cada día, en la universidad, en cada escuela, cortaron la electricidad, el agua, no había comida", dice lentamente en inglés.

El conflicto sirio se está ensañando particularmente con Alepo y se ha extendido por otras partes del país, llegando hasta la frontera turca en lugares como este. De un lado, Tal Abyad, vacía y fantasmal y destruida por las balas y las bombas. Del otro, Akcakale, que intenta regresar a la normalidad tras la visita de la guerra esta semana y su recuerdo: una casa destrozada y dos mujeres y tres niñas muertas.

En la frontera, la gente de Tal Abyad agradece a la artillería turca que expulsara a las tropas del Gobierno mientras en Akcakale miran con aprensión a su vecino del sur y solo esperan que la guerra no vuelva a su puerta.


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