Florida, el premio gordo de la campaña
Obama aborda un maratón de 8.500 kilómetros por los estados que decidirán las elecciones
Antonio Caño
Tampa, El País
En este maratón de más de 8.500 kilómetros con el que Barack Obama da el empujón final a su campaña en los puntos más determinantes, el presidente ha recorrido ocho estados en dos días, ha participado en seis mítines, acudió al programa de Jay Leno en Los Ángeles, se desplazó a Chicago por votar por adelantado y mantuvo dos mega llamadas telefónicas colectivas con 17.000 votantes indecisos y con 9.000 voluntarios de su campaña desde el asiento del Air Force One, donde pasó la noche antes de aterrizar el jueves aquí, en Tampa, en el estado de Florida.
El esfuerzo es proporcional a lo que está en juego en esta fase crítica de la campaña electoral, que se está decidiendo en estas horas y en lugares como este, Ybor City Park, el corazón de un área que en el siglo XVI fue abierta a la conquista por Hernando de Soto y que hoy, con tres millones de habitantes, es uno de los principales campos de batalla por la presidencia de Estados Unidos.
“Estamos avanzando en todo. El paro baja, la economía crece. No podemos permitirnos volver a las políticas que nos metieron en esta crisis. No podemos retrasar el reloj 50 años para las mujeres, para los inmigrantes, para los gays. Por eso les pido su voto para un segundo mandato como presidente de EEUU”, dijo Obama en Tampa. “Florida, ustedes me conocen, ustedes saben que pueden confiar en mí, que hago lo que digo y digo lo que hago”.
Desde Florida a Virginia, y de ahí a Ohio, para completar el trío fundamental de los llamados swing states, los que oscilan con más facilidad entre uno y otro partido y deciden el resultado. Entre los tres juntan 60 votos de los 270 que se requieren para obtener la mayoría en el Colegio Electoral, el cuerpo que designa al ganador de las elecciones. De los tres, Florida es el que mayor premio otorga (29 representantes), pero también el más difícil, por su extensión y la complejidad de su electorado.
La ruta que Obama realizará en dos días.
Ningún estado resume como Florida la diversidad racial, social y cultural de Estados Unidos. La campaña electoral aquí supone, en realidad, una serie de diferentes campañas para cada uno de los grupos electorales que integran este territorio: hispanos (con distintos orígenes y tendencias entre ellos), jubilados, judíos, jóvenes y familias suburbanas, las que habitan en las zonas residenciales que rodean las grandes ciudades.
Mitt Romney es hoy ligero favorito a la victoria, pero los demócratas, no solo no dan el Estado por perdido, sino que, animados por encuestas en las que la ventaja del candidato republicano está dentro del margen de error, y por cálculos propios, según los cuales disponen de mayor capacidad de movilización en los últimos días, confían aún en repetir la sorprendente victoria que Obama tuvo en 2008, por menos de tres puntos. Una derrota de Romney en Florida sería prácticamente letal. Ya sabía de la trascendencia de este estado cuando decidió organizar la última convención republicana precisamente aquí, en Tampa. Si a los 237 votos electorales que Obama tiene prácticamente asegurados ahora, añadiese los 29 de Florida, su contrincante estaría obligado a ganar en todos los demás estados actualmente indefinidos, una proeza.
Obama tiene diversas vías hacia la victoria que no pasan por Florida. Pero Romney está obligado a un triunfo que, aunque posible, será costoso. Este es un estado de un comportamiento electoral muy irregular. No hay más que recordar lo sucedido en el año 2000, cuando el Tribunal Supremo tuvo que deshacer el empate que el recuento de papeletas electorales era incapaz de resolver –lo que, en última instancia, convirtió a George W. Bush en presidente-, para entender lo ajustado que puede llegar a ser el resultado final.
Las elecciones aquí se juegan en tantos frentes y con ingredientes tan diferentes que, realmente, cualquier cosa puede ocurrir el 6 de noviembre. Tomemos, por ejemplo, el caso de los hispanos, el grupo en el que, igual que en Colorado y Nevada, Obama cuenta para que le dé el triunfo. En Florida, especialmente en el sur del Estado, existe una representación, mayor o menor, de prácticamente cada uno los países de América Latina. A los cubanos que llegaron desde el triunfo de la revolución, y que son los que le han dado las señas de identidad a Florida, se han ido sumando posteriormente colombianos, haitianos, dominicanos y, en los últimos años, venezolanos.
El predominio de exiliados cubanos hasta hace poco orientaba el voto hispano claramente en dirección republicana. Pero, la suma de otras comunidades, unido al hecho de que los jóvenes cubanos nacidos aquí no comparten ya unánimemente la ideología de sus padres –Obama ganó en 2008 en Hialeah, una de las principales ciudades cubanas del sur-, hace su comportamiento electoral más imprevisible. Sobre todo, por el creciente protagonismo adquirido por los puertorriqueños, que han doblado su número en la última década y son ya más de 850.000
Los puertorriqueños, que suelen ser votantes demócratas, han tenido hasta ahora poco interés en participar en las elecciones, pero su respuesta esta vez puede ser decisiva. En un estado en el que la victoria puede depender de unos pocos miles, quién sabe si cientos, de votos, un colectivo de cerca de un millón inclinado a votar demócrata es una mina de oro. No por casualidad, el Partido Demócrata ha nombrado como coordinadora de campaña para los hispanos a Betsy Franceschini, que nació en Puerto Rico.
Romney cuenta con compensar lo que pierda entre los hispanos con los votantes blancos del suburbio –Florida es uno de los estados de mayor crecimiento poblacional y, por tanto, uno de los principales escenarios de la burbuja inmobiliaria-, golpeados por la crisis económica y sus efectos en el empobrecimiento de la clase media. Y cuenta también con obtener la mayoría entre los pensionistas que, desde hace tiempo, se instalan masivamente en este cálido litoral.
Sin embargo, ese grupo, conservador por naturaleza, se ha hecho ahora un poco más reacio por culpa de la presencia de Paul Ryan en el ticket republicano. La más famosa iniciativa de Ryan, un halcón contra el déficit público, en el Congreso ha sido una reforma presupuestaria que incluye la transformación del Medicare, el programa de ayuda sanitaria a los jubilados. Para éstos, Medicare es una línea roja que nadie puede cruzar. Desde su nombramiento como candidato a la vicepresidencia, Ryan ha corregido algunos de sus planes iniciales, que apuntaban hacia la privatización de ese servicio, y el propio Romney ha tenido que declarar que no comparte el punto de vista de su compañero de candidatura en esa materia. Pero el recelo ha quedado ahí, y es difícil anticipar su efecto final.
Buena parte de esos pensionistas son judíos, lo que hasta hace poco suponía un factor que los inclinaba hacia el Partido Demócrata, pero que ahora, después de instalado el prejuicio de que Obama ha tenido malas relaciones con Israel, puede jugar a favor del Partido Republicano.
Pescar votos en medio de este complejo panorama es difícil y caro. Las dos candidaturas han gastado en Florida más que en ningún otro lugar del país. Pero el premio es muy alto. Para Obama, el gordo, una casi garantía de su permanencia en la Casa Blanca. Para Romney, la seguridad de que puede estar con posibilidades hasta el último momento de la noche electoral. Si es como en 2000, incluso semanas o meses después.
Antonio Caño
Tampa, El País
En este maratón de más de 8.500 kilómetros con el que Barack Obama da el empujón final a su campaña en los puntos más determinantes, el presidente ha recorrido ocho estados en dos días, ha participado en seis mítines, acudió al programa de Jay Leno en Los Ángeles, se desplazó a Chicago por votar por adelantado y mantuvo dos mega llamadas telefónicas colectivas con 17.000 votantes indecisos y con 9.000 voluntarios de su campaña desde el asiento del Air Force One, donde pasó la noche antes de aterrizar el jueves aquí, en Tampa, en el estado de Florida.
El esfuerzo es proporcional a lo que está en juego en esta fase crítica de la campaña electoral, que se está decidiendo en estas horas y en lugares como este, Ybor City Park, el corazón de un área que en el siglo XVI fue abierta a la conquista por Hernando de Soto y que hoy, con tres millones de habitantes, es uno de los principales campos de batalla por la presidencia de Estados Unidos.
“Estamos avanzando en todo. El paro baja, la economía crece. No podemos permitirnos volver a las políticas que nos metieron en esta crisis. No podemos retrasar el reloj 50 años para las mujeres, para los inmigrantes, para los gays. Por eso les pido su voto para un segundo mandato como presidente de EEUU”, dijo Obama en Tampa. “Florida, ustedes me conocen, ustedes saben que pueden confiar en mí, que hago lo que digo y digo lo que hago”.
Desde Florida a Virginia, y de ahí a Ohio, para completar el trío fundamental de los llamados swing states, los que oscilan con más facilidad entre uno y otro partido y deciden el resultado. Entre los tres juntan 60 votos de los 270 que se requieren para obtener la mayoría en el Colegio Electoral, el cuerpo que designa al ganador de las elecciones. De los tres, Florida es el que mayor premio otorga (29 representantes), pero también el más difícil, por su extensión y la complejidad de su electorado.
La ruta que Obama realizará en dos días.
Ningún estado resume como Florida la diversidad racial, social y cultural de Estados Unidos. La campaña electoral aquí supone, en realidad, una serie de diferentes campañas para cada uno de los grupos electorales que integran este territorio: hispanos (con distintos orígenes y tendencias entre ellos), jubilados, judíos, jóvenes y familias suburbanas, las que habitan en las zonas residenciales que rodean las grandes ciudades.
Mitt Romney es hoy ligero favorito a la victoria, pero los demócratas, no solo no dan el Estado por perdido, sino que, animados por encuestas en las que la ventaja del candidato republicano está dentro del margen de error, y por cálculos propios, según los cuales disponen de mayor capacidad de movilización en los últimos días, confían aún en repetir la sorprendente victoria que Obama tuvo en 2008, por menos de tres puntos. Una derrota de Romney en Florida sería prácticamente letal. Ya sabía de la trascendencia de este estado cuando decidió organizar la última convención republicana precisamente aquí, en Tampa. Si a los 237 votos electorales que Obama tiene prácticamente asegurados ahora, añadiese los 29 de Florida, su contrincante estaría obligado a ganar en todos los demás estados actualmente indefinidos, una proeza.
Obama tiene diversas vías hacia la victoria que no pasan por Florida. Pero Romney está obligado a un triunfo que, aunque posible, será costoso. Este es un estado de un comportamiento electoral muy irregular. No hay más que recordar lo sucedido en el año 2000, cuando el Tribunal Supremo tuvo que deshacer el empate que el recuento de papeletas electorales era incapaz de resolver –lo que, en última instancia, convirtió a George W. Bush en presidente-, para entender lo ajustado que puede llegar a ser el resultado final.
Las elecciones aquí se juegan en tantos frentes y con ingredientes tan diferentes que, realmente, cualquier cosa puede ocurrir el 6 de noviembre. Tomemos, por ejemplo, el caso de los hispanos, el grupo en el que, igual que en Colorado y Nevada, Obama cuenta para que le dé el triunfo. En Florida, especialmente en el sur del Estado, existe una representación, mayor o menor, de prácticamente cada uno los países de América Latina. A los cubanos que llegaron desde el triunfo de la revolución, y que son los que le han dado las señas de identidad a Florida, se han ido sumando posteriormente colombianos, haitianos, dominicanos y, en los últimos años, venezolanos.
El predominio de exiliados cubanos hasta hace poco orientaba el voto hispano claramente en dirección republicana. Pero, la suma de otras comunidades, unido al hecho de que los jóvenes cubanos nacidos aquí no comparten ya unánimemente la ideología de sus padres –Obama ganó en 2008 en Hialeah, una de las principales ciudades cubanas del sur-, hace su comportamiento electoral más imprevisible. Sobre todo, por el creciente protagonismo adquirido por los puertorriqueños, que han doblado su número en la última década y son ya más de 850.000
Los puertorriqueños, que suelen ser votantes demócratas, han tenido hasta ahora poco interés en participar en las elecciones, pero su respuesta esta vez puede ser decisiva. En un estado en el que la victoria puede depender de unos pocos miles, quién sabe si cientos, de votos, un colectivo de cerca de un millón inclinado a votar demócrata es una mina de oro. No por casualidad, el Partido Demócrata ha nombrado como coordinadora de campaña para los hispanos a Betsy Franceschini, que nació en Puerto Rico.
Romney cuenta con compensar lo que pierda entre los hispanos con los votantes blancos del suburbio –Florida es uno de los estados de mayor crecimiento poblacional y, por tanto, uno de los principales escenarios de la burbuja inmobiliaria-, golpeados por la crisis económica y sus efectos en el empobrecimiento de la clase media. Y cuenta también con obtener la mayoría entre los pensionistas que, desde hace tiempo, se instalan masivamente en este cálido litoral.
Sin embargo, ese grupo, conservador por naturaleza, se ha hecho ahora un poco más reacio por culpa de la presencia de Paul Ryan en el ticket republicano. La más famosa iniciativa de Ryan, un halcón contra el déficit público, en el Congreso ha sido una reforma presupuestaria que incluye la transformación del Medicare, el programa de ayuda sanitaria a los jubilados. Para éstos, Medicare es una línea roja que nadie puede cruzar. Desde su nombramiento como candidato a la vicepresidencia, Ryan ha corregido algunos de sus planes iniciales, que apuntaban hacia la privatización de ese servicio, y el propio Romney ha tenido que declarar que no comparte el punto de vista de su compañero de candidatura en esa materia. Pero el recelo ha quedado ahí, y es difícil anticipar su efecto final.
Buena parte de esos pensionistas son judíos, lo que hasta hace poco suponía un factor que los inclinaba hacia el Partido Demócrata, pero que ahora, después de instalado el prejuicio de que Obama ha tenido malas relaciones con Israel, puede jugar a favor del Partido Republicano.
Pescar votos en medio de este complejo panorama es difícil y caro. Las dos candidaturas han gastado en Florida más que en ningún otro lugar del país. Pero el premio es muy alto. Para Obama, el gordo, una casi garantía de su permanencia en la Casa Blanca. Para Romney, la seguridad de que puede estar con posibilidades hasta el último momento de la noche electoral. Si es como en 2000, incluso semanas o meses después.