Escocia votará en 2014 sobre su independencia

Londres y Edimburgo ultiman un acuerdo para que el referéndum sea vinculante y se ciña exclusivamente al sí o el no a la secesión

Walter Oppenheimer
Londres, El País
Londres y Edimburgo han llegado a un acuerdo casi final sobre el referéndum de independencia de Escocia. A falta de resolver algún fleco, se espera que sea sellado el lunes por el primer ministro británico, David Cameron, y el ministro principal escocés, Alex Salmond. Todos han cedido algo: Cameron acepta que la consulta sea en 2014 y no de forma inmediata, como él quería; y, Salmond, se resignarse a que sea autorizada por Westminster y la pregunta se ciña exclusivamente a la independencia, sin una segunda alternativa de incrementar los poderes del parlamento autónomo.


No está claro si hay acuerdo en torno a otro asunto controvertido: si pueden votar los mayores de 16 años, como quiere Salmond, o solo los mayores de 18 como defienden los conservadores británicos. Los escoceses dicen que serán ellos quienes decidan y los tories aseguran que lo impedirán. Tampoco se sabe si se requerirá un nivel determinado de participación o de votos a favor de la independencia para aceptar la secesión.

Sí está claro, en cambio, que se trata de un referéndum vinculante desde el punto de vista político, pero los términos exactos de la separación si ganaran los independentistas tendrían que ser negociados luego entre Londres y Edimburgo.

Alex Salmond advirtió que el acuerdo no está cerrado. “No creo que la gente pueda anunciar que se ha logrado un acuerdo hasta que ese acuerdo se haya alcanzado. Hacer eso es una tontería”, declaró. “Aún quedan asuntos por resolver. No tiene sentido dejar cabos sueltos que luego se pueden reabrir”, advirtió. “Espero que tengamos algo la semana que viene a lo que el primer ministro y yo le podamos poner nuestra firma, pero aún no hay acuerdo”, insistió.

El primer ministro David Cameron, fue menos cauto durante su intervención en el congreso de los conservadores británicos en Birmingham al dar por segura su presencia el lunes en Edimburgo. Y utilizó el éxito de los Juegos Olímpicos para defender la unidad: “Aunque nuestros atletas fueran escoceses, galeses, ingleses o de Irlanda del Norte, se envolvían en una sola bandera. Por supuesto, hay una persona a la que eso no le gustó. Se llama Alex Salmond. Voy a verle el lunes para decidir la cuestión del referéndum sobre la independencia a finales de 2014. Hay muchas cosas que quiero que haga esta coalición, pero lo más importante que puede hacer es salvar nuestro Reino Unido”, dijo.

El preacuerdo, alcanzado tras varios meses de negociaciones entre el ministro británico para Escocia, Michael Moore, y la número dos del Gobierno escocés, Nicola Sturgeon, fue cerrado el lunes por la noche en una conversación telefónica entre ambos, que se reunirán para el visto bueno final el viernes que viene.

En síntesis, ese acuerdo de principio viene a reconocer que es Westminster quien tiene el poder legal de convocar la consulta y que autorizará a Edimburgo a convocarla. Será luego el parlamento escocés el que, con ese mandato, organice al referéndum. Eso significa decidir la fecha, el enunciado de la pregunta y también si podrán participar o no los escoceses que residen fuera de Escocia.

La fórmula acordada no solo tiene el meollo político de aceptar que la última palabra sobre el referéndum la tiene Londres, sino que viene a despejar uno de los fantasmas que se ceñían sobre la consulta si esta no tenía el visto bueno previo de Westminster: la posibilidad de que alguien la llevara a los tribunales.

Históricamente, los políticos británicos siempre han aceptado el derecho de los escoceses a pedir la secesión en referéndum. La tranquilidad con la que una consulta independentistas se veía en Londres se debía a que nadie pensaba que llegara a producirse: el sistema electoral escocés, con gran parte de los escaños adjudicados con un sistema proporcional, hacía impensable que el Partido Nacional Escocés (SNP) lograra algún día la mayoría absoluta. Pero Alex Salmond consiguió primero una victoria de mínimos en 2007 que le permitió gobernar pero no convocar el referéndum, y se hizo en 2011 con la mayoría absoluta.

En ese momento cambió la posición de Londres, que se atribuyó el poder legal de convocar el referéndum. Pero la política británica, en general pragmática y con tendencia a aceptar la voluntad de los parlamentos, hizo que Downing Street comprendiera que un referéndum que contaba con el apoyo mayoritario del parlamento y de opinión pública escoceses era inevitable. Lo que intentó Cameron fue robarle a Salmond la iniciativa política. Y lo logró al anunciar su disposición a negociar más poderes para Escocia y aceptar la convocatoria del referéndum con la condición de que fuera lo antes posible y que se ciñera a la cuestión de si Escocia ha de ser o no independiente.

Aunque la celebración del referéndum cuenta con un gran apoyo popular, las posibilidades de que ganen los independentistas son escasas y van a la baja. Un sondeo de TNS MBRB para el diario Herald publicado el lunes otorga sólo un 28% de votos a favor de la secesión (eran el 38% a principios de año) y un 53% a favor de que Escocia siga unida a Gran Bretaña (antes era el 44%).

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