El ocaso de los bancos de inversión
Marcelo Justo
Hoy los bancos de inversión y sus magos de las finanzas siguen haciendo dinero, pero muchísimo menos. En los primeros nueves meses de este año ganaron unos US$45.000 millones menos que en el mismo período de 2011, lo que representa una caída del 19%.
"La crisis de la eurozona, la debilidad de la recuperación estadounidense, y el temor a un aterrizaje forzoso de China y Asia han tenido un fuerte impacto en los bancos de inversión en un mundo muy reacio al riesgo", le explicó a BBC Mundo el economista Brandon Julio, de la London Business School.
Este impacto se refleja en el empleo. En 2007, la City de Londres contaba con más de 350.000 empleados; hoy son 100.000 menos.
En Nueva York, unos 20.000 han perdido sus puestos y la sangría continúa. Se espera una pérdida de otros 2.500 empleos antes de fin de año.
La entidad japonesa Nomura comenzó a fines de septiembre una reestructuración de su operación europea; una tercera parte de su personal terminará en la calle.
Los bancos de inversión, que se expandieron en un reino de reglas ultralaxas, enfrentan además otro problema: un nuevo clima regulatorio.
A diferencia de los bancos comerciales, los de inversión no funcionan con depósitos de individuos o firmas, sino como intermediarios en el financiamiento de países, corporaciones o instituciones y en la venta de opacos instrumentos financieros como futuros y derivados.
La separación entre ambos tipos de entidades, que rigió en Estados Unidos a raíz de la hecatombe de 1929, se diluyó en esa repetición de los "años locos" que se dio a partir de la década de los años 90.
La proliferación de entidades que operaban al mismo tiempo como receptores de depósitos y especuladores e intermediarios de grandes aventuras financieras se volvió la norma.
El peligro quedó en claro con el estallido de 2008. La operación básica de los bancos –los depósitos de individuos y firmas– había quedado expuesta a la especulación de las áreas de inversión de las entidades. El fantasma de una corrida dejó a todo el sistema financiero internacional al borde del precipicio.
En Estados Unidos la reforma Volcker, que entró en vigencia en julio de este año, les prohíbe a los bancos que comercialicen derivados, monedas, bonos, commodities y otros productos financieros con sus propios fondos (tienen que hacerlo con capital del inversor al que están asesorando).
La reforma fue diluida por la presión de los republicanos y halcones financieros del propio gobierno de Barack Obama, como el secretario del Tesoro Timothy Geithner, pero las autoridades esperan que esta y otras medidas protejan los depósitos.
En Reino Unido, las autoridades avanzan con una reforma para separar de manera tajante, en el interior de una misma entidad, las actividades especulativas de las tradicionales de un banco de depósito.
En la Unión Europea (UE) un comité de expertos, encabezados por el presidente del Banco Central de Finlandia, Erkki Liikannen, acaba de proponer un sistema similar al británico.
Si a esta medidas se suma que por el acuerdo Basilea III -adoptado por los bancos centrales mundiales- los bancos tienen que aumentar a partir del año próximo sus encajes (el porcentaje de dinero que deben tener disponible permanentemente respecto del total de depósitos), se ve que el margen para las aventuras especulativas está acotado.
Un miembro del comité de expertos de la UE, el economista Hugo Banziger, le dijo a BBC Mundo que esta regulación reducirá significativamente el riesgo sistémico y, al mismo tiempo, afectará las ganancias de los bancos de inversión.
Estas entidades, añadió, "van a perder el subsidio que obtenían de su rama de depósito".
"Combinado con Basel III, la posición de los bancos se volverá mucho más sostenible, pero al mismo tiempo las ganancias, que provenían en gran medida de los riesgos adoptados, disminuirán".
Según esta posición, o se es banco de depósito o de inversión; no hay amalgama posible.
Entre sus adalides se encuentran figuras tan ortodoxas como el jefe del Banco de Inglaterra, Mervyn King, y ex directores de grandes bancos de inversión como el Citigroup y el Merrill Lynch.
En julio de este año uno de ellos, Sandy Weil, considerado uno de los cerebros de la desregulación de los años 90, sorprendió con su plena conversión a la ley Glass Steagall. "Nos dio medio siglo sin crisis financieras", aclaró.
El problema es que muchos bancos de inversión tienen contratos de hasta 20 años de duración con derivados y otros productos financieros. El riesgo subyacente de estas posiciones vuelve mucho más difícil su venta para implementar una separación total de los dos tipos de entidades.
En este sentido, la estructura del sistema financiero todavía no ha cambiado gran cosa. Muchos de los productos financieros que llevaron a la crisis –opacos derivados, CDOs, etc.- siguen siendo una parte esencial de las transacciones a nivel mundial. Los paraísos fiscales que suministraron una cobertura a todo este funcionamiento, también.
¿Está realmente protegido el sistema financiero internacional?
Según le comentó a BBC Mundo Philip Augar, autor de varios libros esenciales sobre la banca de inversión, entre ellos "Reckless: The Rise and Fall of the City", no se puede descartar la posibilidad de que sobrevenga otra crisis.
"Hay algunas reformas que avanzan en la dirección correcta, pero todavía las reglas que hay para el endeudamiento de los bancos son muy blandas. En el centro de la crisis de 2008 se encontraban entidades que se habían endeudado sin suficiente respaldo", explicó Augar.
Si a esto se le agrega la frágil economía mundial y los riesgos del sistema bancario de la eurozona, tenemos todos los ingredientes de un cóctel explosivo.
BBC Mundo
Eran los reyes del Universo, Midas que convertían todo en oro, Gatsbys del siglo XXI, origen de leyendas que multiplicaban los dólares en cientos de miles gastados en una sola noche de celebración eterna.
El estallido financiero de 2008 cambió las cosas. En marzo de ese año el derrumbe de un banco de inversión fundado en 1923, el Bear Stearns, marcó el fin del primer acto. Unos meses más tarde, en septiembre, la caída de otra añejo añeja entidad del sector, Lehman Brothers, con más de un siglo de vida, abrió las puertas del diluvio.Eran los reyes del Universo, Midas que convertían todo en oro, Gatsbys del siglo XXI, origen de leyendas que multiplicaban los dólares en cientos de miles gastados en una sola noche de celebración eterna.
"La crisis de la eurozona, la debilidad de la recuperación estadounidense, y el temor a un aterrizaje forzoso de China y Asia han tenido un fuerte impacto en los bancos de inversión en un mundo muy reacio al riesgo", le explicó a BBC Mundo el economista Brandon Julio, de la London Business School.
Este impacto se refleja en el empleo. En 2007, la City de Londres contaba con más de 350.000 empleados; hoy son 100.000 menos.
En Nueva York, unos 20.000 han perdido sus puestos y la sangría continúa. Se espera una pérdida de otros 2.500 empleos antes de fin de año.
La entidad japonesa Nomura comenzó a fines de septiembre una reestructuración de su operación europea; una tercera parte de su personal terminará en la calle.
Los bancos de inversión, que se expandieron en un reino de reglas ultralaxas, enfrentan además otro problema: un nuevo clima regulatorio.
La ruleta de la especulación
"El peligro quedó en claro con el estallido de 2008. La operación básica de los bancos –los depósitos de individuos y firmas– había quedado expuesta a la especulación de las áreas de inversión de las entidades"
La separación entre ambos tipos de entidades, que rigió en Estados Unidos a raíz de la hecatombe de 1929, se diluyó en esa repetición de los "años locos" que se dio a partir de la década de los años 90.
La proliferación de entidades que operaban al mismo tiempo como receptores de depósitos y especuladores e intermediarios de grandes aventuras financieras se volvió la norma.
El peligro quedó en claro con el estallido de 2008. La operación básica de los bancos –los depósitos de individuos y firmas– había quedado expuesta a la especulación de las áreas de inversión de las entidades. El fantasma de una corrida dejó a todo el sistema financiero internacional al borde del precipicio.
Regulando el casino
Nadie cuestiona hoy la necesidad de un nuevo sistema regulatorio.En Estados Unidos la reforma Volcker, que entró en vigencia en julio de este año, les prohíbe a los bancos que comercialicen derivados, monedas, bonos, commodities y otros productos financieros con sus propios fondos (tienen que hacerlo con capital del inversor al que están asesorando).
La reforma fue diluida por la presión de los republicanos y halcones financieros del propio gobierno de Barack Obama, como el secretario del Tesoro Timothy Geithner, pero las autoridades esperan que esta y otras medidas protejan los depósitos.
En la Unión Europea (UE) un comité de expertos, encabezados por el presidente del Banco Central de Finlandia, Erkki Liikannen, acaba de proponer un sistema similar al británico.
Si a esta medidas se suma que por el acuerdo Basilea III -adoptado por los bancos centrales mundiales- los bancos tienen que aumentar a partir del año próximo sus encajes (el porcentaje de dinero que deben tener disponible permanentemente respecto del total de depósitos), se ve que el margen para las aventuras especulativas está acotado.
Un miembro del comité de expertos de la UE, el economista Hugo Banziger, le dijo a BBC Mundo que esta regulación reducirá significativamente el riesgo sistémico y, al mismo tiempo, afectará las ganancias de los bancos de inversión.
Estas entidades, añadió, "van a perder el subsidio que obtenían de su rama de depósito".
"Combinado con Basel III, la posición de los bancos se volverá mucho más sostenible, pero al mismo tiempo las ganancias, que provenían en gran medida de los riesgos adoptados, disminuirán".
La próxima apuesta
No todos comparten este optimismo. Una creciente masa de críticos afirma que se necesita un resurrección lisa y llana de la ley Glass Steagall, que el Congreso estadounidense aprobó en 1933 para prohibir la banca universal, es decir, la coexistencia en el interior de una misma entidad de la operación con depósitos y la especulativa.Según esta posición, o se es banco de depósito o de inversión; no hay amalgama posible.
En julio de este año uno de ellos, Sandy Weil, considerado uno de los cerebros de la desregulación de los años 90, sorprendió con su plena conversión a la ley Glass Steagall. "Nos dio medio siglo sin crisis financieras", aclaró.
El problema es que muchos bancos de inversión tienen contratos de hasta 20 años de duración con derivados y otros productos financieros. El riesgo subyacente de estas posiciones vuelve mucho más difícil su venta para implementar una separación total de los dos tipos de entidades.
En este sentido, la estructura del sistema financiero todavía no ha cambiado gran cosa. Muchos de los productos financieros que llevaron a la crisis –opacos derivados, CDOs, etc.- siguen siendo una parte esencial de las transacciones a nivel mundial. Los paraísos fiscales que suministraron una cobertura a todo este funcionamiento, también.
¿Está realmente protegido el sistema financiero internacional?
Según le comentó a BBC Mundo Philip Augar, autor de varios libros esenciales sobre la banca de inversión, entre ellos "Reckless: The Rise and Fall of the City", no se puede descartar la posibilidad de que sobrevenga otra crisis.
"Hay algunas reformas que avanzan en la dirección correcta, pero todavía las reglas que hay para el endeudamiento de los bancos son muy blandas. En el centro de la crisis de 2008 se encontraban entidades que se habían endeudado sin suficiente respaldo", explicó Augar.
Si a esto se le agrega la frágil economía mundial y los riesgos del sistema bancario de la eurozona, tenemos todos los ingredientes de un cóctel explosivo.