El fantasma de una burbuja inmobiliaria inquieta a Pekín

El Gobierno intenta enfriar el sector, cuyo auge de precios causa descontento social

J. Reinoso
Pekín, El País
Hace tres años, Sun, de 28 años, y su novio compraron un apartamento de 90 metros cuadrados en Tongzhou —localidad situada 25 kilómetros al este de Pekín—, por el que pagaron un millón de yuanes (122.000 euros). La pareja se casó el año siguiente, pero no vive en ese piso, sino en otro alquilado en el barrio de Wangjing, en la capital, donde ella trabaja en un hotel. “Tongzhou está demasiado lejos para venir todos los días, así que alquilamos aquel apartamento y nos instalamos aquí. Por el nuestro nos pagan unos 4.000 yuanes (490 euros) al mes, el mismo alquiler que tenemos en Wangjing, con la diferencia de que aquí el piso tiene 50 metros cuadrados y es viejo”.


Para poder comprar su casa, pidieron un crédito a 30 años por el 50% del valor. En estos tres años, el precio del piso se ha duplicado; pero Sun asegura que en Wangjing las cosas están aún peor. “Esta zona me gusta y está cerca de mi trabajo, pero es imposible comprar un apartamento, son demasiado caros: unos 35.000 yuanes (4.300 euros) el metro cuadrado”, asegura en un animado centro comercial frente al hotel, mientras su marido, que trabaja en una aseguradora, escucha. “El sector inmobiliario está fuera de control”.

Liu Xiang, empleado en la agencia inmobiliaria Century 21 en el barrio, coincide: “Los precios en Pekín no dejan de subir, pero en Wangjing lo hacen aún más. Si en 2008 la media aquí eran unos 12.000 yuanes (1.470 euros) el metro cuadrado, en 2010 pasó a 30.000 yuanes y ahora está en unos 38.000”.

La evolución refleja el problema al que se enfrenta el Gobierno y los esfuerzos que ha hecho en los dos últimos años para contener la burbuja inmobiliaria, una de las principales causas de descontento entre la población, que es incapaz de acceder a la compra de una vivienda; algo especialmente sensible en este país, donde muchos padres exigen a los futuros maridos de sus hijas que tengan casa en propiedad.

Al mismo tiempo, muestra la dificultad de frenar el sobrecalentamiento en un sector que se ha convertido en un refugio del dinero ante la falta de productos de inversión; una práctica que hace que muchos pisos estén deshabitados. “En los apartamentos Hua Cai International, el 50% están vacíos”, dice Liu, mientras señala un grupo de torres de 28 pisos. “Alguna gente compró varias plantas como inversión, pero no ha podido vender luego los apartamentos o alquilarlos porque son demasiado caros”, afirma.

El Gobierno aseguró el jueves que menos ciudades han registrado subidas de los precios de la vivienda en septiembre, respecto al mes anterior. En 31 de las 70 ciudades supervisadas han aumentado, frente a 36 en agosto; en 24 han caído, y en 15 han permanecido constantes. En Pekín subieron un 0,1%. “En este momento, el mercado inmobiliario está en general estable”, dijo Sheng Laiyun, portavoz de la Oficina Nacional de Estadísticas. El primer ministro, Wen Jiabao, afirmó hace una semana que los frenos al sector inmobiliario han mostrado sus “efectos preliminares”, pero que el mercado aún es “inestable”.

Pekín ha implementado medidas para controlar el inmobiliario desde hace más de dos años; entre ellas, la necesidad de dar entradas mayores en la compra, impuestos inmobiliarios y limitaciones a la adquisición de una segunda vivienda. Pero en los últimos meses el sector ha dado nuevos signos de agitación, después de que el Gobierno haya recortado en dos ocasiones los tipos de interés y haya disminuido los requisitos de reservas que deben tener los bancos, con objeto de impulsar la concesión de créditos y animar una economía castigada por la ralentización de las exportaciones, debido a la crisis global. El Gobierno ha prometido que, de momento, mantendrá las medidas de control para contener los precios en un nivel “razonable”.

Mientras en la calle la gente se queja de la carestía de la vivienda, la actividad constructora continúa sin cesar, al calor del ambiente político que reina estas semanas en la capital por el inicio el 8 noviembre del congreso quinquenal del Partido Comunista Chino (PCCh). En un edificio en obras en Wangjing cuelgan sendas pancartas con eslóganes. “Bienvenido el XVIII Congreso”, “Demos un nuevo gran salto adelante en desarrollo”.

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