El Ejército libanés trata de frenar una espiral de violencia que ha costado 7 vidas

Las Fuerzas Armadas se enfrentan a una "escalada de la tensión sin precedentes"
Los enfrentamientos se reproducen por cuarto día consecutivo en Beirut y Trípoli

Ana Carbajosa
Jerusalén, El País
El Ejército libanés ha salido de los cuarteles, ha tomado las calles de Líbano y ha emitido un comunicado poco habitual. Ha advertido de que el país se encuentra en una fase crítica, de que no va a permitir más desmanes, y ha pedido a los líderes políticos que extremen la cautela en sus intervenciones. Los militares tratan de hacer lo imposible por contener los brotes de violencia que desde hace tres días amenazan con convertirse en un enfrentamiento civil de dimensiones imprevisibles. “La seguridad del país está en riesgo”, estimó el Ejército en el comunicado. “Hay una escalada sin precedentes de la tensión en algunas zonas”, añadía el texto.


La actuación del Ejército da una idea de la gravedad de la situación, que sobre el terreno ha dejado al menos siete muertos en enfrentamientos sectarios ocurridos entre la noche del domingo y el lunes.

El atentado del viernes pasado en el que murió en el corazón cristiano de Beirut Wissam al Hassan, jefe del espionaje interno y bestia negra de Damasco, ha destapado la caja de los truenos sectaria. La coalición antisiria y proocidental 14 de Marzo acusa al régimen de Damasco de estar detrás del asesinato y ha sacado a sus seguidores suníes a la calle. Pide además la dimisión del primer ministro, Nayib Mikati, y el fin de la injerencia siria en Líbano de la mano de su aliado. Damasco y Hezbolá guardan de momento silencio, más allá de las declaraciones de condena al uso. Los choques en la calle no se han hecho esperar.

La violencia ha sido especialmente grave en Trípoli, en el norte del país, donde los choques sectarios han dejado seis muertos, incluida una niña de nueve años por disparos de un francotirador, y medio centenar de heridos, según el recuento de la agencia Reuters. Esta zona fronteriza con la vecina Siria se ha convertido en el principal foco de tensión y en una suerte de réplica a pequeña escala del conflicto que desangra Siria.

Fue hace 19 meses cuando activistas antigubernamentales sirios salieron a la calle para pedir la caída del régimen al calor de las primaveras árabes. Desde entonces 30.000 sirios han muerto, la inmensa mayoría fruto de la represión del Ejército, según las cifras que ofrece la oposición. En dos barrios de Trípoli, el mayoritariamente suní de Bab al Tabané y el alauí Yabal Mohsen, se reproduce desde hace meses el enfrentamiento entre seguidores —alauíes, próximos al chíismo— y detractores del régimen de Bachar el Asad, los rebeldes suníes. Las víctimas mortales de los últimos días se han registrado en esos distritos, igual que los 13 muertos habidos el pasado junio.

En la capital, Beirut, que en los últimos meses había logrado escapar de la violencia, se han producido desde el viernes tiroteos en algunos barrios. El Ejército se ha desplegado para evitar la presencia de hombres armados y la quema de neumáticos y el levantamiento de barricadas, con las que los manifestantes cortan las arterias de la ciudad. Un palestino murió en la ciudad por los disparos de los uniformados, según indicó el Ejército.

El comunicado que este lunes emitió esta institución explicaba el sentir de buena parte de los libaneses. “Tomaremos medidas decisivas, especialmente en las zonas de creciente tensión religiosa y sectaria, para evitar que Líbano se transforme de nuevo en un lugar para dirimir disputas regionales y para evitar que el asesinato del mártir Wissam al Hassan termine por convertirse en el asesinato de todo el país”, indica el texto.

El intento de asalto a la oficina del primer ministro, Nayib Mikati, el domingo, tras el multitudinario funeral-manifestación del Al Hassan, fruto de la propagación de la ira callejera, fue el incidente que hizo saltar todas las alarmas y que acabó por provocar la intervención de los militares. Lo que no está tan claro es que la decisión del Ejército libanés vaya a ser suficiente para contener la ira de algunos libaneses y pacificar el país. Especialmente si no cuenta con la colaboración de las todopoderosas milicias de Hezbolá, capaces de hacer sombra al propio Ejército.

En el plano político, está por ver si el Ejecutivo de coalición que encabeza Nayib Mikati y que controla Hezbolá, caerá a consecuencia de los acontecimientos de los últimos días. Mikati llegó incluso a presentar su dimisión durante el fin de semana, pero dijo haberse topado con el rechazo del presidente del país, Michel Suleimán, quien, como algunos observadores, teme que en este momento un vacío de poder contribuya a agravar la situación. Algunos manifestantes aseguran que no piensan abandonar las calles hasta que Mikati dimita.

Las repercusiones de un nuevo conflicto civil en Líbano han despertado una marea de preocupación internacional. Los embajadores de los países miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reunieron el lunes con el presidente Suleimán, al que trasladaron su inquietud, e hicieron un llamamiento a la unidad y la calma.

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