Rajoy en la ONU: “Se han perdido demasiados años sobre Gibraltar”
El presidente emplaza a Londres a retomar el diálogo para la descolonización
El presidente apoya el multilateralismo ante la Asamblea de Naciones Unidas
MIGUEL GONZÁLEZ
Nueva York, El País
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se presentó ante la Asamblea General de Naciones Unidas como un firme defensor del multilateralismo, “comprometido con la paz y seguridad internacionales, con la promoción y defensa de los derechos humanos y con la búsqueda de un desarrollo sostenible”. No podía ser de otro modo, pues el jefe del Ejecutivo aprovechó su estreno en la cita anual de la ONU para lanzar la candidatura de España como miembro no permanente del Consejo de Seguridad en el bienio 2015-2016.
Al igual que hizo el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero en 2004, cuando habló por vez primera ante Naciones Unidas, Rajoy no se olvidó del contencioso de Gibraltar. Tras subrayar que “entre países amigos y aliados, como son España y el Reino Unido, un diálogo directo y sincero debe permitir superar cualquier diferencia”, realizó un llamamiento a Londres para reanudar las conversaciones bilaterales sobre la soberanía de la colonia, acordado en 1984 e interrumpido desde 2002. “Hemos perdido ya demasiados años”, apostilló.
Al presidente no le ayudó el horario porque tuvo intervenir ante la Asamblea General de la ONU al final de una agotadora jornada en la que le precedieron en la tribuna más de 30 oradores. Pero no se arredró por ello, como tampoco tuvo inconveniente en presumir de las generosas contribuciones económicas realizadas por su predecesor, el socialista Rodríguez Zapatero, a los programas de Naciones Unidas (el PNUD, ONU Mujer o Unidad en la Acción), obviando que su Gobierno las ha recortado drásticamente. Incluso recogió la bandera levantada por Zapatero en favor de una moratoria universal de la pena de muerte y, aunque no mencionó expresamente la Alianza de Civilizaciones, antes denostada por su propio partido, dejó claro que no se apeará de la misma.
Aseguró que España seguirá contribuyendo “en la medida de sus posibilidades” a las operaciones de paz de la ONU; sugirió que se mantendrá la presencia de tropas en Afganistán después de 2014, cuando debe concluir la actual misión de la OTAN; y respaldó una eventual intervención militar en el norte de Mali, bajo control de “grupos terroristas”, pero subrayando que “debe contar con el decidido apoyo de los países de la región y ser liderada por los propios malienses”.
Respecto al Sáhara, reiteró la apuesta de España por una solución “duradera, justa y mutuamente aceptable que prevea la libre determinación del pueblo saharaui”, de acuerdo con las resoluciones de Naciones Unidas.
Mariano Rajoy no aludió a la crisis económica mundial, que tiene en Europa, y particularmente en España, su epicentro. A mejorar la maltrecha imagen de España dedicó la reunión que mantuvo a media tarde con el consejo editorial del The Wall Street Journal, uno de los rotativos económicos más influyentes del mundo. No se sabe si fue lo bastante persuasivo. The New York Times, que el lunes recibió la visita del Rey, publicó en primera página un demoledor reportaje sobre España ilustrado con la foto en blanco y negro de un desempleado rebuscando comida en un contenedor de basura.
Más favorable será con toda seguridad el auditorio del Americas Society / Council of the Americas, un club volcado en potenciar las relaciones con América Latina, donde le escucharán hoy los asistentes previo pago de 150 dólares (75 los socios). Rajoy podrá anunciarles que la próxima Cumbre Iberoamericana de Cádiz será un éxito, después de que el presidente de Paraguay, Federico Franco, le confirmase ayer que renuncia a acudir a la cita, despejando así la amenaza de boicot por sus vecinos de Mercosur y Unasur, que consideran ilegítima la destitución de su antecesor, Fernando Lugo. Tanto la presidenta argentina, Cristina Fernández, como la de Brasil, Dilma Rousseff, habían amenazado con no acudir.
El presidente apoya el multilateralismo ante la Asamblea de Naciones Unidas
MIGUEL GONZÁLEZ
Nueva York, El País
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se presentó ante la Asamblea General de Naciones Unidas como un firme defensor del multilateralismo, “comprometido con la paz y seguridad internacionales, con la promoción y defensa de los derechos humanos y con la búsqueda de un desarrollo sostenible”. No podía ser de otro modo, pues el jefe del Ejecutivo aprovechó su estreno en la cita anual de la ONU para lanzar la candidatura de España como miembro no permanente del Consejo de Seguridad en el bienio 2015-2016.
Al igual que hizo el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero en 2004, cuando habló por vez primera ante Naciones Unidas, Rajoy no se olvidó del contencioso de Gibraltar. Tras subrayar que “entre países amigos y aliados, como son España y el Reino Unido, un diálogo directo y sincero debe permitir superar cualquier diferencia”, realizó un llamamiento a Londres para reanudar las conversaciones bilaterales sobre la soberanía de la colonia, acordado en 1984 e interrumpido desde 2002. “Hemos perdido ya demasiados años”, apostilló.
Al presidente no le ayudó el horario porque tuvo intervenir ante la Asamblea General de la ONU al final de una agotadora jornada en la que le precedieron en la tribuna más de 30 oradores. Pero no se arredró por ello, como tampoco tuvo inconveniente en presumir de las generosas contribuciones económicas realizadas por su predecesor, el socialista Rodríguez Zapatero, a los programas de Naciones Unidas (el PNUD, ONU Mujer o Unidad en la Acción), obviando que su Gobierno las ha recortado drásticamente. Incluso recogió la bandera levantada por Zapatero en favor de una moratoria universal de la pena de muerte y, aunque no mencionó expresamente la Alianza de Civilizaciones, antes denostada por su propio partido, dejó claro que no se apeará de la misma.
Aseguró que España seguirá contribuyendo “en la medida de sus posibilidades” a las operaciones de paz de la ONU; sugirió que se mantendrá la presencia de tropas en Afganistán después de 2014, cuando debe concluir la actual misión de la OTAN; y respaldó una eventual intervención militar en el norte de Mali, bajo control de “grupos terroristas”, pero subrayando que “debe contar con el decidido apoyo de los países de la región y ser liderada por los propios malienses”.
Respecto al Sáhara, reiteró la apuesta de España por una solución “duradera, justa y mutuamente aceptable que prevea la libre determinación del pueblo saharaui”, de acuerdo con las resoluciones de Naciones Unidas.
Mariano Rajoy no aludió a la crisis económica mundial, que tiene en Europa, y particularmente en España, su epicentro. A mejorar la maltrecha imagen de España dedicó la reunión que mantuvo a media tarde con el consejo editorial del The Wall Street Journal, uno de los rotativos económicos más influyentes del mundo. No se sabe si fue lo bastante persuasivo. The New York Times, que el lunes recibió la visita del Rey, publicó en primera página un demoledor reportaje sobre España ilustrado con la foto en blanco y negro de un desempleado rebuscando comida en un contenedor de basura.
Más favorable será con toda seguridad el auditorio del Americas Society / Council of the Americas, un club volcado en potenciar las relaciones con América Latina, donde le escucharán hoy los asistentes previo pago de 150 dólares (75 los socios). Rajoy podrá anunciarles que la próxima Cumbre Iberoamericana de Cádiz será un éxito, después de que el presidente de Paraguay, Federico Franco, le confirmase ayer que renuncia a acudir a la cita, despejando así la amenaza de boicot por sus vecinos de Mercosur y Unasur, que consideran ilegítima la destitución de su antecesor, Fernando Lugo. Tanto la presidenta argentina, Cristina Fernández, como la de Brasil, Dilma Rousseff, habían amenazado con no acudir.