Marruecos expulsa a Argelia a los inmigrantes de Isla de Tierra
La Guardia Civil los detuvo uno a uno de noche y los entregó a la Gendarmería
Fueron llevados den zódiac, de orilla a orilla. Muchos iban esposados
Mónica Ceberio, El País
El desalojo se hizo de madrugada, con una luz de luna apenas visible entre las nubes. Los 73 inmigrantes subsaharianos que quedaban el lunes en Isla de Tierra, un diminuto peñasco español deshabitado y pegado a Marruecos, escucharon que una lancha se acercaba. Después de días de incertidumbre, la Guardia Civil llegaba a buscarlos. Pero no para trasladarlos unos centenares de metros al este, al contiguo Peñón de Alhucemas, también español. Ni a Melilla o a la Península, como ellos reclamaban. Iban a regresar a Marruecos en medio de la más absoluta oscuridad.
Viajaron en zodiac, muchos de ellos esposados, de orilla a orilla. De suelo español a suelo marroquí en un viaje de 50 metros. El reino alauí, después de un par de días de conversaciones con el Gobierno español, había accedido a quedárselos. Eso sí, para expulsarlos de inmediato. Los inmigrantes no fueron repatriados a sus países de origen, sino conducidos a la frontera con Argelia, a un paso fronterizo cerrado cercano a la ciudad marroquí de Oujda, según confirmaron fuentes policiales.
Dónde están los 89 sin papeles
- De los diez inmigrantes trasladados el lunes a Melilla, solo un menor permanece ingresado en el Hospital Comarcal, “exclusivamente para el tratamiento con insulina de su diabetes”, explicó ayer el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani. El resto, dos mujeres y otros siete menores, recibieron el alta.
- Las mujeres fueron enviadas al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) melillense, cada una con su hijo, según fuentes de la Delegación del Gobierno de Melilla. Los otros cinco menores fueron repartidos en centros de acogida de menores no acompañados, dependientes de la ciudad autónoma.
- Los seis inmigrantes enviados a Melilla la semana pasada (una mujer con dos hijos menores, otra con uno, y la tercera, embarazada) están en el CETI melillense.
- En la madrugada del martes, España entregó a Marruecos a los 73 subsaharianos restantes que se encontraban en Isla de Tierra.
Se trata de un procedimiento habitual. Las fuerzas de seguridad marroquíes meten a los inmigrantes en autocares, los llevan a la frontera, les indican que caminen hacia el desierto, y que entren sin más en Argelia. Ellos, tan pronto pueden —o cuando así se lo indica el primer guardia argelino que los ve—, se dan la vuelta y vuelven a Marruecos. Un ritual con escaso sentido práctico. Cuando llegan a Oujda, como hicieron ayer los de Isla de Tierra, se asientan en el campus de la Universidad, un espacio en el que no entra la policía, o en alguno de sus montes cercanos. Y desde allí buscan la manera de acercarse de nuevo a la frontera con España.
Las ONG ya habían anunciado que los inmigrantes de Isla de Tierra iban a ser expulsados y que en cuestión de horas estarían ya de regreso en Oudja. Durante el desalojo del islote, en la madrugada del lunes al martes, seis autocares aguardaban en el aparcamiento de la playa de Sfiha para trasladarlos a comisaría y, después, a Argelia. “En España no hay trabajo. En Marruecos no hay trabajo. ¿Qué podemos hacer con ellos? Nada de nada”, defendía ayer un gendarme marroquí. “Tienen que volver a sus países”. El problema es que, precisamente, el reino alauí no los conduce a sus Estados de origen, sino que se limita a soltarlos en medio del desierto.
El Ministerio del Interior español considera que el conflicto de Isla de Tierra, que se había convertido en un verdadero quebradero de cabeza para el Gobierno, se ha resuelto de una forma “muy satisfactoria”. El Ejecutivo expresó ayer su alivio porque Marruecos hubiera finalmente colaborado y accedido a hacerse cargo de más de 70 inmigrantes, y confiaba en que hubiera una cada vez mejor coordinación entre ambos países para luchar contra la inmigración ilegal.
Pero las críticas de numerosas organizaciones jurídicas y humanitarias han arreciado. Los inmigrantes han sido expulsados desde Marruecos a Argelia por la vía de los hechos. Sin un procedimiento legal y sin garantías, algo impensable en España. Por otro lado, la propia devolución a Marruecos, según la ley española y el acuerdo bilateral firmado entre Madrid y Rabat en 1992, debería poder ser recurrida por los inmigrantes, algo que en este caso no ha sucedido. Estos, además, ni siquiera han sido documentados antes de abandonar el islote (suelo español) para ser trasladados forzosamente a la playa de enfrente (suelo marroquí).
Las posibles irregularidades son múltiples. Las ONG también critican que ni siquiera se haya escuchado a aquellos inmigrantes que querían solicitar asilo. Pero fuentes gubernamentales insisten en que la situación era muy complicada y en que no se podía trasladar a España a las casi 90 personas que habían entrado en Isla de Tierra. Indican que, en ese caso, un día después habrían sido 300 y que el problema se hubiera transformado en algo imposible de gestionar.
Por eso, el Ejecutivo optó por hacerse cargo solo de los más vulnerables: menores, madres y mujeres embarazadas. Desde el miércoles pasado habían logrado llegar al islote 89 personas (dos más que el cálculo inicial que había llevado a cabo la Delegación del Gobierno de Melilla). Lo hicieron en dos grupos, uno el miércoles y otro el domingo. Y España solo se ha hecho cargo finalmente de 16 personas, menores y mujeres, que han sido trasladadas a Melilla, por razones humanitarias.
Los 73 restantes permanecieron en el peñasco hasta que se inició la operación de desalojo. La Guardia Civil los buscó con linternas por todo el islote y, después, los entregó en mano a Marruecos. O casi en mano, porque los agentes españoles no abandonaron en ningún momento sus lanchas ni tocaron suelo marroquí. Cada uno sabía con precisión cuál era su papel en la intervención. Sobre la arena, un monumental despliegue de militares, policías y gendarmes marroquíes aguardaba a los subsaharianos.
Durante la noche se escucharon gritos procedentes del desalojo. Pero, como no se podía acceder a la zona, no era posible saber exactamente qué estaba ocurriendo. Un grupo de ONG formado por Andalucía Acoge, Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, Elin y SOS Racismo anunció ayer que estaba valorando la posibilidad de poner el asunto en conocimiento de los organismos nacionales e internacionales de derechos humanos.
En Isla de Tierra ya no queda apenas rastro de lo sucedido. Unos soldados limpiaban ayer por la mañana los restos que había dejado en el islote el casi centenar de inmigrantes que lo había ocupado durante la última semana. Algunos llevaban allí seis días, durmiendo a la intemperie y soportando un calor sofocante durante el día, sin sombra alguna en la que resguardarse. La bandera rojigualda plantada en lo alto no ha impedido, finalmente, que vuelvan al desierto.
Fueron llevados den zódiac, de orilla a orilla. Muchos iban esposados
Mónica Ceberio, El País
El desalojo se hizo de madrugada, con una luz de luna apenas visible entre las nubes. Los 73 inmigrantes subsaharianos que quedaban el lunes en Isla de Tierra, un diminuto peñasco español deshabitado y pegado a Marruecos, escucharon que una lancha se acercaba. Después de días de incertidumbre, la Guardia Civil llegaba a buscarlos. Pero no para trasladarlos unos centenares de metros al este, al contiguo Peñón de Alhucemas, también español. Ni a Melilla o a la Península, como ellos reclamaban. Iban a regresar a Marruecos en medio de la más absoluta oscuridad.
Viajaron en zodiac, muchos de ellos esposados, de orilla a orilla. De suelo español a suelo marroquí en un viaje de 50 metros. El reino alauí, después de un par de días de conversaciones con el Gobierno español, había accedido a quedárselos. Eso sí, para expulsarlos de inmediato. Los inmigrantes no fueron repatriados a sus países de origen, sino conducidos a la frontera con Argelia, a un paso fronterizo cerrado cercano a la ciudad marroquí de Oujda, según confirmaron fuentes policiales.
Dónde están los 89 sin papeles
- De los diez inmigrantes trasladados el lunes a Melilla, solo un menor permanece ingresado en el Hospital Comarcal, “exclusivamente para el tratamiento con insulina de su diabetes”, explicó ayer el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani. El resto, dos mujeres y otros siete menores, recibieron el alta.
- Las mujeres fueron enviadas al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) melillense, cada una con su hijo, según fuentes de la Delegación del Gobierno de Melilla. Los otros cinco menores fueron repartidos en centros de acogida de menores no acompañados, dependientes de la ciudad autónoma.
- Los seis inmigrantes enviados a Melilla la semana pasada (una mujer con dos hijos menores, otra con uno, y la tercera, embarazada) están en el CETI melillense.
- En la madrugada del martes, España entregó a Marruecos a los 73 subsaharianos restantes que se encontraban en Isla de Tierra.
Se trata de un procedimiento habitual. Las fuerzas de seguridad marroquíes meten a los inmigrantes en autocares, los llevan a la frontera, les indican que caminen hacia el desierto, y que entren sin más en Argelia. Ellos, tan pronto pueden —o cuando así se lo indica el primer guardia argelino que los ve—, se dan la vuelta y vuelven a Marruecos. Un ritual con escaso sentido práctico. Cuando llegan a Oujda, como hicieron ayer los de Isla de Tierra, se asientan en el campus de la Universidad, un espacio en el que no entra la policía, o en alguno de sus montes cercanos. Y desde allí buscan la manera de acercarse de nuevo a la frontera con España.
Las ONG ya habían anunciado que los inmigrantes de Isla de Tierra iban a ser expulsados y que en cuestión de horas estarían ya de regreso en Oudja. Durante el desalojo del islote, en la madrugada del lunes al martes, seis autocares aguardaban en el aparcamiento de la playa de Sfiha para trasladarlos a comisaría y, después, a Argelia. “En España no hay trabajo. En Marruecos no hay trabajo. ¿Qué podemos hacer con ellos? Nada de nada”, defendía ayer un gendarme marroquí. “Tienen que volver a sus países”. El problema es que, precisamente, el reino alauí no los conduce a sus Estados de origen, sino que se limita a soltarlos en medio del desierto.
El Ministerio del Interior español considera que el conflicto de Isla de Tierra, que se había convertido en un verdadero quebradero de cabeza para el Gobierno, se ha resuelto de una forma “muy satisfactoria”. El Ejecutivo expresó ayer su alivio porque Marruecos hubiera finalmente colaborado y accedido a hacerse cargo de más de 70 inmigrantes, y confiaba en que hubiera una cada vez mejor coordinación entre ambos países para luchar contra la inmigración ilegal.
Pero las críticas de numerosas organizaciones jurídicas y humanitarias han arreciado. Los inmigrantes han sido expulsados desde Marruecos a Argelia por la vía de los hechos. Sin un procedimiento legal y sin garantías, algo impensable en España. Por otro lado, la propia devolución a Marruecos, según la ley española y el acuerdo bilateral firmado entre Madrid y Rabat en 1992, debería poder ser recurrida por los inmigrantes, algo que en este caso no ha sucedido. Estos, además, ni siquiera han sido documentados antes de abandonar el islote (suelo español) para ser trasladados forzosamente a la playa de enfrente (suelo marroquí).
Las posibles irregularidades son múltiples. Las ONG también critican que ni siquiera se haya escuchado a aquellos inmigrantes que querían solicitar asilo. Pero fuentes gubernamentales insisten en que la situación era muy complicada y en que no se podía trasladar a España a las casi 90 personas que habían entrado en Isla de Tierra. Indican que, en ese caso, un día después habrían sido 300 y que el problema se hubiera transformado en algo imposible de gestionar.
Por eso, el Ejecutivo optó por hacerse cargo solo de los más vulnerables: menores, madres y mujeres embarazadas. Desde el miércoles pasado habían logrado llegar al islote 89 personas (dos más que el cálculo inicial que había llevado a cabo la Delegación del Gobierno de Melilla). Lo hicieron en dos grupos, uno el miércoles y otro el domingo. Y España solo se ha hecho cargo finalmente de 16 personas, menores y mujeres, que han sido trasladadas a Melilla, por razones humanitarias.
Los 73 restantes permanecieron en el peñasco hasta que se inició la operación de desalojo. La Guardia Civil los buscó con linternas por todo el islote y, después, los entregó en mano a Marruecos. O casi en mano, porque los agentes españoles no abandonaron en ningún momento sus lanchas ni tocaron suelo marroquí. Cada uno sabía con precisión cuál era su papel en la intervención. Sobre la arena, un monumental despliegue de militares, policías y gendarmes marroquíes aguardaba a los subsaharianos.
Durante la noche se escucharon gritos procedentes del desalojo. Pero, como no se podía acceder a la zona, no era posible saber exactamente qué estaba ocurriendo. Un grupo de ONG formado por Andalucía Acoge, Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, Elin y SOS Racismo anunció ayer que estaba valorando la posibilidad de poner el asunto en conocimiento de los organismos nacionales e internacionales de derechos humanos.
En Isla de Tierra ya no queda apenas rastro de lo sucedido. Unos soldados limpiaban ayer por la mañana los restos que había dejado en el islote el casi centenar de inmigrantes que lo había ocupado durante la última semana. Algunos llevaban allí seis días, durmiendo a la intemperie y soportando un calor sofocante durante el día, sin sombra alguna en la que resguardarse. La bandera rojigualda plantada en lo alto no ha impedido, finalmente, que vuelvan al desierto.