Los argentinos protestan contra la presidenta al margen de los partidos
Fernández anunció el aumento de un subsidio para frenar la 'cacerolada'
Francisco Peregil
Buenos Aires, El País
Decenas de miles de personas salieron a la calle en Argentina este jueves con sus cacerolas para protestar contra la política del Gobierno: la inseguridad en las calles, la reforma de la Constitución para auspiciar un tercer mandato de Cristina Fernández, la corrupción, las restricciones a la compra del dólar... Esos eran sus principales reclamos. Se vieron también muchas pancartas que decían "No tenemos miedo", en alusión a las supuestas venganzas que han sufrido por parte de las autoridades aquellos que criticaron al Gobierno en las páginas del diario Clarín.
La convocatoria llevaba semanas cociéndose en las redes sociales. Pero justo un día antes, Cristina Fernández anunció en su decimoséptimo mensaje retransmitido este año por cadena nacional (por todos los canales públicos y privados del país) una medida que cayó como agua bendita sobre miles de familias humildes: el aumento de la Asignación Universal por Hijo en un 25,9%. El subsidio pasará así de 270 a 340 pesos, o sea, de 44 a 56 euros en el cambio oficial. Y sin embargo, todo eso no bastó para impedir que miles de personas tomaran la Plaza de Mayo en Buenos Aires y otras tantas lo hicieran en ciudades como Córdoba, Rosario, Mendoza o Mar de Plata. Fue la mayor manifestación contra este Gobierno en 2012, mucho más multitudinaria que los cacerolazos que se registraron el pasado mayo por parecidos motivos.
No hubo ninguna cabeza visible que llamara a la movilización, no hay ningún líder destacado, los medios de comunicación no se hicieron eco de la protesta en los días previos, tal como ha ocurrido en España con el 15-S, en la movilización convocada contra los recortes. Y sin embargo, la convocatoria fue todo un éxito. Hace solo 11 meses que Cristina Fernández ganó las presidenciales con un 54% de los votos, a una distancia apabullante del segundo candidato de la oposición, que se quedó en el 16%. Hace solo cinco meses que Fernández decretó la medida más popular y con respaldo más mayoritario dentro del Congreso: la expropiación a Repsol de YPF. Entonces, ¿qué ha pasado en Argentina, qué pasa para que decenas de miles de personas salgan a la calle convocadas a base de tuits y mensajes de teléfono?
La lectura fácil consistiría en pensar que esos que salieron solo son los exponentes de la derechona argentina, insolidaria y egoísta, obsesionada por comprar dólares, marionetas que mueve desde un rincón siniestro Héctor Magnetto, consejero delegado del Grupo Clarín, con quien el Gobierno libra una guerra sin cuartel desde 2008. Según esa versión, quienes salieron ayer solo serían gorilas desarmados, racistas y clasistas, que gritan: “El que no salta es negro”, que se quejan sin ningún motivo de que el país está sufriendo una merma de libertades. Es cierto que la inmensa mayoría de los que se han manifestado hasta ahora podrían encuadrarse dentro de eso tan vago que se conoce como clase media. Y también es verdad que la mayoría de ellos podrían ser, como ha afirmado la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, “gente bien vestida”.
Sin embargo, esa visión sería tan reduccionista como pensar que quienes votan a Fernández son gente que vive gracias a la beneficencia estatal de los subsidios, que nunca trabajó y nunca trabajará. Etiquetar de un plumazo a las decenas de miles de personas que salieron el jueves a la calle, calificarlos de retrógrados, insolidarios y oligarcas, o pensarlo siquiera, sería tal error que probablemente Fernández no va a incurrir en él.
Francisco Peregil
Buenos Aires, El País
Decenas de miles de personas salieron a la calle en Argentina este jueves con sus cacerolas para protestar contra la política del Gobierno: la inseguridad en las calles, la reforma de la Constitución para auspiciar un tercer mandato de Cristina Fernández, la corrupción, las restricciones a la compra del dólar... Esos eran sus principales reclamos. Se vieron también muchas pancartas que decían "No tenemos miedo", en alusión a las supuestas venganzas que han sufrido por parte de las autoridades aquellos que criticaron al Gobierno en las páginas del diario Clarín.
La convocatoria llevaba semanas cociéndose en las redes sociales. Pero justo un día antes, Cristina Fernández anunció en su decimoséptimo mensaje retransmitido este año por cadena nacional (por todos los canales públicos y privados del país) una medida que cayó como agua bendita sobre miles de familias humildes: el aumento de la Asignación Universal por Hijo en un 25,9%. El subsidio pasará así de 270 a 340 pesos, o sea, de 44 a 56 euros en el cambio oficial. Y sin embargo, todo eso no bastó para impedir que miles de personas tomaran la Plaza de Mayo en Buenos Aires y otras tantas lo hicieran en ciudades como Córdoba, Rosario, Mendoza o Mar de Plata. Fue la mayor manifestación contra este Gobierno en 2012, mucho más multitudinaria que los cacerolazos que se registraron el pasado mayo por parecidos motivos.
No hubo ninguna cabeza visible que llamara a la movilización, no hay ningún líder destacado, los medios de comunicación no se hicieron eco de la protesta en los días previos, tal como ha ocurrido en España con el 15-S, en la movilización convocada contra los recortes. Y sin embargo, la convocatoria fue todo un éxito. Hace solo 11 meses que Cristina Fernández ganó las presidenciales con un 54% de los votos, a una distancia apabullante del segundo candidato de la oposición, que se quedó en el 16%. Hace solo cinco meses que Fernández decretó la medida más popular y con respaldo más mayoritario dentro del Congreso: la expropiación a Repsol de YPF. Entonces, ¿qué ha pasado en Argentina, qué pasa para que decenas de miles de personas salgan a la calle convocadas a base de tuits y mensajes de teléfono?
La lectura fácil consistiría en pensar que esos que salieron solo son los exponentes de la derechona argentina, insolidaria y egoísta, obsesionada por comprar dólares, marionetas que mueve desde un rincón siniestro Héctor Magnetto, consejero delegado del Grupo Clarín, con quien el Gobierno libra una guerra sin cuartel desde 2008. Según esa versión, quienes salieron ayer solo serían gorilas desarmados, racistas y clasistas, que gritan: “El que no salta es negro”, que se quejan sin ningún motivo de que el país está sufriendo una merma de libertades. Es cierto que la inmensa mayoría de los que se han manifestado hasta ahora podrían encuadrarse dentro de eso tan vago que se conoce como clase media. Y también es verdad que la mayoría de ellos podrían ser, como ha afirmado la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, “gente bien vestida”.
Sin embargo, esa visión sería tan reduccionista como pensar que quienes votan a Fernández son gente que vive gracias a la beneficencia estatal de los subsidios, que nunca trabajó y nunca trabajará. Etiquetar de un plumazo a las decenas de miles de personas que salieron el jueves a la calle, calificarlos de retrógrados, insolidarios y oligarcas, o pensarlo siquiera, sería tal error que probablemente Fernández no va a incurrir en él.