Las ira islamista contra EE UU se extiende por los países musulmanes
-Dos muertos en el asalto contra la Embajada estadounidense en Túnez
-Decenas de miles de personas se movilizan en casi 30 Estados contra Occidente
Ángeles Espinosa
Dubái, El País
Decenas de miles de personas protestaron el viernes desde Marruecos hasta Indonesia contra la grotesca película antiislámica que ha exacerbado los sentimientos de los musulmanes. Aunque algunos líderes religiosos utilizaron el sermón de la plegaria de mediodía para pedir que las movilizaciones se desarrollaran de forma pacífica, los ánimos se desbordaron en Túnez, Trípoli (Líbano) y Jartum (Sudán). En las dos primeras ciudades, los enfrentamientos entre manifestantes y policía dejaron tres muertos. En la capital sudanesa, donde perdieron la vida otras tres personas, la violencia se extendió a las embajadas de Alemania y el Reino Unido. En total hubo protestas en casi 30 países.
El crescendo de ira por el insulto a Mahoma del panfleto Inocencia de los musulmanes alcanzó su máxima expresión coincidiendo con el día sagrado del islam. Como es habitual, las plegarias del viernes se convirtieron en punto de partida de las marchas de repulsa, al estilo de las que desde el martes se han sucedido en El Cairo y que en la ciudad liba de Bengazi acabaron con el asalto al Consulado de EE UU y la muerte del embajador y otros tres empleados estadounidenses. Pero tras la sensación de que las fuerzas de seguridad no protegieron como debían las sedes diplomáticas, ayer muchos países intensificaron sus despliegues y sus llamamientos a la calma.
De poco sirvió en Túnez, donde la intervención de policial para evitar que una turba tomara la Embajada estadounidense acabó anoche con al menos dos muertos y 28 heridos, según la televisión tunecina. Un periodista de Reuters dijo que los agentes dispararon con munición real después de que los asaltantes lograran entrar en el edificio. La televisión iraní PressTV aseguraba que el embajador había sido evacuado.
En el caso de Egipto, el país más populoso del mundo árabe y cuya transición de la mano de un islamista Occidente observa con especial interés, su presidente, Mohamed Morsi, intervino en televisión para condenar el asesinato del embajador estadounidense en Libia y pedir que se respeten las cancillerías. “Nuestra religión exige que protejamos a nuestros invitados, sus casas y sus lugares de trabajo”, manifestó Morsi. Los Hermanos Musulmanes, el grupo al que pertenece el presidente, mantuvieron su convocatoria de protestas pacíficas, pero no ante la Embajada de EE UU.
Morsi, que tachó la película de “agresión”, subrayó que “distrae la atención de los verdaderos problemas de Oriente Próximo”, un análisis que comparte gran parte de la población, como se ha puesto de relieve en los comentarios de las redes sociales. De hecho, las protestas apenas han movilizado a una pequeña minoría (aunque ruidosa y violenta) de los 1.300 millones de musulmanes que hay en el mundo. La agencia Reuters informó de la muerte de un manifestante.
A diferencia de los días anteriores, la policía egipcia impidió que los manifestantes se acercaran a esa sede diplomática cerrando los accesos desde las calles adyacentes con alambre de espino y bloques de cemento. Así, los seguidores del clérigo salafista (rama ultraconservadora del islam suní) que pronunció el sermón en la plaza de Tahrir, tuvieron que contentarse con rasgar la bandera estadounidense y ondear la enseña negra de los islamistas radicales. Sin embargo, un grupo de militantes islamistas atacó la base de los cascos azules en la frontera entre Egipto y Gaza. Cuatro militares resultaron heridos.
En Yemen, las fuerzas del Ministerio del Interior dispararon al aire y también gases lacrimógenos para dispersar a unas 2.000 personas que volvieron a intentar asaltar la Cancillería de EE UU. A diferencia del día anterior, los agentes lograron frenar a los manifestantes. No tuvieron el mismo éxito los policías libaneses que acudieron a frenar a tres centenares de exaltados (la mayoría con la barba que caracteriza a los salafistas) que la emprendieron contra un Kentucky Fried Chicken y un Ardy's en Trípoli, el feudo de los islamistas suníes libaneses. Furiosos, lanzaron piedras y botellas contra los agentes. Hubo un muerto y 25 heridos.
Pero son los incidentes de Jartum, con un balance de tres muertos, los que mejor muestran la utilización interesada de la película por los extremistas. El clérigo Mohamed Jizuly usó su prédica en la radio estatal para convocar una marcha a la Embajada de Alemania en protesta por unas supuestas pintadas antiislámicas en las mezquitas de Berlín, y luego seguir hasta la legación de EE UU por la película, según la agencia Associated Press. Poco después varios cientos de sudaneses asaltaban la sede alemana. Cuando la policía empezó a dispersarles, se trasladaron a la vecina Embajada británica, como la alemana en el centro de la ciudad. Una residente contactada por la BBC relató que varios autobuses esperaban para llevarles a la estadounidense, un fortín situado a las afueras.
En Indonesia, el país con mayor número de musulmanes del mundo, Amidan Shaberah, un destacado miembro del Consejo de Ulemas, instó la víspera a los creyentes a que mantuvieran la calma a pesar de la indignación que les produzca el filme. Unos 350 radicales se manifestaron en Yakarta contra la “declaración de guerra” que consideran la película, después de que Hizbut Tahrir, un grupo que aboga por la instauración de un califato mundial, llamara a la venganza en su web. En Kuala Lumpur, la capital malasia, una pequeña manifestación ante la Embajada de EE UU transcurrió sin incidentes.
Pakistán fue otro ejemplo de que las actitudes radicales son minoritarias. A pesar de que hubo manifestaciones en todas las grandes ciudades del país, la asistencia a las mismas habla por sí sola. Apenas 400 personas secundaron el llamamiento del partido islamista Jamaat e Islami y la organización radical Jamaat ud Dawa ante la Mezquita Roja de Islamabad, la capital, según el recuento de la agencia France Presse. En Karachi, una metrópolis de 17 millones de habitantes, rondaron los 700, y en Lahore, el medio centenar. Eso sí, dejaron claro su radicalismo al pedir la muerte del director de la película y la expulsión de todos los diplomáticos estadounidenses.
En Afganistán, un país que la presencia de tropas extranjeras y la influencia de los talibanes convierten en especialmente sensible a estos incidentes, sólo se produjo una manifestación pacífica en Jalalabad. El imam de la mezquita de Pul-e-Khisti de Kabul, Enayatullah Baligh, denunció la película como obra de “dos judíos estadounidenses” y les responsabilizó, junto a Obama, de la muerte de los diplomáticos en Libia, pero pidió a quien deseara manifestarse que lo hiciera “sin violencia”.
En Dacca, la capital de Bangladesh, unos 10.000 manifestantes quemaron banderas israelíes y estadounidenses, tras intentar sin éxito alcanzar la Embajada de EE UU. Sí lograron alcanzar el Consulado los dos centenares de personas que protestaron en Chennai (antigua Madrás), la capital del Estado indio de Tamil Nadu. La policía detuvo a varios de ellos por arrojar piedras contra la sede diplomática, según la CNN. India, que cuenta con una importante minoría musulmana, reforzó la vigilancia de los edificios estadounidenses.
-Decenas de miles de personas se movilizan en casi 30 Estados contra Occidente
Ángeles Espinosa
Dubái, El País
Decenas de miles de personas protestaron el viernes desde Marruecos hasta Indonesia contra la grotesca película antiislámica que ha exacerbado los sentimientos de los musulmanes. Aunque algunos líderes religiosos utilizaron el sermón de la plegaria de mediodía para pedir que las movilizaciones se desarrollaran de forma pacífica, los ánimos se desbordaron en Túnez, Trípoli (Líbano) y Jartum (Sudán). En las dos primeras ciudades, los enfrentamientos entre manifestantes y policía dejaron tres muertos. En la capital sudanesa, donde perdieron la vida otras tres personas, la violencia se extendió a las embajadas de Alemania y el Reino Unido. En total hubo protestas en casi 30 países.
El crescendo de ira por el insulto a Mahoma del panfleto Inocencia de los musulmanes alcanzó su máxima expresión coincidiendo con el día sagrado del islam. Como es habitual, las plegarias del viernes se convirtieron en punto de partida de las marchas de repulsa, al estilo de las que desde el martes se han sucedido en El Cairo y que en la ciudad liba de Bengazi acabaron con el asalto al Consulado de EE UU y la muerte del embajador y otros tres empleados estadounidenses. Pero tras la sensación de que las fuerzas de seguridad no protegieron como debían las sedes diplomáticas, ayer muchos países intensificaron sus despliegues y sus llamamientos a la calma.
De poco sirvió en Túnez, donde la intervención de policial para evitar que una turba tomara la Embajada estadounidense acabó anoche con al menos dos muertos y 28 heridos, según la televisión tunecina. Un periodista de Reuters dijo que los agentes dispararon con munición real después de que los asaltantes lograran entrar en el edificio. La televisión iraní PressTV aseguraba que el embajador había sido evacuado.
En el caso de Egipto, el país más populoso del mundo árabe y cuya transición de la mano de un islamista Occidente observa con especial interés, su presidente, Mohamed Morsi, intervino en televisión para condenar el asesinato del embajador estadounidense en Libia y pedir que se respeten las cancillerías. “Nuestra religión exige que protejamos a nuestros invitados, sus casas y sus lugares de trabajo”, manifestó Morsi. Los Hermanos Musulmanes, el grupo al que pertenece el presidente, mantuvieron su convocatoria de protestas pacíficas, pero no ante la Embajada de EE UU.
Morsi, que tachó la película de “agresión”, subrayó que “distrae la atención de los verdaderos problemas de Oriente Próximo”, un análisis que comparte gran parte de la población, como se ha puesto de relieve en los comentarios de las redes sociales. De hecho, las protestas apenas han movilizado a una pequeña minoría (aunque ruidosa y violenta) de los 1.300 millones de musulmanes que hay en el mundo. La agencia Reuters informó de la muerte de un manifestante.
A diferencia de los días anteriores, la policía egipcia impidió que los manifestantes se acercaran a esa sede diplomática cerrando los accesos desde las calles adyacentes con alambre de espino y bloques de cemento. Así, los seguidores del clérigo salafista (rama ultraconservadora del islam suní) que pronunció el sermón en la plaza de Tahrir, tuvieron que contentarse con rasgar la bandera estadounidense y ondear la enseña negra de los islamistas radicales. Sin embargo, un grupo de militantes islamistas atacó la base de los cascos azules en la frontera entre Egipto y Gaza. Cuatro militares resultaron heridos.
En Yemen, las fuerzas del Ministerio del Interior dispararon al aire y también gases lacrimógenos para dispersar a unas 2.000 personas que volvieron a intentar asaltar la Cancillería de EE UU. A diferencia del día anterior, los agentes lograron frenar a los manifestantes. No tuvieron el mismo éxito los policías libaneses que acudieron a frenar a tres centenares de exaltados (la mayoría con la barba que caracteriza a los salafistas) que la emprendieron contra un Kentucky Fried Chicken y un Ardy's en Trípoli, el feudo de los islamistas suníes libaneses. Furiosos, lanzaron piedras y botellas contra los agentes. Hubo un muerto y 25 heridos.
Pero son los incidentes de Jartum, con un balance de tres muertos, los que mejor muestran la utilización interesada de la película por los extremistas. El clérigo Mohamed Jizuly usó su prédica en la radio estatal para convocar una marcha a la Embajada de Alemania en protesta por unas supuestas pintadas antiislámicas en las mezquitas de Berlín, y luego seguir hasta la legación de EE UU por la película, según la agencia Associated Press. Poco después varios cientos de sudaneses asaltaban la sede alemana. Cuando la policía empezó a dispersarles, se trasladaron a la vecina Embajada británica, como la alemana en el centro de la ciudad. Una residente contactada por la BBC relató que varios autobuses esperaban para llevarles a la estadounidense, un fortín situado a las afueras.
En Indonesia, el país con mayor número de musulmanes del mundo, Amidan Shaberah, un destacado miembro del Consejo de Ulemas, instó la víspera a los creyentes a que mantuvieran la calma a pesar de la indignación que les produzca el filme. Unos 350 radicales se manifestaron en Yakarta contra la “declaración de guerra” que consideran la película, después de que Hizbut Tahrir, un grupo que aboga por la instauración de un califato mundial, llamara a la venganza en su web. En Kuala Lumpur, la capital malasia, una pequeña manifestación ante la Embajada de EE UU transcurrió sin incidentes.
Pakistán fue otro ejemplo de que las actitudes radicales son minoritarias. A pesar de que hubo manifestaciones en todas las grandes ciudades del país, la asistencia a las mismas habla por sí sola. Apenas 400 personas secundaron el llamamiento del partido islamista Jamaat e Islami y la organización radical Jamaat ud Dawa ante la Mezquita Roja de Islamabad, la capital, según el recuento de la agencia France Presse. En Karachi, una metrópolis de 17 millones de habitantes, rondaron los 700, y en Lahore, el medio centenar. Eso sí, dejaron claro su radicalismo al pedir la muerte del director de la película y la expulsión de todos los diplomáticos estadounidenses.
En Afganistán, un país que la presencia de tropas extranjeras y la influencia de los talibanes convierten en especialmente sensible a estos incidentes, sólo se produjo una manifestación pacífica en Jalalabad. El imam de la mezquita de Pul-e-Khisti de Kabul, Enayatullah Baligh, denunció la película como obra de “dos judíos estadounidenses” y les responsabilizó, junto a Obama, de la muerte de los diplomáticos en Libia, pero pidió a quien deseara manifestarse que lo hiciera “sin violencia”.
En Dacca, la capital de Bangladesh, unos 10.000 manifestantes quemaron banderas israelíes y estadounidenses, tras intentar sin éxito alcanzar la Embajada de EE UU. Sí lograron alcanzar el Consulado los dos centenares de personas que protestaron en Chennai (antigua Madrás), la capital del Estado indio de Tamil Nadu. La policía detuvo a varios de ellos por arrojar piedras contra la sede diplomática, según la CNN. India, que cuenta con una importante minoría musulmana, reforzó la vigilancia de los edificios estadounidenses.