La convención demócrata revoluciona la campaña electoral
-La esposa del presidente rinde con su discurso incluso a los ultraconservadores
-Los demócratas sacan a relucir los valores sociales de su partido
Yolanda Monge
Charlotte, El País
Discurso tras discurso, comparecencia tras comparecencia, de esas con sangre en las venas, hasta alcanzar el clímax con Michelle Obama ya rozando la medianoche, el primer día de la Convención Demócrata en Charlotte (Carolina del Norte) dio la vuelta a la campaña electoral.
Planificado a la perfección, con la intención final de llegar a cada hogar de Norteamérica a través de la televisión de la sala de estar, a cada ciudadano, sobre todo a ese que es ajeno a la campaña y que puede que no vea ni escuche ya nada más -quizá algún denso debate con demasiadas cifras-, el primer día de Convención del partido en el Gobierno acabó sin casi un solo ojo seco entre la audiencia cuando la señora Obama proclamó que al final del día, su trabajo más importante era el de ser mom-in-chief- (madre, con el juego de palabra de commander-in-chief que ostenta Obama). A ella misma le tembló el lagrimal.
¡Qué noche! ¡Qué tarde! ¡Qué día! ¡Qué espectáculo! ¡Y todo en horario de máxima audiencia televisiva! Love is in the air, entonaba vistiendo chaqueta y pantalón con la bandera de EE UU la delegada de Colorado Julia Hicks (gafas de sol con burros demócratas en los cristales incluidos). “Así hacemos las cosas los demócratas”, decía con una cámara demasiado cerca de la cara la mínima Elzena Johnson, 97 años, la delegada más longeva de la DNC y cuyo primer voto presidencial fue para Franklin D. Roosevelt.
“Brillante”; “Potente”; “Magistral”. El último adjetivo llegaba de las filas de la Fox, nada sospechosos de tendencias obamistas. Otros sencillamente se quedaban sin palabras para calificar el discurso –y su representación en escena- de Michelle Obama. “Michelle para 2016”, se leía en Twitter. “¡Oh Dios Mío”! era la frase más usada. Michelle Obama se ganó al público y practicó elegantemente la tierra quemada con el Partido Republicano sin mencionar ni siquiera una sola vez el nombre de Mitt Romney, el candidato republicano a la Casa Blanca. Lo más cerca que estuvo de hacerlo fue cuando levantó una gran ovación al decir que en la vida no se era importante “por el dinero que se hacía” sino por “cómo se afectaba a la vida de los otros”, sin mencionar a nadie ni recordar las millonarias cuentas bancarias en Suiza que posee el hombre que aspira a desbancar del cargo a su marido, ese que Michelle acercó aun más al público tras su alocución. “Es un gran tipo”, dijo. No se hable más.
Los demócratas entraron a matar desde primera hora de la tarde. Deval Patrick, gobernador de Massachusetts, puso en pie a la audiencia al decir que había llegado la hora de sacar pecho y defender los valores en los que demócratas que creían. Casi 60 oradores pasaron por el podio del Time Warner Arena -lugar donde finalmente el jueves Barack Obama dará su discurso de aceptación de candidato en lugar de en un estadio descubierto, la razón oficial es la previsión de mal tiempo, la oficiosa que la campaña no ha logrado colocar las cerca de 75.000 entradas disponibles-.
Oradores que representaban a cada estamento de la sociedad. Esa es la gran diferencia entre Tampa –Convención republicana- y Charlotte –Convención demócrata-. El Partido Demócrata conecta con al gente; las personas miraban al escenario y éste les devolvía el reflejo, se veían en él. Desde la veterana que perdió ambas piernas en la guerra de Irak y que hoy aspira a un escaño a la Cámara de Representantes por Illinois, Tammy Duckworth –que acusó a Romney de ni siquiera mencionar la palabra Afganistán-; hasta la defensora del aborto Nancy Keenan; el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villarraigosa, apelando al derecho de los homosexuales a contraer matrimonio; Julián Castro, alcalde de San Antonio, y estrella con ascendente, recordando que el sueño americano es posible aunque tarde en llegar; o la madre cuya hija nació con un defecto congénito pero que ahora podrá tratar gracias a la reforma sanitaria de Obama…
Y Kennedy. Una Convención Demócrata no es tal sin un Kennedy, aunque éste lleve muerto y enterrado más de tres años. La videoteca tiene memoria y los demócratas la utilizaron para rendir homenaje al León del Senado –y de paso burlarse de Mitt Romney y sus cambios de opinión- con un vídeo en el que entre otros aparecían unos fotogramas en los que el exgobernador de Massachusetts defendía el derecho al aborto. Pero aquello fue en 1994 y hoy es 2012. Romney perdió entonces. Veremos ahora.
-Los demócratas sacan a relucir los valores sociales de su partido
Yolanda Monge
Charlotte, El País
Discurso tras discurso, comparecencia tras comparecencia, de esas con sangre en las venas, hasta alcanzar el clímax con Michelle Obama ya rozando la medianoche, el primer día de la Convención Demócrata en Charlotte (Carolina del Norte) dio la vuelta a la campaña electoral.
Planificado a la perfección, con la intención final de llegar a cada hogar de Norteamérica a través de la televisión de la sala de estar, a cada ciudadano, sobre todo a ese que es ajeno a la campaña y que puede que no vea ni escuche ya nada más -quizá algún denso debate con demasiadas cifras-, el primer día de Convención del partido en el Gobierno acabó sin casi un solo ojo seco entre la audiencia cuando la señora Obama proclamó que al final del día, su trabajo más importante era el de ser mom-in-chief- (madre, con el juego de palabra de commander-in-chief que ostenta Obama). A ella misma le tembló el lagrimal.
¡Qué noche! ¡Qué tarde! ¡Qué día! ¡Qué espectáculo! ¡Y todo en horario de máxima audiencia televisiva! Love is in the air, entonaba vistiendo chaqueta y pantalón con la bandera de EE UU la delegada de Colorado Julia Hicks (gafas de sol con burros demócratas en los cristales incluidos). “Así hacemos las cosas los demócratas”, decía con una cámara demasiado cerca de la cara la mínima Elzena Johnson, 97 años, la delegada más longeva de la DNC y cuyo primer voto presidencial fue para Franklin D. Roosevelt.
“Brillante”; “Potente”; “Magistral”. El último adjetivo llegaba de las filas de la Fox, nada sospechosos de tendencias obamistas. Otros sencillamente se quedaban sin palabras para calificar el discurso –y su representación en escena- de Michelle Obama. “Michelle para 2016”, se leía en Twitter. “¡Oh Dios Mío”! era la frase más usada. Michelle Obama se ganó al público y practicó elegantemente la tierra quemada con el Partido Republicano sin mencionar ni siquiera una sola vez el nombre de Mitt Romney, el candidato republicano a la Casa Blanca. Lo más cerca que estuvo de hacerlo fue cuando levantó una gran ovación al decir que en la vida no se era importante “por el dinero que se hacía” sino por “cómo se afectaba a la vida de los otros”, sin mencionar a nadie ni recordar las millonarias cuentas bancarias en Suiza que posee el hombre que aspira a desbancar del cargo a su marido, ese que Michelle acercó aun más al público tras su alocución. “Es un gran tipo”, dijo. No se hable más.
Los demócratas entraron a matar desde primera hora de la tarde. Deval Patrick, gobernador de Massachusetts, puso en pie a la audiencia al decir que había llegado la hora de sacar pecho y defender los valores en los que demócratas que creían. Casi 60 oradores pasaron por el podio del Time Warner Arena -lugar donde finalmente el jueves Barack Obama dará su discurso de aceptación de candidato en lugar de en un estadio descubierto, la razón oficial es la previsión de mal tiempo, la oficiosa que la campaña no ha logrado colocar las cerca de 75.000 entradas disponibles-.
Oradores que representaban a cada estamento de la sociedad. Esa es la gran diferencia entre Tampa –Convención republicana- y Charlotte –Convención demócrata-. El Partido Demócrata conecta con al gente; las personas miraban al escenario y éste les devolvía el reflejo, se veían en él. Desde la veterana que perdió ambas piernas en la guerra de Irak y que hoy aspira a un escaño a la Cámara de Representantes por Illinois, Tammy Duckworth –que acusó a Romney de ni siquiera mencionar la palabra Afganistán-; hasta la defensora del aborto Nancy Keenan; el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villarraigosa, apelando al derecho de los homosexuales a contraer matrimonio; Julián Castro, alcalde de San Antonio, y estrella con ascendente, recordando que el sueño americano es posible aunque tarde en llegar; o la madre cuya hija nació con un defecto congénito pero que ahora podrá tratar gracias a la reforma sanitaria de Obama…
Y Kennedy. Una Convención Demócrata no es tal sin un Kennedy, aunque éste lleve muerto y enterrado más de tres años. La videoteca tiene memoria y los demócratas la utilizaron para rendir homenaje al León del Senado –y de paso burlarse de Mitt Romney y sus cambios de opinión- con un vídeo en el que entre otros aparecían unos fotogramas en los que el exgobernador de Massachusetts defendía el derecho al aborto. Pero aquello fue en 1994 y hoy es 2012. Romney perdió entonces. Veremos ahora.