Gabriele se enfrenta a las hacinadas cárceles italianas
El Papa se declaró impactado tras visitar una prisión
P. Ordaz
Roma, El País
La Iglesia ya no tiene más prisiones que las del pecado. Si finalmente recayese sobre Paolo Gabriele una condena de cárcel, tendría que cumplirla en una prisión italiana. Y eso, en palabras de Benedicto XVI, supondría una doble condena. La pasada Navidad, el Papa giró una visita pastoral a la cárcel romana de Rebibbia y lo que vio allí le produjo tal espanto que, delante de la ministra italiana de Justicia, Paola Severino, advirtió: “El hacinamiento y el deterioro de las cárceles hacen más amarga la detención, suponen una doble pena”.
Las condiciones, desde entonces, no han mejorado, de manera que no parece previsible que Paoletto, pese a su culpa, pueda terminar recluido en el infierno de una prisión. Otra opción sería el confinamiento en un convento, al modo en que la justicia italiana —que nunca deja de sorprender— acaba de adoptar con Luigi Lusi, senador del Partido Democrático (PD, centro izquierda) y procesado bajo la acusación de haber robado 25 millones de euros cuando era tesorero de La Margherita.
Mientras tanto, el Papa busca sustituto. Bajo el título “Vaticano, se busca mayordomo”, el diario La Stampa informó hace unos días de que Joseph Ratzinger se llevó a Castel Gandolfo a Angelo Gugel, un mayordomo ya veterano, de absoluta confianza, mientras decide entre Sandro Mariotti, alias Sandrone, o Andrea Monzo, hijo de un ujier de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Visto lo visto, no es un asunto menor.
El mayordomo es una de las personas más cercanas al Pontífice. Forma parte de lo que en intramuros se da en llamar “la familia pontificia”, los habitantes del Apartamento. Se trata del padre Georg Gänswein, secretario personal de Ratzinger, el sacerdote maltés Alfred Xuereb, cuatro laicas consagradas —Carmela, Loredana, Cristina y Rosella— y una monja, sor Birgit Wansing, que le ayuda en los trabajos de estudio y escritura. Unos trabajos que, por cierto, reportan al Papa pingües beneficios.
Se acaba de saber que Joseph Ratzinger ya ha terminado su tercer volumen sobre la vida de Jesús, dedicado a los textos de Mateo y Lucas sobre las circunstancias del nacimiento en Nazaret, y que ha decidido que sea una editorial laica, Rizzoli, la encargada de su publicación. El contrato no está mal. Dos millones de euros.
P. Ordaz
Roma, El País
La Iglesia ya no tiene más prisiones que las del pecado. Si finalmente recayese sobre Paolo Gabriele una condena de cárcel, tendría que cumplirla en una prisión italiana. Y eso, en palabras de Benedicto XVI, supondría una doble condena. La pasada Navidad, el Papa giró una visita pastoral a la cárcel romana de Rebibbia y lo que vio allí le produjo tal espanto que, delante de la ministra italiana de Justicia, Paola Severino, advirtió: “El hacinamiento y el deterioro de las cárceles hacen más amarga la detención, suponen una doble pena”.
Las condiciones, desde entonces, no han mejorado, de manera que no parece previsible que Paoletto, pese a su culpa, pueda terminar recluido en el infierno de una prisión. Otra opción sería el confinamiento en un convento, al modo en que la justicia italiana —que nunca deja de sorprender— acaba de adoptar con Luigi Lusi, senador del Partido Democrático (PD, centro izquierda) y procesado bajo la acusación de haber robado 25 millones de euros cuando era tesorero de La Margherita.
Mientras tanto, el Papa busca sustituto. Bajo el título “Vaticano, se busca mayordomo”, el diario La Stampa informó hace unos días de que Joseph Ratzinger se llevó a Castel Gandolfo a Angelo Gugel, un mayordomo ya veterano, de absoluta confianza, mientras decide entre Sandro Mariotti, alias Sandrone, o Andrea Monzo, hijo de un ujier de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Visto lo visto, no es un asunto menor.
El mayordomo es una de las personas más cercanas al Pontífice. Forma parte de lo que en intramuros se da en llamar “la familia pontificia”, los habitantes del Apartamento. Se trata del padre Georg Gänswein, secretario personal de Ratzinger, el sacerdote maltés Alfred Xuereb, cuatro laicas consagradas —Carmela, Loredana, Cristina y Rosella— y una monja, sor Birgit Wansing, que le ayuda en los trabajos de estudio y escritura. Unos trabajos que, por cierto, reportan al Papa pingües beneficios.
Se acaba de saber que Joseph Ratzinger ya ha terminado su tercer volumen sobre la vida de Jesús, dedicado a los textos de Mateo y Lucas sobre las circunstancias del nacimiento en Nazaret, y que ha decidido que sea una editorial laica, Rizzoli, la encargada de su publicación. El contrato no está mal. Dos millones de euros.