Francia aprueba el presupuesto más restrictivo en tres décadas
El primer ministro Ayrault ha afirmado que son unos presupuestos de combate contra la deuda que no deja de aumentar”, y ha asegurado que las subidas de impuestos “solo afectarán a uno de cada diez ciudadanos y a las empresas más grandes”.
Miguel Mora
París, El País
Francia ha aprobado este viernes en Consejo de Ministros el ajuste presupuestario más restrictivo de las últimas tres décadas. El Ejecutivo presidido por François Hollande y dirigido por Jean-Marc Ayrault ha presentado unos “presupuestos de combate” para 2013, que cargan buena parte del esfuerzo sobre los ciudadanos más ricos y las empresas que más beneficios generan. Los planes deben llevar el déficit desde el 4,5% de 2012 hasta el 3% en 2013, lo que requerirá un esfuerzo valorado por el Gobierno en 36.900 millones si la economía crece según las previsiones oficiales, un 0,8% que los analistas consideran excesivamente optimista.
El primer presupuesto del Gobierno socialista, tras tres lustros de presidencias de derechas, nace con peligro de ser corregido, ya que el estancamiento económico es total y apenas hay noticias positivas en el horizonte. Hollande ha prometido hoy que al final de su mandato “Francia no tendrá un euro de deuda más”, y su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, ha defendido el “realismo” y la “justicia social” de las cuentas, aunque ha admitido que el objetivo para el año próximo —cuadrar el déficit en 61
.000 millones de euros— es “voluntarista y ambicioso”.
Obligado a domeñar “una deuda que no deja de aumentar”, pero empeñado en cumplir sus promesas de izquierda, el Gobierno asegura que los 24.400 millones de nuevos impuestos —4.400 fueron aprobados antes del verano— “solo afectarán a 1 de cada 10 ciudadanos y a las empresas más grandes”. “El 90% de los franceses, las clases medias y populares, no pagarán más renta. El esfuerzo lo harán el 10% que más tiene, y entre estos, el 1% más rico”, ha garantizado el primer ministro.
Criticado por la oposición, que ha censurado la zambullida en “la hiperausteridad” y ha afirmado que las clases medias también pagarán la factura, Ayrault ha tratado de explicar por qué el ajuste no tiene vuelta de hoja. “Debemos recuperar el país”, ha enfatizado, “luchar contra una deuda que hace pagar la factura a los franceses y a las generaciones futuras. Es un presupuesto para el crecimiento y la preparación del porvenir. Un presupuesto valiente y responsable”.
Los datos indican que Francia necesita cuidar mucho su balance. En cinco años, la deuda ha aumentado en un tercio, pasando desde el 64% del PIB (que es hoy más o menos el doble del español, con dos billones de euros) al 91% de la riqueza nacional. En el segundo trimestre de este año, según informó ayer el Tesoro, la deuda creció en 43.200 millones, y alcanza ya los 1,83 billones de euros.
Igual que sucede en España, la primera partida que sufragan los impuestos se dedica en este momento a pagar los intereses de los préstamos. Según datos del Tesoro, el capítulo supondrá 46.900 millones de euros en 2013, es decir, más de lo que cuesta la educación nacional: 45.700 millones anuales. “Si no frenamos, el dinero de los contribuyentes seguirá financiando sobre todo el reembolso de la deuda”, ha dicho Ayrault.
El Gobierno ha mantenido el compromiso del 3% para 2013, y de paso ha variado al alza el de 2017: Hollande prometía el equilibrio de las cuentas, pero Economía subió el listón al 0,3%. Los analistas dudan seriamente que el primer objetivo sea posible, y algunos advierten de que una recesión complicaría mucho las cosas. Hoy se ha sabido que el PIB francés no creció en el segundo trimestre, y la economía sigue en la atonía más absoluta.
Ayrault ha tratado de animar a un país asustado: ha apelado a la movilización de “todos los actores sociales para ganar la batalla del empleo”, ha destacado la novedad de que las grandes fortunas y las mayores empresas contribuyan a equilibrar las cuentas públicas, y ha prometido ayudas a las pymes y a las nuevas compañías.
Manteniéndose en un segundo plano, Hollande pone sobre la mesa su prometida reforma fiscal en una situación difícil, con el consumo y las ventas exteriores retrocediendo, y el desempleo azotando sin tregua. Los cierres de empresas son diarios —la última, Arcelor Mittal—, y la cifra de parados supera por primera vez desde 1999 los tres millones de personas en la Francia continental.
En cuatro meses, la popularidad del Ejecutivo ha caído en picado hasta un 43%, y la de Hollande se ha despeñado 11 puntos en septiembre. “Se lo digo a todos los que dudan, a todos los que sufren, a los que están en paro, a los que no llegan a fin de mes: la cantera de la reconstrucción ha empezado”, ha subrayado Ayrault.
El presupuesto trata de mostrar firmeza en la disciplina del déficit para contentar a los mercados, a Alemania y a Bruselas, y permite a la izquierda europea albergar alguna esperanza de que es posible seguir contando en Europa sin destruir el Estado de bienestar y haciendo frente al omnímodo poder financiero. Berlín y París pidieron ayer de forma conjunta a Bruselas que impulse la tasa Tobin a las transacciones financieras.
Pese a los sarcasmos de algunos, los planes de Hollande mantienen la impresión de equidad, justicia y solidaridad. Dos tercios del ajuste saldrán de las subidas de impuestos a las personas y las empresas con rentas e ingresos más altos, y el tercio restante se obtendrá a través de la congelación del gasto de casi todos los ministerios (se libran Educación, Justicia y Seguridad), y de la reducción en otros, por ejemplo en Defensa y Economía.
La portavoz del Gobierno, Najat Vallaud-Belkacem, ha destacado que “pese a un contexto difícil, los presupuestos han apostado por la igualdad entre hombres y mujeres, subiendo un 15% la dotación a los programas que impulsan la igualdad de derechos”.
Hollande y Ayrault han ligado la aprobación de los presupuestos en el Parlamento a la ratificación del tratado europeo. Aunque los verdes y el ala izquierda del Partido Socialista votarán contra el texto firmado por Angela Merkel y Sarkozy, el Ejecutivo cuenta con sacarlo adelante con una amplia mayoría.
Miguel Mora
París, El País
Francia ha aprobado este viernes en Consejo de Ministros el ajuste presupuestario más restrictivo de las últimas tres décadas. El Ejecutivo presidido por François Hollande y dirigido por Jean-Marc Ayrault ha presentado unos “presupuestos de combate” para 2013, que cargan buena parte del esfuerzo sobre los ciudadanos más ricos y las empresas que más beneficios generan. Los planes deben llevar el déficit desde el 4,5% de 2012 hasta el 3% en 2013, lo que requerirá un esfuerzo valorado por el Gobierno en 36.900 millones si la economía crece según las previsiones oficiales, un 0,8% que los analistas consideran excesivamente optimista.
El primer presupuesto del Gobierno socialista, tras tres lustros de presidencias de derechas, nace con peligro de ser corregido, ya que el estancamiento económico es total y apenas hay noticias positivas en el horizonte. Hollande ha prometido hoy que al final de su mandato “Francia no tendrá un euro de deuda más”, y su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, ha defendido el “realismo” y la “justicia social” de las cuentas, aunque ha admitido que el objetivo para el año próximo —cuadrar el déficit en 61
.000 millones de euros— es “voluntarista y ambicioso”.
Obligado a domeñar “una deuda que no deja de aumentar”, pero empeñado en cumplir sus promesas de izquierda, el Gobierno asegura que los 24.400 millones de nuevos impuestos —4.400 fueron aprobados antes del verano— “solo afectarán a 1 de cada 10 ciudadanos y a las empresas más grandes”. “El 90% de los franceses, las clases medias y populares, no pagarán más renta. El esfuerzo lo harán el 10% que más tiene, y entre estos, el 1% más rico”, ha garantizado el primer ministro.
Criticado por la oposición, que ha censurado la zambullida en “la hiperausteridad” y ha afirmado que las clases medias también pagarán la factura, Ayrault ha tratado de explicar por qué el ajuste no tiene vuelta de hoja. “Debemos recuperar el país”, ha enfatizado, “luchar contra una deuda que hace pagar la factura a los franceses y a las generaciones futuras. Es un presupuesto para el crecimiento y la preparación del porvenir. Un presupuesto valiente y responsable”.
Los datos indican que Francia necesita cuidar mucho su balance. En cinco años, la deuda ha aumentado en un tercio, pasando desde el 64% del PIB (que es hoy más o menos el doble del español, con dos billones de euros) al 91% de la riqueza nacional. En el segundo trimestre de este año, según informó ayer el Tesoro, la deuda creció en 43.200 millones, y alcanza ya los 1,83 billones de euros.
Igual que sucede en España, la primera partida que sufragan los impuestos se dedica en este momento a pagar los intereses de los préstamos. Según datos del Tesoro, el capítulo supondrá 46.900 millones de euros en 2013, es decir, más de lo que cuesta la educación nacional: 45.700 millones anuales. “Si no frenamos, el dinero de los contribuyentes seguirá financiando sobre todo el reembolso de la deuda”, ha dicho Ayrault.
El Gobierno ha mantenido el compromiso del 3% para 2013, y de paso ha variado al alza el de 2017: Hollande prometía el equilibrio de las cuentas, pero Economía subió el listón al 0,3%. Los analistas dudan seriamente que el primer objetivo sea posible, y algunos advierten de que una recesión complicaría mucho las cosas. Hoy se ha sabido que el PIB francés no creció en el segundo trimestre, y la economía sigue en la atonía más absoluta.
Ayrault ha tratado de animar a un país asustado: ha apelado a la movilización de “todos los actores sociales para ganar la batalla del empleo”, ha destacado la novedad de que las grandes fortunas y las mayores empresas contribuyan a equilibrar las cuentas públicas, y ha prometido ayudas a las pymes y a las nuevas compañías.
Manteniéndose en un segundo plano, Hollande pone sobre la mesa su prometida reforma fiscal en una situación difícil, con el consumo y las ventas exteriores retrocediendo, y el desempleo azotando sin tregua. Los cierres de empresas son diarios —la última, Arcelor Mittal—, y la cifra de parados supera por primera vez desde 1999 los tres millones de personas en la Francia continental.
En cuatro meses, la popularidad del Ejecutivo ha caído en picado hasta un 43%, y la de Hollande se ha despeñado 11 puntos en septiembre. “Se lo digo a todos los que dudan, a todos los que sufren, a los que están en paro, a los que no llegan a fin de mes: la cantera de la reconstrucción ha empezado”, ha subrayado Ayrault.
El presupuesto trata de mostrar firmeza en la disciplina del déficit para contentar a los mercados, a Alemania y a Bruselas, y permite a la izquierda europea albergar alguna esperanza de que es posible seguir contando en Europa sin destruir el Estado de bienestar y haciendo frente al omnímodo poder financiero. Berlín y París pidieron ayer de forma conjunta a Bruselas que impulse la tasa Tobin a las transacciones financieras.
Pese a los sarcasmos de algunos, los planes de Hollande mantienen la impresión de equidad, justicia y solidaridad. Dos tercios del ajuste saldrán de las subidas de impuestos a las personas y las empresas con rentas e ingresos más altos, y el tercio restante se obtendrá a través de la congelación del gasto de casi todos los ministerios (se libran Educación, Justicia y Seguridad), y de la reducción en otros, por ejemplo en Defensa y Economía.
La portavoz del Gobierno, Najat Vallaud-Belkacem, ha destacado que “pese a un contexto difícil, los presupuestos han apostado por la igualdad entre hombres y mujeres, subiendo un 15% la dotación a los programas que impulsan la igualdad de derechos”.
Hollande y Ayrault han ligado la aprobación de los presupuestos en el Parlamento a la ratificación del tratado europeo. Aunque los verdes y el ala izquierda del Partido Socialista votarán contra el texto firmado por Angela Merkel y Sarkozy, el Ejecutivo cuenta con sacarlo adelante con una amplia mayoría.