España: Rajoy busca revalidar sus recortes el 21-O

-El presidente justifica la subida del IVA para mantener los servicios públicos
-El PP teme que el cambio de ciclo iniciado en 2009 termine con la derrota de Feijóo

José Precedo
S
outomaior (Pontevedra), El País
Mariano Rajoy y Alberto Núñez Feijóo vuelven a ser dos hombres y un destino. Como en 2009, cuando cuestionado por todo el partido tras haber perdido por segunda vez unas elecciones contra Zapatero, el líder del PP nacional se lanzó a patear aldeas gallegas por las que nunca había pisado en 25 años de vida dedicada a la política, para alentar el triunfo de su hombre en Galicia.

El presidente del Gobierno lo recordó ayer en el acto de inicio de curso en la localidad pontevedresa de Soutomaior, donde acostumbraba a despedir el verano con un primer discurso político. Ante los suyos, quienes le dieron cobijo en sus horas más bajas cuando muchos le consideraban muerto políticamente, Rajoy recordó que hace cuatro años “Galicia y Alberto [Núñez Feijóo] fueron los pioneros del cambio en España”. Y todos en el PP, aunque no lo dicen en público, saben por las encuestas que aquella ola que devolvió a los populares a la Xunta, tras un breve interregno de cuatro años con presidente socialista, puede venir de vuelta y descabalgar a Feijóo, en una contienda que los sondeos dibujan muy abierta.

La derrota en su tierra, además de refrendar un hipotético cambio de ciclo que ya ha tenido consecuencias en Asturias y Andalucía, supondría un golpe muy duro para Rajoy, que trata de ganar tiempo con el adelanto en Galicia y garantizarse dos años sin sobresaltos electorales, salvo que Cataluña opte también por llamar a las urnas antes de tiempo.

Consciente de que su partido apenas tiene algo que rascar en Euskadi, donde las elecciones están condicionadas por la participación de la izquierda abertzale que reconfigurará el mapa político, el presidente sitúa su termómetro en Galicia, donde volverá a volcarse para tratar de conservar el Gobierno. Lo que ayer planteó en el inicio de la precampaña fue todo un plebiscito sobre la austeridad y los recortes. Recordó que Feijóo apostó por estas fórmulas “que marcaron el camino de la recuperación económica [en una comunidad donde el desempleo se ha desbocado y aumentado en 70.000 personas desde 2009 hasta sumar 300.000 parados en un territorio de 2,7 millones de habitantes] adoptó mucho antes de que otros empezaran a hacerlo”. “Ha demostrado que con austeridad y sentido común se puede tener una de las comunidades mejor gestionadas, con mejor solvencia y menor déficit”, felicitó el presidente del Gobierno a su discípulo, en otra llamada a refrendar las recetas de ambos: recortes, austeridad y sacrificios, que, según él, darán sus frutos en el medio plazo. O quizás antes, porque Rajoy aseguró que en estos ocho meses en que puso en marcha la “mayor agenda de reformar y modernizadora de la historia de España” también “se han sentado los pilares de la recuperación”. Y se atrevió a vaticinar que si el país sigue por la misma senda, “en julio al final del período de sesiones las cosas estarán mucho mejor”.

Lo dijo con el castillo de Soutomaior al fondo, en el acto de inicio de curso que representa para el presidente lo mismo que Rodiezmo para Zapatero y Quintanilla de Onésimo para Aznar. La foto no varió gran cosa respecto a la del año pasado. Estaba la majestuosa fortaleza detrás del escenario y el sol radiante dando lustre a la postal, además del millar de cargos y militantes, presto a aplaudir todos los discursos. Hasta los mismos oradores: desde el alcalde del pueblo al presidente de la Diputación de Pontevedra, Rafael Louzán, pasando por el de la Xunta. Solo cambió Rajoy, que entonces compareció como líder de la oposición y ahora investido presidente del Gobierno. Y sobre todo, mudó su discurso. Si el año pasado había diagnosticado que de la crisis se sale sin subir impuestos y recortando gastos superfluos, ayer, coincidiendo con el día en que los consumidores empezaron a notarlo en sus bolsillos, se lanzó a explicar las bondades de subir el IVA Una medida “excepcional” que, según comprometió, será corregida cuando la situación mejore. La larga lista de beneficios que supuestamente traerá a la economía la subida de impuestos, convive sin aparente contradicción con las firmas que los populares recogieron en contra de la decisión, cuando la adoptó el anterior Gobierno socialista.

Ahora, según Rajoy, aumentar el IVA es una medida “dolorosa e imprescindible” al mismo tiempo, y “la única que se podía tomar para mantener los logros del Estado del bienestar, pagar la sanidad, la educación, las pensiones, las infraestructuras, pero también para enfocar el futuro con más éxito”. El presidente no se quedó ahí. Haber incumplido su palabra e incrementar este impuesto contribuirá también a “rebajar el déficit”, a “sentar las bases de la recuperación del país, que empezará a recuperar la confianza” y a “atraer inversiones y crear empleo”. Lejos de lastrar el consumo y ahogar a las familias, la subida del IVA es ahora “la única salida en un escenario de caída de ingresos para mantener los servicios públicos”.

Ese canto a las bondades de una decisión que trata de contentar a los mercados y la sempiterna llamada a hacer sacrificios que supuestamente darán frutos a medio plazo llevó a Rajoy a pedir flexibilidad al Eurogrupo para solventar “el principal problema de la Unión Europea”. “No es aceptable que unos países se financien al 0% o cobren intereses positivos [no citó expresamente a Alemania] y otros paguen intereses al 6%”, se lamentó, apoyando sus quejas sobre unas recientes palabras del presidente del Banco Central Europeo, Wim Duisenberg, en el mismo sentido.

También hizo una defensa del sistema autonómico que el ala más a la derecha del PP porfía en desafiar. Para zanjar posibles tentaciones recentralistas, Rajoy proclamó: “Nuestro apoyo a las autonomías responde a la convicción profunda de que ha contribuido a la mejora del bienestar de los españoles. Somos el Gobierno de España, las autonomías son España y prestan servicio a todos los españoles”. Antes, Feijóo había redondeado el trato con su jefe de filas: “Galicia nunca falla al Partido Popular”.

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