El presidente de la Comisión propone una federación de Estados europeos
Barroso critica que los líderes traten las cumbres como “combates de boxeo”
Luis Doncel
Bruselas, El País
La sonrisa más franca que ayer se vio en la cara de José Manuel Durão Barroso llegó con el anuncio de algo que había sucedido al margen de las instituciones europeas. Cuando el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, interrumpió la intervención de un diputado para anunciar que el Tribunal Constitucional alemán acababa de dar el visto bueno al fondo de rescate, al presidente de la Comisión se le vio respirar aliviado en medio de los aplausos de gran parte de los parlamentarios. Barroso acababa de pronunciar el discurso sobre el Estado de la Unión en el que dibujó su proyecto de UE a corto, medio y largo plazo. Además, aprovechó para lanzar una nada velada crítica a los líderes políticos.
El portugués presentó un mensaje con el que trató de devolver un cierto optimismo europeísta a un continente sumido en la depresión y en las dudas sobre sí mismo. Pero Barroso dejó claro que el objetivo de ahondar en la unión económica y política pasa por un requisito sine qua non: la solidaridad entre Estados ricos y pobres. “Tenemos que entender que estamos en un mismo barco en medio de una tormenta. Hace falta unión, sobre todo entre la tripulación”, dijo en Estrasburgo.
Lo primero y más urgente es avanzar en la unión bancaria, para lo que el Ejecutivo comunitario aprobó el martes por unanimidad su propuesta de convertir al Banco Central Europeo en el supervisor único de todos los bancos de la Eurozona. Pero Barroso fijó también los próximos pasos para una nueva arquitectura institucional que considera imprescindible para superar la crisis económica, social y de confianza.
Este otoño llegará el documento en el que Bruselas presentará sus planes para avanzar en la unión económica y monetaria. La cumbre que reunirá a los líderes el próximo mes de diciembre deberá debatir el texto que le presenten el propio Barroso, el presidente del Consejo, Herman van Rompuy, y el Eurogrupo.
La Comisión dejará para 2014, antes de las elecciones europeas, sus planes para cambiar los tratados europeos. La estación final del viaje diseñado por Barroso llegará cuando Europa se convierta en una federación de Estados nación. “No un superestado”, matizó. A los que le acusan de ser poco realista con esta propuesta, Barroso les preguntó si es más realista seguir como hasta ahora, con contribuyentes que rescatan a bancos y que luego son desahuciados de las casas donde viven; o con países en los que más de la mitad de los jóvenes están en paro.
Hasta aquí los planes de futuro. Pero el presidente de la Comisión también habló del pasado. Criticó a los jefes de Estado y de Gobierno que aprueban resoluciones para desdecirse a las pocas horas; y que presentan decisiones tomadas en los órganos europeos como si fueron victorias o fracasos. “Es inaceptable presentar las cumbres como combates de boxeo”, señaló.
Barroso dejó recados para varios Gobiernos de la UE. Primero para Alemania, al que, como socio más rico, se dirigió al reclamar solidaridad para los Estados más pobres de la Eurozona. Pero hubo más mensajes para Angela Merkel. La Comisión apoya un cambio en los tratados, sí, pero no tiene tanta prisa como la canciller alemana, que pretendía comenzar con la redacción de un borrador que avanzara en la unión fiscal este mismo año. Barroso prefiere empezar a redactar este nuevo texto en 2014.
Los países que arrastran los pies a la hora de poner en marcha reformas dolorosas también recibieron su reprimenda. “Solo con esas reformas se podrá superar la crisis y mejorar el futuro. Volver al status quo anterior es imposible”, señaló Barroso. La Comisión quiere que Grecia siga siendo parte del euro, pero solo si se compromete a cumplir sus compromisos.
El tercer bloque de reproches llegó para los Gobiernos que prefieren retrasar al máximo la integración europea. “No serán los más lentos, los más recalcitrantes, lo que marcarán el paso a los demás. No podemos dejar la agenda en manos de los populistas y de los euroescépticos”, aseguró.
Luis Doncel
Bruselas, El País
La sonrisa más franca que ayer se vio en la cara de José Manuel Durão Barroso llegó con el anuncio de algo que había sucedido al margen de las instituciones europeas. Cuando el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, interrumpió la intervención de un diputado para anunciar que el Tribunal Constitucional alemán acababa de dar el visto bueno al fondo de rescate, al presidente de la Comisión se le vio respirar aliviado en medio de los aplausos de gran parte de los parlamentarios. Barroso acababa de pronunciar el discurso sobre el Estado de la Unión en el que dibujó su proyecto de UE a corto, medio y largo plazo. Además, aprovechó para lanzar una nada velada crítica a los líderes políticos.
El portugués presentó un mensaje con el que trató de devolver un cierto optimismo europeísta a un continente sumido en la depresión y en las dudas sobre sí mismo. Pero Barroso dejó claro que el objetivo de ahondar en la unión económica y política pasa por un requisito sine qua non: la solidaridad entre Estados ricos y pobres. “Tenemos que entender que estamos en un mismo barco en medio de una tormenta. Hace falta unión, sobre todo entre la tripulación”, dijo en Estrasburgo.
Lo primero y más urgente es avanzar en la unión bancaria, para lo que el Ejecutivo comunitario aprobó el martes por unanimidad su propuesta de convertir al Banco Central Europeo en el supervisor único de todos los bancos de la Eurozona. Pero Barroso fijó también los próximos pasos para una nueva arquitectura institucional que considera imprescindible para superar la crisis económica, social y de confianza.
Este otoño llegará el documento en el que Bruselas presentará sus planes para avanzar en la unión económica y monetaria. La cumbre que reunirá a los líderes el próximo mes de diciembre deberá debatir el texto que le presenten el propio Barroso, el presidente del Consejo, Herman van Rompuy, y el Eurogrupo.
La Comisión dejará para 2014, antes de las elecciones europeas, sus planes para cambiar los tratados europeos. La estación final del viaje diseñado por Barroso llegará cuando Europa se convierta en una federación de Estados nación. “No un superestado”, matizó. A los que le acusan de ser poco realista con esta propuesta, Barroso les preguntó si es más realista seguir como hasta ahora, con contribuyentes que rescatan a bancos y que luego son desahuciados de las casas donde viven; o con países en los que más de la mitad de los jóvenes están en paro.
Hasta aquí los planes de futuro. Pero el presidente de la Comisión también habló del pasado. Criticó a los jefes de Estado y de Gobierno que aprueban resoluciones para desdecirse a las pocas horas; y que presentan decisiones tomadas en los órganos europeos como si fueron victorias o fracasos. “Es inaceptable presentar las cumbres como combates de boxeo”, señaló.
Barroso dejó recados para varios Gobiernos de la UE. Primero para Alemania, al que, como socio más rico, se dirigió al reclamar solidaridad para los Estados más pobres de la Eurozona. Pero hubo más mensajes para Angela Merkel. La Comisión apoya un cambio en los tratados, sí, pero no tiene tanta prisa como la canciller alemana, que pretendía comenzar con la redacción de un borrador que avanzara en la unión fiscal este mismo año. Barroso prefiere empezar a redactar este nuevo texto en 2014.
Los países que arrastran los pies a la hora de poner en marcha reformas dolorosas también recibieron su reprimenda. “Solo con esas reformas se podrá superar la crisis y mejorar el futuro. Volver al status quo anterior es imposible”, señaló Barroso. La Comisión quiere que Grecia siga siendo parte del euro, pero solo si se compromete a cumplir sus compromisos.
El tercer bloque de reproches llegó para los Gobiernos que prefieren retrasar al máximo la integración europea. “No serán los más lentos, los más recalcitrantes, lo que marcarán el paso a los demás. No podemos dejar la agenda en manos de los populistas y de los euroescépticos”, aseguró.