Calderón llama a los mexicanos a apoyar a Peña Nieto para sacar el país adelante
El presidente asegura que impidió que el “crimen tomara el control del Estado”
Luis Prados
México, El País
El presidente de México, Felipe Calderón, defendió este lunes los logros de su gestión en seguridad y economía en sus seis años de Gobierno y llamó a su sucesor, Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), a proseguir con firmeza el combate contra el crimen y aprobar las reformas que el país necesita –laboral, fiscal y energética- en su último mensaje a la nación. “México ha cambiado y se ha transformado en un país mejor”, afirmó al resumir la hora y media que duró el discurso. “México se está transformando en una sociedad de clase media. La democracia es hoy más fuerte que hace seis años. Impedimos que el crimen tomara el control del Estado y superamos la peor crisis económica global”, desgranó en tono triunfal. Calderón concluyó su intervención convocando a todos los mexicanos a apoyar “en lo esencial” a Peña Nieto para sacar el país adelante “por encima de todas sus diferencias”.
Arrancó el presidente saliente con una descripción de la situación que encontró en materia de seguridad al llegar al poder. Un escenario marcado por “una dinámica perversa” en la que se conjugaban “una evolución del fenómeno delictivo y una involución de las instituciones de seguridad y justicia”. “México dejó de ser un país de tránsito de drogas para convertirse en un país de consumo, lo que llevó a las organizaciones criminales a disputarse el control de plazas, redes y territorios”. Esto unido, añadió, “a la decisión de EE UU en 2004 de facilitar la adquisición de armas de asalto generó una espiral de violencia y que los criminales ampliaran sus actividades al secuestro y la extorsión”, beneficiados por la corrupción policial. “El delincuente sabía que no tendría castigo y el ciudadano que no tendría defensa”.
Pese a los más de 50.000 muertos habidos durante el sexenio en el combate contra el narcotráfico y el reconocimiento de “algunos errores y abusos”, que en todo caso “han sido la excepción”, Calderón defendió que la firme intervención del Gobierno federal contra el crimen organizado “es parte de la solución”, que el Ejecutivo no causó la violencia y que se ha avanzado en el debilitamiento de los carteles así como en el fortalecimiento de las instituciones y la recuperación del tejido social. “Antes el crimen se fortalecía y el Estado se debilitaba. Hemos invertido la tendencia. El Estado debe seguir combatiendo el crimen. Se debe seguir el trabajo”, subrayó.
En el terreno económico, el presidente destacó que a pesar de la crisis económica global, México cuenta “con estabilidad económica y un sistema financiero robusto”. Además, dijo, el país lleva tres años ininterrumpidos de crecimiento económico –por encima del 3%-, se han creado 2.240.000 empleos nuevos, construido 20.000 kilómetros de carreteras y progresado en los sectores energéticos, turístico y de telecomunicaciones. Aseguró que la inversión extranjera ha alcanzado los 126.000 millones de dólares y México se ha convertido en una potencia exportadora a nivel mundial.
Calderón se refirió a sus dos últimas iniciativas legales enviadas al Congreso, salido ya de las elecciones del pasado 1 de julio: una reforma laboral que pretende garantizar la democracia interna y transparencia económica de los poderosos sindicatos mexicanos y otra para obligar a los políticos a rendir cuentas de “cómo se gasta hasta el último centavo” de dinero público. Hizo votos porque el nuevo Congreso apruebe las reformas necesarias y que éstas no se impidan como ocurrió durante su mandato “por razones ideológicas o cálculo político”. Fue su única referencia crítica al resto de fuerzas políticas por haber saboteado su acción de Gobierno.
En términos políticos reconoció que el sistema electoral debe ser mejorado “para que los resultados no impliquen dudas”, como ocurrió en su caso en 2006 y ocurre ahora cuando el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador se niega de nuevo a reconocer su derrota, esta vez frente al PRI. Muestra de aquella crisis es que Calderón tuvo que pronunciar su último discurso al país en el Palacio Nacional y no en el Congreso, sede que no ha podido pisar en los seis años de su mandato porque se lo ha impedido la oposición.
Aquel pecado original de su supuesta ilegitimidad puede repetirse ahora con Peña Nieto. López Obrador ha rechazado el fallo del Tribunal Electoral que lo valida como presidente electo y convocado a una campaña de desobediencia civil que comenzará el día 9 con una gran concentración en el Zócalo de la capital mexicana. El domingo, el candidato de la izquierda anunció en su twitter que solo se retirará cuando “la patria sea de todos y no de 30 potentados”. La actitud que tome la izquierda ante la nueva presidencia del PRI –algunas voces ya se han desmarcado de López Obrador como el recién elegido gobernador de Morelos, Graco Ramírez, y el tres veces candidato presidencial, Cuauhtémoc Cárdenas- marcará el otoño político mexicano.
Luis Prados
México, El País
El presidente de México, Felipe Calderón, defendió este lunes los logros de su gestión en seguridad y economía en sus seis años de Gobierno y llamó a su sucesor, Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), a proseguir con firmeza el combate contra el crimen y aprobar las reformas que el país necesita –laboral, fiscal y energética- en su último mensaje a la nación. “México ha cambiado y se ha transformado en un país mejor”, afirmó al resumir la hora y media que duró el discurso. “México se está transformando en una sociedad de clase media. La democracia es hoy más fuerte que hace seis años. Impedimos que el crimen tomara el control del Estado y superamos la peor crisis económica global”, desgranó en tono triunfal. Calderón concluyó su intervención convocando a todos los mexicanos a apoyar “en lo esencial” a Peña Nieto para sacar el país adelante “por encima de todas sus diferencias”.
Arrancó el presidente saliente con una descripción de la situación que encontró en materia de seguridad al llegar al poder. Un escenario marcado por “una dinámica perversa” en la que se conjugaban “una evolución del fenómeno delictivo y una involución de las instituciones de seguridad y justicia”. “México dejó de ser un país de tránsito de drogas para convertirse en un país de consumo, lo que llevó a las organizaciones criminales a disputarse el control de plazas, redes y territorios”. Esto unido, añadió, “a la decisión de EE UU en 2004 de facilitar la adquisición de armas de asalto generó una espiral de violencia y que los criminales ampliaran sus actividades al secuestro y la extorsión”, beneficiados por la corrupción policial. “El delincuente sabía que no tendría castigo y el ciudadano que no tendría defensa”.
Pese a los más de 50.000 muertos habidos durante el sexenio en el combate contra el narcotráfico y el reconocimiento de “algunos errores y abusos”, que en todo caso “han sido la excepción”, Calderón defendió que la firme intervención del Gobierno federal contra el crimen organizado “es parte de la solución”, que el Ejecutivo no causó la violencia y que se ha avanzado en el debilitamiento de los carteles así como en el fortalecimiento de las instituciones y la recuperación del tejido social. “Antes el crimen se fortalecía y el Estado se debilitaba. Hemos invertido la tendencia. El Estado debe seguir combatiendo el crimen. Se debe seguir el trabajo”, subrayó.
En el terreno económico, el presidente destacó que a pesar de la crisis económica global, México cuenta “con estabilidad económica y un sistema financiero robusto”. Además, dijo, el país lleva tres años ininterrumpidos de crecimiento económico –por encima del 3%-, se han creado 2.240.000 empleos nuevos, construido 20.000 kilómetros de carreteras y progresado en los sectores energéticos, turístico y de telecomunicaciones. Aseguró que la inversión extranjera ha alcanzado los 126.000 millones de dólares y México se ha convertido en una potencia exportadora a nivel mundial.
Calderón se refirió a sus dos últimas iniciativas legales enviadas al Congreso, salido ya de las elecciones del pasado 1 de julio: una reforma laboral que pretende garantizar la democracia interna y transparencia económica de los poderosos sindicatos mexicanos y otra para obligar a los políticos a rendir cuentas de “cómo se gasta hasta el último centavo” de dinero público. Hizo votos porque el nuevo Congreso apruebe las reformas necesarias y que éstas no se impidan como ocurrió durante su mandato “por razones ideológicas o cálculo político”. Fue su única referencia crítica al resto de fuerzas políticas por haber saboteado su acción de Gobierno.
En términos políticos reconoció que el sistema electoral debe ser mejorado “para que los resultados no impliquen dudas”, como ocurrió en su caso en 2006 y ocurre ahora cuando el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador se niega de nuevo a reconocer su derrota, esta vez frente al PRI. Muestra de aquella crisis es que Calderón tuvo que pronunciar su último discurso al país en el Palacio Nacional y no en el Congreso, sede que no ha podido pisar en los seis años de su mandato porque se lo ha impedido la oposición.
Aquel pecado original de su supuesta ilegitimidad puede repetirse ahora con Peña Nieto. López Obrador ha rechazado el fallo del Tribunal Electoral que lo valida como presidente electo y convocado a una campaña de desobediencia civil que comenzará el día 9 con una gran concentración en el Zócalo de la capital mexicana. El domingo, el candidato de la izquierda anunció en su twitter que solo se retirará cuando “la patria sea de todos y no de 30 potentados”. La actitud que tome la izquierda ante la nueva presidencia del PRI –algunas voces ya se han desmarcado de López Obrador como el recién elegido gobernador de Morelos, Graco Ramírez, y el tres veces candidato presidencial, Cuauhtémoc Cárdenas- marcará el otoño político mexicano.