Adriano quiso suicidarse cuando jugaba en el Inter de Milán
Río de Janeiro, EFE
Muchos se han preguntado alguna vez qué ronda por la cabeza de Adriano para llevar esa vida. A sus treinta años ya se puede asegurar que el brasileño se ha quedado en un futbolista corriente que pudo hacer mucho más en su carrera profesional. Pero tomó otros caminos y por eso será recordado. Desde su llegada al Inter de Milán en 2001 muchos episodios extradeportivos han salpicado al futbolista carioca. Llegar borracho a los entrenamientos, fumar en una moto y sin casco, posar con armas en una favela o incluso disparar una pistola como pasó hace menos de un año.
Y estos episodios tienen una explicación según el propio jugador: La soledad. Así lo confirma 'El Emperador' en una biografía de cuatro capítulos que publica Globoesporte. Y esa soledad le hizo plantearse seriamente el suicido, pero imaginar el dolor de su madre le frenó. El peor momento lo vivió entre 2008 y 2009. Adriano ya tenía decidido abandonar Milán y citó a su madre para confesarse. "Nadie sabe lo que estoy pasando. Nadie está dentro de mí. Tengo ganas de suicidarme", dijo el delantero.
"¿Pero qué te falta? ¿Por qué dices eso Dios mío?, replicó su madre angustiada.
"No sé. Hay días que no tiro mi vida por ti. Cuando pienso en suicidarme, pienso en ti. Siento la falta de mi familia", contestó el internacional brasileño.
La desmotivación del delantero era tal que dejó de creer en Dios y su cabeza no temía a la muerte. "Estaba sufriendo mucho, dejé de creer en Dios, a quien estoy muy unido. Aún estaba en Italia. 'Dios no existe', decía. Incluso pensaba que para hacer sufrir a mi familia lo mejor era irse. Nunca tuve miedo a morir. Siempre hice lo que tenía que hacer. Lo que quiero, lo hago. Fue muy complicado", añadió.
Decidió poner punto y final a su etapa en Europa y tras un paso por el Sao Paulo en 2008, volvió a casa en 2009. Al Flamengo, el club que le vio nacer. En Río de Janeiro también llevó esa 'mala vida' y decidió ponerse en manos de un psicólogo. "Cuando conté mi problema con el alcohol decidí tratarme la depresión con un psicólogo. Fue en Sao Paulo. En 2009 llegué a realizar cuatro o cinco sesiones con un psicólogo".
Ahora parece que está mejor. Ha vuelto de nuevo al Flamengo tras un par de campañas en el Corinthians y, aunque aún no ha debutado, trabaja para volver a sentirse futbolista. En parte por la buena jugada del club carioca a la hora de redactar su contrato, ya que tiene la potestad de romperlo si El Emperador falta a entrenar sin justificación. "Hoy ya no tengo necesidad de ayuda psicológica. Si lo necesitara lo comunicaría al Flamengo. Tengo edad suficiente para saber cuándo necesito y cuando no. Ahora estoy feliz", dijo Adriano.
Muchos se han preguntado alguna vez qué ronda por la cabeza de Adriano para llevar esa vida. A sus treinta años ya se puede asegurar que el brasileño se ha quedado en un futbolista corriente que pudo hacer mucho más en su carrera profesional. Pero tomó otros caminos y por eso será recordado. Desde su llegada al Inter de Milán en 2001 muchos episodios extradeportivos han salpicado al futbolista carioca. Llegar borracho a los entrenamientos, fumar en una moto y sin casco, posar con armas en una favela o incluso disparar una pistola como pasó hace menos de un año.
Y estos episodios tienen una explicación según el propio jugador: La soledad. Así lo confirma 'El Emperador' en una biografía de cuatro capítulos que publica Globoesporte. Y esa soledad le hizo plantearse seriamente el suicido, pero imaginar el dolor de su madre le frenó. El peor momento lo vivió entre 2008 y 2009. Adriano ya tenía decidido abandonar Milán y citó a su madre para confesarse. "Nadie sabe lo que estoy pasando. Nadie está dentro de mí. Tengo ganas de suicidarme", dijo el delantero.
"¿Pero qué te falta? ¿Por qué dices eso Dios mío?, replicó su madre angustiada.
"No sé. Hay días que no tiro mi vida por ti. Cuando pienso en suicidarme, pienso en ti. Siento la falta de mi familia", contestó el internacional brasileño.
La desmotivación del delantero era tal que dejó de creer en Dios y su cabeza no temía a la muerte. "Estaba sufriendo mucho, dejé de creer en Dios, a quien estoy muy unido. Aún estaba en Italia. 'Dios no existe', decía. Incluso pensaba que para hacer sufrir a mi familia lo mejor era irse. Nunca tuve miedo a morir. Siempre hice lo que tenía que hacer. Lo que quiero, lo hago. Fue muy complicado", añadió.
Decidió poner punto y final a su etapa en Europa y tras un paso por el Sao Paulo en 2008, volvió a casa en 2009. Al Flamengo, el club que le vio nacer. En Río de Janeiro también llevó esa 'mala vida' y decidió ponerse en manos de un psicólogo. "Cuando conté mi problema con el alcohol decidí tratarme la depresión con un psicólogo. Fue en Sao Paulo. En 2009 llegué a realizar cuatro o cinco sesiones con un psicólogo".
Ahora parece que está mejor. Ha vuelto de nuevo al Flamengo tras un par de campañas en el Corinthians y, aunque aún no ha debutado, trabaja para volver a sentirse futbolista. En parte por la buena jugada del club carioca a la hora de redactar su contrato, ya que tiene la potestad de romperlo si El Emperador falta a entrenar sin justificación. "Hoy ya no tengo necesidad de ayuda psicológica. Si lo necesitara lo comunicaría al Flamengo. Tengo edad suficiente para saber cuándo necesito y cuando no. Ahora estoy feliz", dijo Adriano.