“Todos queremos a Usain”
Un ejército de asistentes ayuda a mantener a Bolt en el buen camino en Jamaica
MARK BAILEY, El País
El hombre más rápido del mundo está tumbado sin moverse en la esponjosa pista de atletismo de color azul de la Universidad de las Antillas de Kingston, Jamaica. Parece dormido. Las alargadas extremidades de su cuerpo, de 1,96 metros de altura, yacen en la pista como si fueran ramas taladas. En su camiseta remangada se le marca un xilófono de abdominales que resplandece bajo el sol del mediodía. El tenue tamborileo del reggae de un festival cercano revolotea junto a la cálida brisa caribeña. Una sonrisa de satisfacción se dibuja en el rostro de Usain Bolt. Esta figura supina está rodeada de personas que se mueven con prisa. Un equipo de cámaras, patrocinadores y relaciones públicas corretean a su alrededor. Unos adolescentes han trepado una valla y están escondidos detrás de un cartel publicitario. De vez en cuando se acercan furtivamente a su ídolo, como si fueran espías de dibujos animados andando de puntillas detrás de un arbusto de cartón.
El fotógrafo se acerca a Bolt y se sienta encima de él a horcajadas, con la cámara lista. De repente, uno de los ojos de Bolt se abre y describe un giro, analizando esta escena tan cómica. Entonces, los dos ojos se ponen a buscar frenéticamente entre toda esa maraña de gente a Nugent Walker Junior, NJ, el asistente personal, compañero de piso y mejor amigo desde primaria.
Esta es la vida de Usain Bolt. Su entorno personal tiene un toque familiar. su estilista, una señora jamaicana con aspecto de matrona, le unta la cara de maquillaje como una niñera. Su publicista, Carole, le trae un plato de arroz con pollo. Si estas son las figuras maternas que mantienen a Bolt a raya, su entrenador, Glen Mills, y su manager, Norman Peart, son las paternas: severas pero enriquecedoras. Su representante, Ricky Simms, y NJ son como hermanos: traviesos pero protectores. Incluso sus guardaespaldas, con vaqueros y zapatillas de deporte, comparten la actitud despreocupada de Bolt.
Si este chico de 25 años está nervioso, no se le nota. Fuera de la pista, cada uno de sus movimientos es extremadamente lento. Rezuma buen humor como si fuera vapor, y contagia a quienes le rodean. “Quiero que la gente me recuerde para siempre. Y eso implica que tengo que realizar grandes proezas en Londres”.
Los logros sobrehumanos de Bolt, junto con su atractiva personalidad, son lo que le hacen tan interesante. Su primer récord mundial fue el de 100m (9,72 segundos) en Nueva York en mayo de 2008, tras batir el de su compatriota Asafa Powell por 0,02 segundos. En los Juegos de Pekín de ese verano consiguió tres récords mundiales: el de 100m (9,69), el de 200m (19,30) y el de 4x100m relevos (37,10). Al año siguiente volvió a batir sus propios récords (9,58 y 19,19) en el Campeonato Mundial de Berlín.
Peter Weyand, uno de los principales fisiólogos de la Universidad del Sur de Dallas, asegura: “Bolt desafía las leyes de la biología”. Como tiene las piernas largas, da 41 pasos para completar los 100 m, mientras que sus rivales dan 44. Pero sus dotes prodigiosas se ponen a punto gracias a un extenuante régimen de entrenamiento. Se pasa horas refinando su técnica en la pista y cogiendo fuerza en el gimnasio. “Como siempre estoy haciendo el tonto parece que no me esfuerzo, muchos piensan que soy un vago, y a veces lo soy”, admite. “Pero a esa gente le digo: ‘Os veo a las seis de la mañana; venid a verme entrenarme”.
Bolt nació el 21 de agosto de 1986 en el distrito de Trelawny, en el noroeste de Jamaica. Se crió en un bungaló con su padre, Wellesley, que tenía una tienda de alimentación, y con su madre, Jennifer. “Me parezco mucho a mi madre”, explica. Su estilista asiente. "Tengo la misma piel y el mismo pelo que ella y soy un vago. Es probable que las cosas buenas las haya heredado de mi padre. Mi madre y yo compartimos los mismos hábitos nocivos". Bolt era un niño hiperactivo. “A VJ [el apodo de Bolt] le pasa algo, no es normal, no deja de dar volteretas y de saltar”, comentó su padre antes de que llevar a su hijo al médico. En realidad, lo único que necesitaba era quemar su exceso de energía. Se le daban bien el fútbol y el críquet, pero destacaba en carreras de velocidad y ganó competiciones escolares y regionales. ¿Se portaba bien de pequeño? “Mi padre era de la vieja escuela y decía que no podíamos salir de casa hasta que no hubiéramos terminado los deberes. Yo quería jugar al fútbol, así que me metía en líos. Pero no se puede ser demasiado bueno porque, si no, la vida es muy aburrida, ¿no?”.
Alimentándose a base de su comida favorita (el cerdo a la jamaicana), Bolt ganó en fuerza y velocidad y consiguió una beca deportiva para el William Knibb High School de Trelawny. Los entrenamientos le resultaban odiosos y, en vez de ejercitarse, solía esconderse en la sala de videojuegos que había cerca de allí. Tras recibir duros sermones de sus padres y profesores, a los 14 años se volvió más serio. Un año después ganó la medalla de oro en 200 m en el Campeonato Mundial Juvenil de 2002 en Kingston. Antes de la carrera se puso tan nervioso que se colocó los tacos en el pie equivocado, pero fue un punto de inflexión. “Después de ganar delante de mi gente, pensé: ‘¿Por qué voy a volver a preocuparme?'. Y desde entonces he estado tranquilo”.
Jamaica esperaba grandes hazañas de él, pero unas lesiones que le debilitaron sumadas a la falta de disciplina le abocaron al fracaso en los Juegos de Atenas 2004: fue eliminado en la primera ronda de los 200m. Sus vecinos se reían de él por la calle. Desilusionado, recurrió a Glen Mills, un entrenador de carreras de velocidad corpulento y con gafas que trabajaba en Kingston. Mills no tardó en identificar el origen de las lesiones de Bolt: padecía escoliosis (curvatura de la espina dorsal) y le buscó tratamiento. Además, Mills tenía tacto para manejar el carácter díscolo de Bolt. La mansión de cinco habitaciones de Bolt en Kingston se parece a la guarida de ensueño de un adolescente. Está llena de televisores de plasma gigantes, videoconsolas, mesas para DJ y balones de fútbol. Fuera hay una piscina y una flota de coches caros, incluido un Range Rover de color negro. Bolt vive con NJ y con Sadiki. Los tres se pasan las horas con los videojuegos o explorando las discotecas de Kingston. “Yo bebo Guinness”, señala Bolt. Dice que nunca discute con NJ, pero le recuerdo una discusión que tuvieron delante de mí el verano pasado. Bolt quería ir al cine a ver Kung Fu Panda 2. NJ prefería ver X-Men: Primera generación y se salió con la suya. A Bolt le sentó fatal y le echó la bronca a su amigo. Bolt odia las tareas domésticas. “Limpio mi cuarto una vez al año, pero solo porque siento que es mi deber”, rezonga. “Pero tenemos a gente que limpia. Si me vieran, se quedarían asombrados. Preferiría estar tumbado en una cama en lugar de cambiar las sábanas. Aunque una vez limpié mi armario…”. No es de extrañar que pierda cosas. Se dejó sus medallas de oro olímpicas en la habitación de un hotel de Nueva York (pero luego las recuperó), y encontró las de los Campeonatos Mundiales en el armario después de pasarse un año buscándolas.
Tiene a un cocinero contratado para que controle su dieta. “Mi cocinero no me deja que le soborne”. Bolt roza la agorafobia: “Ni siquiera podría ir a comprar ropa por Oxford Street”, señala. “La gente se me tira encima, con las cámaras de los móviles, gritando, vociferando… Es una pesadilla”, añade. Cultiva su imagen de travieso, pero tiene un lado más tranquilo. Su pasatiempo favorito es el dominó. Confiesa que todavía le gusta quedarse dormido en el sofá con la cabeza apoyada en el regazo de su madre, y echa mucho de menos el campo. “En el campo la gente no me agobia tanto. Voy a ver a mis padres, que están disfrutando de la jubilación. Nos sentamos, jugamos al dominó, nos bebemos unas cervezas y nos relajamos. Me encanta el campo. Allí me construiré la casa de mis sueños”. Admite tímidamente que actualmente está saliendo con una chica.
El mundo espera ver hazañas extraordinarias este verano. Bolt tiene intención de terminar los 100 m en 9,4 segundos y los 200 m en menos de 19. “Confío más en que pase algo especial en los 200 m. Los 100 m son más técnicos. Los 200 son una carrera más natural para mí. Véanlo y lo sabrán”.
Antes de irme de Jamaica, visito su bar. Hay televisores por doquier: en los reservados, encima de la barra, en los servicios… El menú incluye cerdo a la jamaicana, inspirado en el plato estrella de su tía Lilly. “Todo el mundo quiere a Usain”, dice la camarera".
MARK BAILEY, El País
El hombre más rápido del mundo está tumbado sin moverse en la esponjosa pista de atletismo de color azul de la Universidad de las Antillas de Kingston, Jamaica. Parece dormido. Las alargadas extremidades de su cuerpo, de 1,96 metros de altura, yacen en la pista como si fueran ramas taladas. En su camiseta remangada se le marca un xilófono de abdominales que resplandece bajo el sol del mediodía. El tenue tamborileo del reggae de un festival cercano revolotea junto a la cálida brisa caribeña. Una sonrisa de satisfacción se dibuja en el rostro de Usain Bolt. Esta figura supina está rodeada de personas que se mueven con prisa. Un equipo de cámaras, patrocinadores y relaciones públicas corretean a su alrededor. Unos adolescentes han trepado una valla y están escondidos detrás de un cartel publicitario. De vez en cuando se acercan furtivamente a su ídolo, como si fueran espías de dibujos animados andando de puntillas detrás de un arbusto de cartón.
El fotógrafo se acerca a Bolt y se sienta encima de él a horcajadas, con la cámara lista. De repente, uno de los ojos de Bolt se abre y describe un giro, analizando esta escena tan cómica. Entonces, los dos ojos se ponen a buscar frenéticamente entre toda esa maraña de gente a Nugent Walker Junior, NJ, el asistente personal, compañero de piso y mejor amigo desde primaria.
Esta es la vida de Usain Bolt. Su entorno personal tiene un toque familiar. su estilista, una señora jamaicana con aspecto de matrona, le unta la cara de maquillaje como una niñera. Su publicista, Carole, le trae un plato de arroz con pollo. Si estas son las figuras maternas que mantienen a Bolt a raya, su entrenador, Glen Mills, y su manager, Norman Peart, son las paternas: severas pero enriquecedoras. Su representante, Ricky Simms, y NJ son como hermanos: traviesos pero protectores. Incluso sus guardaespaldas, con vaqueros y zapatillas de deporte, comparten la actitud despreocupada de Bolt.
Si este chico de 25 años está nervioso, no se le nota. Fuera de la pista, cada uno de sus movimientos es extremadamente lento. Rezuma buen humor como si fuera vapor, y contagia a quienes le rodean. “Quiero que la gente me recuerde para siempre. Y eso implica que tengo que realizar grandes proezas en Londres”.
Los logros sobrehumanos de Bolt, junto con su atractiva personalidad, son lo que le hacen tan interesante. Su primer récord mundial fue el de 100m (9,72 segundos) en Nueva York en mayo de 2008, tras batir el de su compatriota Asafa Powell por 0,02 segundos. En los Juegos de Pekín de ese verano consiguió tres récords mundiales: el de 100m (9,69), el de 200m (19,30) y el de 4x100m relevos (37,10). Al año siguiente volvió a batir sus propios récords (9,58 y 19,19) en el Campeonato Mundial de Berlín.
Peter Weyand, uno de los principales fisiólogos de la Universidad del Sur de Dallas, asegura: “Bolt desafía las leyes de la biología”. Como tiene las piernas largas, da 41 pasos para completar los 100 m, mientras que sus rivales dan 44. Pero sus dotes prodigiosas se ponen a punto gracias a un extenuante régimen de entrenamiento. Se pasa horas refinando su técnica en la pista y cogiendo fuerza en el gimnasio. “Como siempre estoy haciendo el tonto parece que no me esfuerzo, muchos piensan que soy un vago, y a veces lo soy”, admite. “Pero a esa gente le digo: ‘Os veo a las seis de la mañana; venid a verme entrenarme”.
Bolt nació el 21 de agosto de 1986 en el distrito de Trelawny, en el noroeste de Jamaica. Se crió en un bungaló con su padre, Wellesley, que tenía una tienda de alimentación, y con su madre, Jennifer. “Me parezco mucho a mi madre”, explica. Su estilista asiente. "Tengo la misma piel y el mismo pelo que ella y soy un vago. Es probable que las cosas buenas las haya heredado de mi padre. Mi madre y yo compartimos los mismos hábitos nocivos". Bolt era un niño hiperactivo. “A VJ [el apodo de Bolt] le pasa algo, no es normal, no deja de dar volteretas y de saltar”, comentó su padre antes de que llevar a su hijo al médico. En realidad, lo único que necesitaba era quemar su exceso de energía. Se le daban bien el fútbol y el críquet, pero destacaba en carreras de velocidad y ganó competiciones escolares y regionales. ¿Se portaba bien de pequeño? “Mi padre era de la vieja escuela y decía que no podíamos salir de casa hasta que no hubiéramos terminado los deberes. Yo quería jugar al fútbol, así que me metía en líos. Pero no se puede ser demasiado bueno porque, si no, la vida es muy aburrida, ¿no?”.
Alimentándose a base de su comida favorita (el cerdo a la jamaicana), Bolt ganó en fuerza y velocidad y consiguió una beca deportiva para el William Knibb High School de Trelawny. Los entrenamientos le resultaban odiosos y, en vez de ejercitarse, solía esconderse en la sala de videojuegos que había cerca de allí. Tras recibir duros sermones de sus padres y profesores, a los 14 años se volvió más serio. Un año después ganó la medalla de oro en 200 m en el Campeonato Mundial Juvenil de 2002 en Kingston. Antes de la carrera se puso tan nervioso que se colocó los tacos en el pie equivocado, pero fue un punto de inflexión. “Después de ganar delante de mi gente, pensé: ‘¿Por qué voy a volver a preocuparme?'. Y desde entonces he estado tranquilo”.
Jamaica esperaba grandes hazañas de él, pero unas lesiones que le debilitaron sumadas a la falta de disciplina le abocaron al fracaso en los Juegos de Atenas 2004: fue eliminado en la primera ronda de los 200m. Sus vecinos se reían de él por la calle. Desilusionado, recurrió a Glen Mills, un entrenador de carreras de velocidad corpulento y con gafas que trabajaba en Kingston. Mills no tardó en identificar el origen de las lesiones de Bolt: padecía escoliosis (curvatura de la espina dorsal) y le buscó tratamiento. Además, Mills tenía tacto para manejar el carácter díscolo de Bolt. La mansión de cinco habitaciones de Bolt en Kingston se parece a la guarida de ensueño de un adolescente. Está llena de televisores de plasma gigantes, videoconsolas, mesas para DJ y balones de fútbol. Fuera hay una piscina y una flota de coches caros, incluido un Range Rover de color negro. Bolt vive con NJ y con Sadiki. Los tres se pasan las horas con los videojuegos o explorando las discotecas de Kingston. “Yo bebo Guinness”, señala Bolt. Dice que nunca discute con NJ, pero le recuerdo una discusión que tuvieron delante de mí el verano pasado. Bolt quería ir al cine a ver Kung Fu Panda 2. NJ prefería ver X-Men: Primera generación y se salió con la suya. A Bolt le sentó fatal y le echó la bronca a su amigo. Bolt odia las tareas domésticas. “Limpio mi cuarto una vez al año, pero solo porque siento que es mi deber”, rezonga. “Pero tenemos a gente que limpia. Si me vieran, se quedarían asombrados. Preferiría estar tumbado en una cama en lugar de cambiar las sábanas. Aunque una vez limpié mi armario…”. No es de extrañar que pierda cosas. Se dejó sus medallas de oro olímpicas en la habitación de un hotel de Nueva York (pero luego las recuperó), y encontró las de los Campeonatos Mundiales en el armario después de pasarse un año buscándolas.
Tiene a un cocinero contratado para que controle su dieta. “Mi cocinero no me deja que le soborne”. Bolt roza la agorafobia: “Ni siquiera podría ir a comprar ropa por Oxford Street”, señala. “La gente se me tira encima, con las cámaras de los móviles, gritando, vociferando… Es una pesadilla”, añade. Cultiva su imagen de travieso, pero tiene un lado más tranquilo. Su pasatiempo favorito es el dominó. Confiesa que todavía le gusta quedarse dormido en el sofá con la cabeza apoyada en el regazo de su madre, y echa mucho de menos el campo. “En el campo la gente no me agobia tanto. Voy a ver a mis padres, que están disfrutando de la jubilación. Nos sentamos, jugamos al dominó, nos bebemos unas cervezas y nos relajamos. Me encanta el campo. Allí me construiré la casa de mis sueños”. Admite tímidamente que actualmente está saliendo con una chica.
El mundo espera ver hazañas extraordinarias este verano. Bolt tiene intención de terminar los 100 m en 9,4 segundos y los 200 m en menos de 19. “Confío más en que pase algo especial en los 200 m. Los 100 m son más técnicos. Los 200 son una carrera más natural para mí. Véanlo y lo sabrán”.
Antes de irme de Jamaica, visito su bar. Hay televisores por doquier: en los reservados, encima de la barra, en los servicios… El menú incluye cerdo a la jamaicana, inspirado en el plato estrella de su tía Lilly. “Todo el mundo quiere a Usain”, dice la camarera".