La violencia siria llega a Líbano
Un grupo chií reivindica el secuestro en suelo libanés de 11 suníes, opositores a Bachar el Asad Los libaneses temen un nuevo brote de choques sectarios
Mayte Carrasco
Beirut, El País
Como muchos se temían, la onda expansiva de la violencia en Siria comienza a contagiar al vecino Líbano. Un nuevo grupo armado chií denominado Mukhtar al Thaqfi se ha atribuido en un vídeo el secuestro de un turco y diez sirios suníes opositores de Bachar el Asad en Beirut y el valle de la Bekaa. En el mensaje, emitido por la televisión LBC, pide al Ejército Libre de Siria (ELS) que libere a Hassan al Meqdad, miembro de un poderoso clan chií libanés supuestamente secuestrado por los rebeldes en Siria, añadiendo que si no lo hacen extenderán sus operaciones a otras áreas libanesas.
Líbano, un país con una delicada estructura confesional, padeció una guerra civil de décadas. Desde hace meses, se han producido altercados, incluso combates, entre partidarios y detractores de Bachar el Asad. Los enfrentamientos entre chiíes, suníes, cristianos, drusos, que han marcado la historia libanesa, pueden volver a estallar en cualquier momento, encendidos desde el otro lado de la frontera. El miércoles se registraron disturbios que incluyeron secuestros, saqueos a tiendas de sirios y el corte de la carretera del aeropuerto en Beirut, y que volvieron a despertar los peores temores en la sociedad libanesa.
El incidente, uno de los más graves desde que comenzó la guerra civil en Siria, pone de manifiesto la presencia de combatientes chiíes libaneses en territorio sirio para apoyar a las filas de Bachar el Asad, a la vez que exacerba el enfrentamiento entre las dos ramas confesionales del islam, la chií —que profesa el presidente sirio, alauí—, y la suní, a la que pertenece la gran mayoría de los combatientes del ELS. Hasta ahora la oposición siria ha negado que la guerra civil que se libra desde hace año y medio en Siria tenga tintes sectarios y acusa al régimen de querer avivar la llama del odio interreligioso.
El ministro francés de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, se apresuró a viajar ayer a Beirut para asegurar que Francia está totalmente comprometida en la defensa de la soberanía de Líbano a la vista de las circunstancias, mientras que países como Catar, Emiratos Árabes o Arabia Saudí, que apoyan abiertamente a los rebeldes sirios, han pedido a sus nacionales que abandonen inmediatamente el país, donde en la noche del miércoles varios encapuchados cortaron la carretera de acceso al aeropuerto internacional Rafic Hariri con barricadas en la zona chií de Beirut como represalia por otro incidente, que luego resultó ser falso: la muerte en un bombardeo de tres de los 11 peregrinos chiíes libaneses secuestrados en Azaz, en el norte de Siria.
Las milicias chiíes libanesas de Hezbolá no se han pronunciado hasta el momento sobre el secuestro, aunque están implicadas en el conflicto sirio como importantes aliadas de Bachar al Asad, que siente fascinación por su líder, Hasan Nasralá. Según el testimonio de destacados miembros del ELS de la provincia de Homs (Siria), sus experimentados y temidos combatientes han realizado incursiones en Siria desde el principio de la revolución para eliminar a rebeldes, que han logrado matar a algunos de ellos y robarles armas.
Líbano es la caja de resonancia de Oriente Próximo y padece una fragilidad política y social que hace temer un nuevo estallido de la violencia sectaria que ya ha devastado este país en el pasado, y que puede expandirse por toda la región. El complicado plan geoestratégico de Irán, que pretende ser líder regional, pasa por mantener como sea en el poder a su aliado El Asad en Siria, chií como el Gobierno iraní, sin el cual perdería la conexión territorial con los también amigos chiíes libaneses de Hezbolá, que controlan de facto la política libanesa y los servicios de seguridad.
El bloque formado por Irán, Siria y Hezbolá en Líbano supone una seria amenaza para el poder suní con el que están enfrentados, representado por Arabia Saudí y Catar, aliados de EE UU, que apoyan activamente la revolución siria.
Líbano, y en especial la zona del norte, Trípoli y Wadi Jaled, de mayoría suní, se han convertido en lugar de paso de importantes contribuyentes de la causa siria, yihadistas extranjeros que quieren combatir en suelo sirio y pasan la frontera libanesa, además de lugar de refugio para miles de civiles sirios que huyen de la violencia y que malviven en pésimas condiciones, sin apenas ayuda de las grandes agencias humanitarias internacionales.
En los suburbios de Beirut hay miles de familias viviendo hacinadas en apartamentos que alquilan por 200 dólares al mes, muchas de ellas supervivientes de las masacres de Homs, y en especial de Bab Amro, y que han perdido su casa y todas sus pertenencias. “Aquí nos odian, creen que vamos a traer la guerra y no nos aceptan”, explica Abo Hafez en uno de los calurosos apartamentos no muy lejos de la costa, a unos 20 kilómetros al norte de Beirut, asustado por la noticia del secuestro de sirios como él y el temor de que se generalicen en el país.
Mayte Carrasco
Beirut, El País
Como muchos se temían, la onda expansiva de la violencia en Siria comienza a contagiar al vecino Líbano. Un nuevo grupo armado chií denominado Mukhtar al Thaqfi se ha atribuido en un vídeo el secuestro de un turco y diez sirios suníes opositores de Bachar el Asad en Beirut y el valle de la Bekaa. En el mensaje, emitido por la televisión LBC, pide al Ejército Libre de Siria (ELS) que libere a Hassan al Meqdad, miembro de un poderoso clan chií libanés supuestamente secuestrado por los rebeldes en Siria, añadiendo que si no lo hacen extenderán sus operaciones a otras áreas libanesas.
Líbano, un país con una delicada estructura confesional, padeció una guerra civil de décadas. Desde hace meses, se han producido altercados, incluso combates, entre partidarios y detractores de Bachar el Asad. Los enfrentamientos entre chiíes, suníes, cristianos, drusos, que han marcado la historia libanesa, pueden volver a estallar en cualquier momento, encendidos desde el otro lado de la frontera. El miércoles se registraron disturbios que incluyeron secuestros, saqueos a tiendas de sirios y el corte de la carretera del aeropuerto en Beirut, y que volvieron a despertar los peores temores en la sociedad libanesa.
El incidente, uno de los más graves desde que comenzó la guerra civil en Siria, pone de manifiesto la presencia de combatientes chiíes libaneses en territorio sirio para apoyar a las filas de Bachar el Asad, a la vez que exacerba el enfrentamiento entre las dos ramas confesionales del islam, la chií —que profesa el presidente sirio, alauí—, y la suní, a la que pertenece la gran mayoría de los combatientes del ELS. Hasta ahora la oposición siria ha negado que la guerra civil que se libra desde hace año y medio en Siria tenga tintes sectarios y acusa al régimen de querer avivar la llama del odio interreligioso.
El ministro francés de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, se apresuró a viajar ayer a Beirut para asegurar que Francia está totalmente comprometida en la defensa de la soberanía de Líbano a la vista de las circunstancias, mientras que países como Catar, Emiratos Árabes o Arabia Saudí, que apoyan abiertamente a los rebeldes sirios, han pedido a sus nacionales que abandonen inmediatamente el país, donde en la noche del miércoles varios encapuchados cortaron la carretera de acceso al aeropuerto internacional Rafic Hariri con barricadas en la zona chií de Beirut como represalia por otro incidente, que luego resultó ser falso: la muerte en un bombardeo de tres de los 11 peregrinos chiíes libaneses secuestrados en Azaz, en el norte de Siria.
Las milicias chiíes libanesas de Hezbolá no se han pronunciado hasta el momento sobre el secuestro, aunque están implicadas en el conflicto sirio como importantes aliadas de Bachar al Asad, que siente fascinación por su líder, Hasan Nasralá. Según el testimonio de destacados miembros del ELS de la provincia de Homs (Siria), sus experimentados y temidos combatientes han realizado incursiones en Siria desde el principio de la revolución para eliminar a rebeldes, que han logrado matar a algunos de ellos y robarles armas.
Líbano es la caja de resonancia de Oriente Próximo y padece una fragilidad política y social que hace temer un nuevo estallido de la violencia sectaria que ya ha devastado este país en el pasado, y que puede expandirse por toda la región. El complicado plan geoestratégico de Irán, que pretende ser líder regional, pasa por mantener como sea en el poder a su aliado El Asad en Siria, chií como el Gobierno iraní, sin el cual perdería la conexión territorial con los también amigos chiíes libaneses de Hezbolá, que controlan de facto la política libanesa y los servicios de seguridad.
El bloque formado por Irán, Siria y Hezbolá en Líbano supone una seria amenaza para el poder suní con el que están enfrentados, representado por Arabia Saudí y Catar, aliados de EE UU, que apoyan activamente la revolución siria.
Líbano, y en especial la zona del norte, Trípoli y Wadi Jaled, de mayoría suní, se han convertido en lugar de paso de importantes contribuyentes de la causa siria, yihadistas extranjeros que quieren combatir en suelo sirio y pasan la frontera libanesa, además de lugar de refugio para miles de civiles sirios que huyen de la violencia y que malviven en pésimas condiciones, sin apenas ayuda de las grandes agencias humanitarias internacionales.
En los suburbios de Beirut hay miles de familias viviendo hacinadas en apartamentos que alquilan por 200 dólares al mes, muchas de ellas supervivientes de las masacres de Homs, y en especial de Bab Amro, y que han perdido su casa y todas sus pertenencias. “Aquí nos odian, creen que vamos a traer la guerra y no nos aceptan”, explica Abo Hafez en uno de los calurosos apartamentos no muy lejos de la costa, a unos 20 kilómetros al norte de Beirut, asustado por la noticia del secuestro de sirios como él y el temor de que se generalicen en el país.