Extraño asesinato de una diplomática venezolana en Nairobi
El secretario de la embajada está acusado de matar a la jefa de la diplomacia en funciones
Los detectives que llevan el caso consideran que el crímen forma parte de una lucha de poder
José Miguel Calatayud
Nairobi, El País
El primer secretario de la embajada de Venezuela en Nairobi, Dwight Sagaray, acaba de ser acusado formalmente del asesinato de Olga Fonseca, la embajadora venezolana en funciones en la capital keniana. El Gobierno de Venezuela ha retirado la inmunidad diplomática al primer secretario, que niega los cargos. Además, la Policía busca a un ciudadano keniano amigo íntimo de Sagaray y que está también acusado del asesinato.
Se trata del último capítulo de un extraño caso que ha ido desarrollándose lentamente en las últimas semanas.
El pasado viernes 27 de julio por la mañana, Fonseca fue encontrada estrangulada en su dormitorio de la residencia de la embajada venezolana, situada a las afueras de Nairobi en el lujoso barrio de Runda. Dos guardias de seguridad del domicilio permanecen bajo custodia desde la semana pasada y han sido acusados de no haber hecho todo lo posible para evitar el asesinato.
Fonseca apenas llevaba dos semanas en Nairobi, adonde había llegado el 15 de julio. Había sido enviada a cubrir la baja del encargado de negocios y anterior jefe de la misión diplomática venezolana, Gerardo Carrillo Silva, quien se marchó precipitadamente de Kenia el 19 de mayo. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela lo había llamado a Caracas y más adelante lo suspendió de su cargo. Unas semanas antes, en abril, tres hombres del personal de servicio de la residencia habían acusado a Carrillo Silva de acoso sexual.
Ya desde Venezuela, Carrillo Silva ha negado las acusaciones y ha dicho que varios de los empleados de la residencia en Nairobi habían cambiado su actitud tras la llegada de Sagaray a la delegación hace unos meses. Desde la marcha de Carrillo Silva y hasta la llegada de Fonseca, fue precisamente el ahora acusado de su asesinato, Sagaray, quien se quedó al cargo de la embajada.
La noche de su muerte, Olga Fonseca, de 57 años, había organizado una fiesta en su residencia, donde llevaba viviendo solo dos días, a la que habían acudido entre otros Sagaray y su amigo Hassan, según la prensa venezolana. A la mañana siguiente, y después de que su ausencia en el trabajo levantara sospechas, personal de la embajada encontró su cuerpo sin vida sobre su cama. Había sido estrangulada con un cable eléctrico y el cuerpo había sido arrastrado al dormitorio desde el salón, según la Policía.
La semana pasada, detectives del caso filtraron la información de que probablemente Fonseca fue asesinada como parte de una lucha de poder en la embajada sobre puestos clave. Dijeron que Hassan se había presentado en el pasado en público como un oficial de la embajada venezolana y que en alguna ocasión había usado el coche oficial de Sagaray.
Según algunas fuentes, Sagaray y Fonseca habrían discutido sobre asuntos de trabajo y el primer secretario habría intentado no ceder a la nueva embajadora el control de las finanzas que él había estado administrando hasta entonces.
Sin embargo, el caso es en realidad aun más complicado.
Al poco de llegar a su puesto, Fonseca despidió a varios de los trabajadores domésticos de la residencia, que se habían negado a retractarse de sus acusaciones de acoso sexual contra el anterior embajador en funciones, según la queja oficial que estos presentaron ante la unidad de la Policía diplomática de Gigiri, un barrio de Nairobi donde se encuentra la sede de Naciones Unidas y numerosas embajadas y residencias de embajadores.
"Llegó y nos obligó a pedir disculpas y a decir que nuestras quejas sobre el anterior cónsul de la embajada de Venezuela (refiriéndose a Carrillo Silva), al que habíamos acusado de acoso sexual, era todo mentiras y que teníamos que escribir una disculpa y que nos habíamos inventado la historia", escribieron los trabajadores y según citó la prensa local tras ver el documento.
Desde la embajada venezolana en Nairobi han admitido que había problemas entre el personal local de la residencia y Fonseca, pero han dicho que los trabajadores no habían sido despedidos.
Para dar una vuelta de tuerca más a la trama, la Policía habría recibido información de que personal keniano y venezolano de la embajada, además de otras personas de otras nacionalidades, estaban utilizando ciertos privilegios diplomáticos para introducir droga en el país, según el diario keniano The Star, que cita fuentes anónimas policiales. De acuerdo con esta versión, los cambios realizados por Fonseca tras su llegada al puesto habrían impedido a algunas de estas personas continuar con el tráfico de drogas.
Pero, por el momento, todos son misterios alrededor de un crimen en el que no se conocen las causas del asesinato ni se han podido contrastar las acusaciones de acoso sexual y las informaciones sobre el supuesto tráfico de drogas.
Los detectives que llevan el caso consideran que el crímen forma parte de una lucha de poder
José Miguel Calatayud
Nairobi, El País
El primer secretario de la embajada de Venezuela en Nairobi, Dwight Sagaray, acaba de ser acusado formalmente del asesinato de Olga Fonseca, la embajadora venezolana en funciones en la capital keniana. El Gobierno de Venezuela ha retirado la inmunidad diplomática al primer secretario, que niega los cargos. Además, la Policía busca a un ciudadano keniano amigo íntimo de Sagaray y que está también acusado del asesinato.
Se trata del último capítulo de un extraño caso que ha ido desarrollándose lentamente en las últimas semanas.
El pasado viernes 27 de julio por la mañana, Fonseca fue encontrada estrangulada en su dormitorio de la residencia de la embajada venezolana, situada a las afueras de Nairobi en el lujoso barrio de Runda. Dos guardias de seguridad del domicilio permanecen bajo custodia desde la semana pasada y han sido acusados de no haber hecho todo lo posible para evitar el asesinato.
Fonseca apenas llevaba dos semanas en Nairobi, adonde había llegado el 15 de julio. Había sido enviada a cubrir la baja del encargado de negocios y anterior jefe de la misión diplomática venezolana, Gerardo Carrillo Silva, quien se marchó precipitadamente de Kenia el 19 de mayo. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela lo había llamado a Caracas y más adelante lo suspendió de su cargo. Unas semanas antes, en abril, tres hombres del personal de servicio de la residencia habían acusado a Carrillo Silva de acoso sexual.
Ya desde Venezuela, Carrillo Silva ha negado las acusaciones y ha dicho que varios de los empleados de la residencia en Nairobi habían cambiado su actitud tras la llegada de Sagaray a la delegación hace unos meses. Desde la marcha de Carrillo Silva y hasta la llegada de Fonseca, fue precisamente el ahora acusado de su asesinato, Sagaray, quien se quedó al cargo de la embajada.
La noche de su muerte, Olga Fonseca, de 57 años, había organizado una fiesta en su residencia, donde llevaba viviendo solo dos días, a la que habían acudido entre otros Sagaray y su amigo Hassan, según la prensa venezolana. A la mañana siguiente, y después de que su ausencia en el trabajo levantara sospechas, personal de la embajada encontró su cuerpo sin vida sobre su cama. Había sido estrangulada con un cable eléctrico y el cuerpo había sido arrastrado al dormitorio desde el salón, según la Policía.
La semana pasada, detectives del caso filtraron la información de que probablemente Fonseca fue asesinada como parte de una lucha de poder en la embajada sobre puestos clave. Dijeron que Hassan se había presentado en el pasado en público como un oficial de la embajada venezolana y que en alguna ocasión había usado el coche oficial de Sagaray.
Según algunas fuentes, Sagaray y Fonseca habrían discutido sobre asuntos de trabajo y el primer secretario habría intentado no ceder a la nueva embajadora el control de las finanzas que él había estado administrando hasta entonces.
Sin embargo, el caso es en realidad aun más complicado.
Al poco de llegar a su puesto, Fonseca despidió a varios de los trabajadores domésticos de la residencia, que se habían negado a retractarse de sus acusaciones de acoso sexual contra el anterior embajador en funciones, según la queja oficial que estos presentaron ante la unidad de la Policía diplomática de Gigiri, un barrio de Nairobi donde se encuentra la sede de Naciones Unidas y numerosas embajadas y residencias de embajadores.
"Llegó y nos obligó a pedir disculpas y a decir que nuestras quejas sobre el anterior cónsul de la embajada de Venezuela (refiriéndose a Carrillo Silva), al que habíamos acusado de acoso sexual, era todo mentiras y que teníamos que escribir una disculpa y que nos habíamos inventado la historia", escribieron los trabajadores y según citó la prensa local tras ver el documento.
Desde la embajada venezolana en Nairobi han admitido que había problemas entre el personal local de la residencia y Fonseca, pero han dicho que los trabajadores no habían sido despedidos.
Para dar una vuelta de tuerca más a la trama, la Policía habría recibido información de que personal keniano y venezolano de la embajada, además de otras personas de otras nacionalidades, estaban utilizando ciertos privilegios diplomáticos para introducir droga en el país, según el diario keniano The Star, que cita fuentes anónimas policiales. De acuerdo con esta versión, los cambios realizados por Fonseca tras su llegada al puesto habrían impedido a algunas de estas personas continuar con el tráfico de drogas.
Pero, por el momento, todos son misterios alrededor de un crimen en el que no se conocen las causas del asesinato ni se han podido contrastar las acusaciones de acoso sexual y las informaciones sobre el supuesto tráfico de drogas.