El héroe discreto
Hoy tenemos la obligación con las generaciones venideras de volver a la Luna y colonizar Marte
MIGUEL BELLÓ-MORA
Madrid, El País
Ha muerto Neil Armstrong, el protagonista de la mayor epopeya que ha vivido el hombre en la conquista del espacio. Todos los discursos que hemos oído le califican de héroe y no hay mejor calificativo para alguien que se embarca en lo más alto de un cohete Saturno V para un viaje imposible: de la Tierra a la Luna, orbitar nuestro satélite, en un vehículo de descenso posarse sobre ella, poner su huella, recoger muestras, volver a acoplarse al modulo lunar y regresar sano y salvo a la Tierra. Él mismo creía que solo tenía un 50% de posibilidades de volver vivo de esta aventura, y para muchas de las personas involucradas en el proyecto, Neil era muy optimista.
Hay personajes que pasan a la historia por estar en el sitio adecuado, en el momento adecuado. Este no es el caso de Armstrong, que no desperdició ni un solo día de su vida, siendo prestigioso ingeniero aeroespacial, distinguido piloto en la guerra de Corea, profesor de la universidad de Cincinnati, piloto de pruebas, astronauta, administrador de la NASA, presidente de Computer Technologies y de AIL Systems. No cabe ninguna duda de que Neil Armstrong se tenía más que merecido ser el comandante de la misión Apollo 11 y el primer hombre en pisar la luna una noche de julio de 1969.
Dicen los panegíricos de Neil Armstrong que su memoria permanecerá mientras existan libros de historia. Realmente su figura va mucho mas allá, no necesitará que se escriban libros para perdurar por siempre, porque lo llevamos grabado en la memoria colectiva de toda una generación que ha sido inspirada por su hazaña y que lo transmitirá a generaciones venideras.
Nos preguntamos muchas veces por qué hazañas como aterrizar un robot en Titán, una de las lunas de Saturno, a más de mil millones de kilómetros de la Tierra ha tenido infinitamente menos eco que la llegada del hombre a la Luna. La respuesta es muy fácil, Armstrong puso al hombre como protagonista en primera persona de la aventura espacial. Todos y cada uno de nosotros nos veíamos representados por él, de repente el espacio pasó a ser algo que podía formar parte de nuestra vida, nosotros mismos podíamos ser los protagonistas de esta historia y no máquinas frías diseñadas por ordenadores.
Ser astronauta es una de las profesiones sometidas a mayor presión mediática, y una de las principales virtudes de Armstrong fue saber mantenerse al margen de esta presión. Siempre solía preservar su intimidad, rechazando todas las oportunidades que le presentaban para explotar comercialmente su fama; convirtiéndose en un héroe discreto.
El hecho luctuoso de la muerte de Neil Armstrong nos recuerda a todos los que trabajamos en el sector espacial que hace ya más de 43 años de nuestro hito más relevante. Ningún sector de la tecnología está teniendo que esperar tanto tiempo para lograr un segundo gran paso y, mientras tanto, Marte nos está esperando. Hoy tenemos la obligación con las generaciones venideras de volver a la Luna y colonizar Marte. Estamos convencidos que no es falta de ingenio ni falta de coraje, tenemos una alarmante y dramática falta de presupuesto. Si la exploración espacial hubiera seguido con el mismo nivel de inversión que tuvo en la década de los sesenta, que le permitió a Neil Armstrong pisar la Luna, haría muchos años ya que tendríamos una base permanentemente habitada en Marte. Esperamos que este hecho triste traiga a la memoria de los que toman decisiones los días de gloria e inspiración y dediquen una mínima parte de recursos, terriblemente menguados por la crisis en la que vivimos, para seguir con la apasionante aventura de la colonización del espacio.
MIGUEL BELLÓ-MORA
Madrid, El País
Ha muerto Neil Armstrong, el protagonista de la mayor epopeya que ha vivido el hombre en la conquista del espacio. Todos los discursos que hemos oído le califican de héroe y no hay mejor calificativo para alguien que se embarca en lo más alto de un cohete Saturno V para un viaje imposible: de la Tierra a la Luna, orbitar nuestro satélite, en un vehículo de descenso posarse sobre ella, poner su huella, recoger muestras, volver a acoplarse al modulo lunar y regresar sano y salvo a la Tierra. Él mismo creía que solo tenía un 50% de posibilidades de volver vivo de esta aventura, y para muchas de las personas involucradas en el proyecto, Neil era muy optimista.
Hay personajes que pasan a la historia por estar en el sitio adecuado, en el momento adecuado. Este no es el caso de Armstrong, que no desperdició ni un solo día de su vida, siendo prestigioso ingeniero aeroespacial, distinguido piloto en la guerra de Corea, profesor de la universidad de Cincinnati, piloto de pruebas, astronauta, administrador de la NASA, presidente de Computer Technologies y de AIL Systems. No cabe ninguna duda de que Neil Armstrong se tenía más que merecido ser el comandante de la misión Apollo 11 y el primer hombre en pisar la luna una noche de julio de 1969.
Dicen los panegíricos de Neil Armstrong que su memoria permanecerá mientras existan libros de historia. Realmente su figura va mucho mas allá, no necesitará que se escriban libros para perdurar por siempre, porque lo llevamos grabado en la memoria colectiva de toda una generación que ha sido inspirada por su hazaña y que lo transmitirá a generaciones venideras.
Nos preguntamos muchas veces por qué hazañas como aterrizar un robot en Titán, una de las lunas de Saturno, a más de mil millones de kilómetros de la Tierra ha tenido infinitamente menos eco que la llegada del hombre a la Luna. La respuesta es muy fácil, Armstrong puso al hombre como protagonista en primera persona de la aventura espacial. Todos y cada uno de nosotros nos veíamos representados por él, de repente el espacio pasó a ser algo que podía formar parte de nuestra vida, nosotros mismos podíamos ser los protagonistas de esta historia y no máquinas frías diseñadas por ordenadores.
Ser astronauta es una de las profesiones sometidas a mayor presión mediática, y una de las principales virtudes de Armstrong fue saber mantenerse al margen de esta presión. Siempre solía preservar su intimidad, rechazando todas las oportunidades que le presentaban para explotar comercialmente su fama; convirtiéndose en un héroe discreto.
El hecho luctuoso de la muerte de Neil Armstrong nos recuerda a todos los que trabajamos en el sector espacial que hace ya más de 43 años de nuestro hito más relevante. Ningún sector de la tecnología está teniendo que esperar tanto tiempo para lograr un segundo gran paso y, mientras tanto, Marte nos está esperando. Hoy tenemos la obligación con las generaciones venideras de volver a la Luna y colonizar Marte. Estamos convencidos que no es falta de ingenio ni falta de coraje, tenemos una alarmante y dramática falta de presupuesto. Si la exploración espacial hubiera seguido con el mismo nivel de inversión que tuvo en la década de los sesenta, que le permitió a Neil Armstrong pisar la Luna, haría muchos años ya que tendríamos una base permanentemente habitada en Marte. Esperamos que este hecho triste traiga a la memoria de los que toman decisiones los días de gloria e inspiración y dediquen una mínima parte de recursos, terriblemente menguados por la crisis en la que vivimos, para seguir con la apasionante aventura de la colonización del espacio.
Miguel Belló-Mora es ingeniero aeroespacial y director de la empresa Elecnor Deimos