EEUU abre la campaña electoral más reñida
-Obama y Romney se adelantan a sus respectivas convenciones y recorren ya el país
-Los sondeos para las presidenciales de noviembre no dan un ganador claro
David Alandete
Washington, El País
Con la llegada del congresista Paul Ryan a la candidatura republicana, el panorama electoral norteamericano para las elecciones presidenciales del 6 de noviembre ya ha quedado decidido. Barack Obama y Joe Biden se enfrentarán a Mitt Romney, un exgobernador con amplia experiencia en el mundo de los negocios, y a Ryan, un legislador favorito del movimiento ultra del Tea Party que lleva 13 años en el Capitolio. A la espera de ser confirmados por sus respectivas convenciones políticas, los cuatro candidatos ya han inaugurado, con mítines y giras encadenados, una muy reñida campaña en la que los sondeos no predicen un ganador seguro.
La Convención Nacional Republicana comenzará el 27 de agosto en Tampa, Florida. La Demócrata arrancará el 3 de septiembre en Charlotte, Carolina del Norte. Esas asambleas marcan habitualmente el inicio formal de la campaña, después de que los candidatos hayan sido aclamados por el Partido. Este año, sin embargo, los aspirantes ya están recorriendo los puntos claves del mapa electoral, con la intención de ganar pronto ventaja en los Estados indispensables para ganar la contienda, como Ohio, Iowa, New Hampshire, Virginia, Florida o Nevada.
Obama realizó esta semana una gira de tres días en autobús por Iowa, un Estado con el que, según el mismo admite, está en deuda. Fue en los caucus de Iowa donde venció casi por sorpresa en enero de 2008, y donde su candidatura ganó credibilidad, algo indispensable para su victoria en las primarias y en las elecciones pasadas. Pero aquella campaña no es esta campaña. Las multitudes son más pequeñas. El entusiasmo de los electores por el candidato, menos evidente. Obama se ve obligado a defender sus medidas y explicar por qué merece cuatro años más.
“La razón por la que he regresado, aparte de que me encanta pasar tiempo en Iowa, es que el viaje que comenzamos en 2008 no ha acabado aun”, dijo Obama el martes en un mitin en la localidad de Waterloo. “A mí ya se me ha dado por perdedor en el pasado”, añadió, haciendo suyas unas palabras que en 2008 eran una parte crucial de los mítines de su rival, el senador republicano John McCain. Ese es el nuevo Obama en campaña electoral, un candidato que ni se presenta ni quiere partir como favorito.
Tras Iowa, ayer Obama viajó a New Hampshire. El martes visitará Ohio, y Nevada, donde permanecerá también el jueves. En 2008 el presidente ganó todos esos Estados. Hoy los sondeos muestran que mantiene un empate técnico con Romney en todos ellos, excepto en Nevada. En ese Estado, la fuerza política de los sindicatos de los casinos de Las Vegas y Reno le otorga al presidente una ventaja de cinco puntos en intención de voto sobre Romney, según la media de encuestas que realiza Real Clear Politics. A nivel nacional, el presidente se mantiene muy ligeramente por encima del empate técnico.
La irrupción del número dos de Romney ha trastocado notablemente el panorama electoral en dos Estados: Wisconsin y Florida. En el primero Obama ganó cómodamente en 2008, como en la práctica totalidad del Medio Oeste. Pero Paul Ryan nació allí. Es el Estado al que representa en la Cámara de Representantes. En él tiene todavía su residencia familiar. Hace sólo una semana, el presidente gozaba allí de una ventaja de cinco puntos. El último sondeo, de Rasmussen Reports, da a los republicanos vencedores ahora por un punto.
Pero la llegada de Ryan también le ha dado a Obama poderosas razones para pedir el voto en otros lugares. Florida ofrece 29 votos electorales, de los 270 necesarios para obtener la presidencia. Ya en el pasado, como en la contienda de 2000 entre George Bush y Al Gore, ese Estado ha sido puerta indispensable de entrada a la Casa Blanca. Allí, los demócratas han emitido diversos anuncios en los pasados días en los que recuerdan que Ryan ha propuesto en el Congreso la privatización de la seguridad social y de Medicare, el seguro médico del Estado para ancianos.
Se trata de un anatema, en un Estado donde los jubilados son una formidable fuerza electoral. Florida es un destino preferido por la tercera edad de EE UU para los años de jubilación. Y el voto de ese grupo de población puede decidir, como en 2000, quién resulta ganador último en las elecciones. Por ese motivo Romney visitó Miami el lunes y por eso Ryan estaba ayer en la localidad de The Villages, en un mitin en el que apareció junto a su madre, que tiene 78 años y reside en ese Estado durante los meses de invierno.
“Mantendremos y salvaremos vuestros programas de ayuda social”, dijo ayer Ryan, que desde que entrara en la campaña electoral ha tenido que enterrar los audaces planes de privatizaciones y recortes en gasto público que le hicieron famoso en el Capitolio. “El plan de Mitt Romney salvará Medicare”, añadió. Ya lo había anunciado Romney a su paso por Miami, el lunes. Esta es su campaña. Y Ryan puede enardecer a las bases todo lo que quiera. Pero sus planes de austeridad deben quedar ahora en el olvido, al menos hasta el día de la cita con las urnas.
-Los sondeos para las presidenciales de noviembre no dan un ganador claro
David Alandete
Washington, El País
Con la llegada del congresista Paul Ryan a la candidatura republicana, el panorama electoral norteamericano para las elecciones presidenciales del 6 de noviembre ya ha quedado decidido. Barack Obama y Joe Biden se enfrentarán a Mitt Romney, un exgobernador con amplia experiencia en el mundo de los negocios, y a Ryan, un legislador favorito del movimiento ultra del Tea Party que lleva 13 años en el Capitolio. A la espera de ser confirmados por sus respectivas convenciones políticas, los cuatro candidatos ya han inaugurado, con mítines y giras encadenados, una muy reñida campaña en la que los sondeos no predicen un ganador seguro.
La Convención Nacional Republicana comenzará el 27 de agosto en Tampa, Florida. La Demócrata arrancará el 3 de septiembre en Charlotte, Carolina del Norte. Esas asambleas marcan habitualmente el inicio formal de la campaña, después de que los candidatos hayan sido aclamados por el Partido. Este año, sin embargo, los aspirantes ya están recorriendo los puntos claves del mapa electoral, con la intención de ganar pronto ventaja en los Estados indispensables para ganar la contienda, como Ohio, Iowa, New Hampshire, Virginia, Florida o Nevada.
Obama realizó esta semana una gira de tres días en autobús por Iowa, un Estado con el que, según el mismo admite, está en deuda. Fue en los caucus de Iowa donde venció casi por sorpresa en enero de 2008, y donde su candidatura ganó credibilidad, algo indispensable para su victoria en las primarias y en las elecciones pasadas. Pero aquella campaña no es esta campaña. Las multitudes son más pequeñas. El entusiasmo de los electores por el candidato, menos evidente. Obama se ve obligado a defender sus medidas y explicar por qué merece cuatro años más.
“La razón por la que he regresado, aparte de que me encanta pasar tiempo en Iowa, es que el viaje que comenzamos en 2008 no ha acabado aun”, dijo Obama el martes en un mitin en la localidad de Waterloo. “A mí ya se me ha dado por perdedor en el pasado”, añadió, haciendo suyas unas palabras que en 2008 eran una parte crucial de los mítines de su rival, el senador republicano John McCain. Ese es el nuevo Obama en campaña electoral, un candidato que ni se presenta ni quiere partir como favorito.
Tras Iowa, ayer Obama viajó a New Hampshire. El martes visitará Ohio, y Nevada, donde permanecerá también el jueves. En 2008 el presidente ganó todos esos Estados. Hoy los sondeos muestran que mantiene un empate técnico con Romney en todos ellos, excepto en Nevada. En ese Estado, la fuerza política de los sindicatos de los casinos de Las Vegas y Reno le otorga al presidente una ventaja de cinco puntos en intención de voto sobre Romney, según la media de encuestas que realiza Real Clear Politics. A nivel nacional, el presidente se mantiene muy ligeramente por encima del empate técnico.
La irrupción del número dos de Romney ha trastocado notablemente el panorama electoral en dos Estados: Wisconsin y Florida. En el primero Obama ganó cómodamente en 2008, como en la práctica totalidad del Medio Oeste. Pero Paul Ryan nació allí. Es el Estado al que representa en la Cámara de Representantes. En él tiene todavía su residencia familiar. Hace sólo una semana, el presidente gozaba allí de una ventaja de cinco puntos. El último sondeo, de Rasmussen Reports, da a los republicanos vencedores ahora por un punto.
Pero la llegada de Ryan también le ha dado a Obama poderosas razones para pedir el voto en otros lugares. Florida ofrece 29 votos electorales, de los 270 necesarios para obtener la presidencia. Ya en el pasado, como en la contienda de 2000 entre George Bush y Al Gore, ese Estado ha sido puerta indispensable de entrada a la Casa Blanca. Allí, los demócratas han emitido diversos anuncios en los pasados días en los que recuerdan que Ryan ha propuesto en el Congreso la privatización de la seguridad social y de Medicare, el seguro médico del Estado para ancianos.
Se trata de un anatema, en un Estado donde los jubilados son una formidable fuerza electoral. Florida es un destino preferido por la tercera edad de EE UU para los años de jubilación. Y el voto de ese grupo de población puede decidir, como en 2000, quién resulta ganador último en las elecciones. Por ese motivo Romney visitó Miami el lunes y por eso Ryan estaba ayer en la localidad de The Villages, en un mitin en el que apareció junto a su madre, que tiene 78 años y reside en ese Estado durante los meses de invierno.
“Mantendremos y salvaremos vuestros programas de ayuda social”, dijo ayer Ryan, que desde que entrara en la campaña electoral ha tenido que enterrar los audaces planes de privatizaciones y recortes en gasto público que le hicieron famoso en el Capitolio. “El plan de Mitt Romney salvará Medicare”, añadió. Ya lo había anunciado Romney a su paso por Miami, el lunes. Esta es su campaña. Y Ryan puede enardecer a las bases todo lo que quiera. Pero sus planes de austeridad deben quedar ahora en el olvido, al menos hasta el día de la cita con las urnas.