Baloncesto: España se mete en un lío
Londres, As
El último partido oficial de España ante Rusia fue la malhadada final del Eurobasket de Madrid, con la canasta de Holden y el fallo de Gasol. Cinco años después, parecido desenlace y mismo resultado: derrota. Esta vez Pau Gasol, con 75-73 y cinco segundos por jugar, falló el tiro libre que no falló después Fridzon: 77-74 y mal último ataque de España, que ni gestionó un tiro a la desesperada. Esto significa que si Estados Unidos es el gran reto de esta generación de jugadores, Rusia es su gran piedra en el zapato. En Madrid le robó una gloria que parecía escrita, en Londres le ha derrotado y le deja colgada de la calculadora. Ahora, y pendiente el partido contra Brasil, apunta a segunda y eso implica un cuarto de final más molesto pero sobre todo, y si no sucede nada estrambótico, una semifinal ante Estados Unidos. El rival que, se sea pesimista u optimista con respecto a las opciones de España, nadie quería antes de la final.
La derrota escuece por lo que significa pero, y puede que esto sea lo peor, escuece por cómo se produjo. Esta Selección nos ha acostumbrado en los últimos campeonatos a arranques al ralentí y cambios de marcha drásticos en los puntos de inflexión. El guión parecía camino de repetirse hasta que Rusia plantó los dos pies en el camino y, obstinada, volteó el partido dos veces. Primero recondujo el cauce del juego y convirtió lo que parecía una masacre (2-20, minuto 7; 20-36, minuto 14) en un partido al rojo vivo (56-51, minuto 29). Después se sobrepuso al último y tremendo puñetazo en la mesa de España, que navegó en un parcial de 1-12 durante el último cuarto hasta llegar a un 60-69 que se le escurrió entre las manos, víctima de sí misma en los últimos ataques pero también presa de una Rusia que al talento y el poder físico de casi siempre le ha puesto una mentalidad de hierro. Y hay que mirar hacia David Blatt, ganador por K.O. de la lucha de banquillos. Él encontró la rotación adecuada cuando España era un tren de alta velocidad que hacía crujir los huesos de Shved, Kirilenko y Khryapa. Y él emboscó a España con defensas mixtas que provocaron un cortocircuito tremendo en los de Scariolo. En cuanto se paró la sangría de pérdidas rusas (6 en el primer cuarto, 10 totales) y se cerraron las vías para encontrar en ventaja a los hermanos Gasol, España tiritó: 28 puntos en el primer cuarto, 25 en los dos siguientes.
Rusia ganó el rebote, equilibró las segundas opciones y tiró mejor ante una España tuerta (3/15 en triples). Pau y Marc hicieron 16 puntos en el primer cuarto y 30 (20 Pau, 10 Marc) en total. Scariolo, mal en los cambios, sólo exprimió a Llull en el primer tiempo y de poco sirvieron aguijonazos puntuales y basados en el talento individual de Navarro (9 puntos) y un Rudy mejor en la albañilería que en el trazo fino (10 puntos, 6 rebotes, 2 robos). Falló la dirección, con Calderón apagado y Sergio repartiendo cal y arena, falló la rotación interior (desaparecido Ibaka, por cierto) y se descuadernaron demasiados conceptos en ataque y defensa. Sin transición rápida el juego en estático se mascó demasiado y con pocas luces resolutivas. La defensa, híper agresiva en la línea exterior de salida, avanzó hacia un ejercicio lastrado por la inversión de juego que propició Rusia, que en cuanto encadenó triples encontró también puntos bajo los aros. Ahí sobresalió el gigante Mozgov, que anotó 12 puntos, sumó 9 rebotes y colocó a Marc un tapón (con 64-69) que fue la acción del partido, por espectacular y por sintomática. A partir de ahí el lobo ruso olió sangre y ya no soltó la presa sobre la yugular de una España congestionada.
España salió en 0-10 hasta el 2-20 del ecuador del primer cuarto con una defensa vibrante sobre las líneas de pase, ritmo alto, puntos fáciles y jerarquía de los hermanos Gasol. Parecía la España de siempre, la que acelera cuando la ocasión lo requiere, la del ADN que mutó de competitivo a campeón. En el primer cuarto no anotaron ni Shved ni Kirilenko ni Khryapa y aunque el primero, una de las sensaciones de los Juegos, terminó a cero y encadenado al banquillo, los otros volvieron a tiempo al partido. Kirilenko nunca estuvo cómodo pero encontró la forma de ser determinante a base de defensa y de atraer uno cuota de atracción vital de las ayudas españolas. Khryapa anotó cuatro triples en el segundo tiempo, letal en la zozobra española del tercer cuarto, y apuntaló en defensa a un equipo cargado de pegamento con Mozgov y Kaun y de talento ofensivo con Ponkrashov (14 puntos, 11 asistencias) y el letal Fridzon, que resucitó a Rusia en el segundo cuarto y castigó cada mala gestión española de los espacios defensivos: 24 puntos, cada canasta una catarsis en la dramática inversión que vivió el partido.
Ahora quedan las dudas y el olor a chamusquina. Pero conviene no caer en el pesimismo. España ha perdido en un final milimétrico ante el principal candidato a medalla por detrás de Estados Unidos y ella misma. Tuvo minutos en los que resultó aplastante, brillante de salida y jerárquica en el arranque del último cuarto. Pero también se deshizo de forma progresiva y doliente ante el muro de cambios defensivos de Rusia y tuvo rachas de desacostumbrado naufragio en momentos decisivos del segundo tiempo. Ahora la realidad parece más dura y el camino es sin duda más empinado. Llega el extraño partido ante Brasil y llegan los cruces. Seguramente falta un punto físico, seguramente la rotación se desajusta con la fascitis de Navarro y la carga de cansancio de los hermanos Gasol. Pero ahora, precisamente ahora, es cuando España tiene que recurrir a ese ADN, el que mutó de competitivo a campeón. El precio es la gloria olímpica.
El último partido oficial de España ante Rusia fue la malhadada final del Eurobasket de Madrid, con la canasta de Holden y el fallo de Gasol. Cinco años después, parecido desenlace y mismo resultado: derrota. Esta vez Pau Gasol, con 75-73 y cinco segundos por jugar, falló el tiro libre que no falló después Fridzon: 77-74 y mal último ataque de España, que ni gestionó un tiro a la desesperada. Esto significa que si Estados Unidos es el gran reto de esta generación de jugadores, Rusia es su gran piedra en el zapato. En Madrid le robó una gloria que parecía escrita, en Londres le ha derrotado y le deja colgada de la calculadora. Ahora, y pendiente el partido contra Brasil, apunta a segunda y eso implica un cuarto de final más molesto pero sobre todo, y si no sucede nada estrambótico, una semifinal ante Estados Unidos. El rival que, se sea pesimista u optimista con respecto a las opciones de España, nadie quería antes de la final.
La derrota escuece por lo que significa pero, y puede que esto sea lo peor, escuece por cómo se produjo. Esta Selección nos ha acostumbrado en los últimos campeonatos a arranques al ralentí y cambios de marcha drásticos en los puntos de inflexión. El guión parecía camino de repetirse hasta que Rusia plantó los dos pies en el camino y, obstinada, volteó el partido dos veces. Primero recondujo el cauce del juego y convirtió lo que parecía una masacre (2-20, minuto 7; 20-36, minuto 14) en un partido al rojo vivo (56-51, minuto 29). Después se sobrepuso al último y tremendo puñetazo en la mesa de España, que navegó en un parcial de 1-12 durante el último cuarto hasta llegar a un 60-69 que se le escurrió entre las manos, víctima de sí misma en los últimos ataques pero también presa de una Rusia que al talento y el poder físico de casi siempre le ha puesto una mentalidad de hierro. Y hay que mirar hacia David Blatt, ganador por K.O. de la lucha de banquillos. Él encontró la rotación adecuada cuando España era un tren de alta velocidad que hacía crujir los huesos de Shved, Kirilenko y Khryapa. Y él emboscó a España con defensas mixtas que provocaron un cortocircuito tremendo en los de Scariolo. En cuanto se paró la sangría de pérdidas rusas (6 en el primer cuarto, 10 totales) y se cerraron las vías para encontrar en ventaja a los hermanos Gasol, España tiritó: 28 puntos en el primer cuarto, 25 en los dos siguientes.
Rusia ganó el rebote, equilibró las segundas opciones y tiró mejor ante una España tuerta (3/15 en triples). Pau y Marc hicieron 16 puntos en el primer cuarto y 30 (20 Pau, 10 Marc) en total. Scariolo, mal en los cambios, sólo exprimió a Llull en el primer tiempo y de poco sirvieron aguijonazos puntuales y basados en el talento individual de Navarro (9 puntos) y un Rudy mejor en la albañilería que en el trazo fino (10 puntos, 6 rebotes, 2 robos). Falló la dirección, con Calderón apagado y Sergio repartiendo cal y arena, falló la rotación interior (desaparecido Ibaka, por cierto) y se descuadernaron demasiados conceptos en ataque y defensa. Sin transición rápida el juego en estático se mascó demasiado y con pocas luces resolutivas. La defensa, híper agresiva en la línea exterior de salida, avanzó hacia un ejercicio lastrado por la inversión de juego que propició Rusia, que en cuanto encadenó triples encontró también puntos bajo los aros. Ahí sobresalió el gigante Mozgov, que anotó 12 puntos, sumó 9 rebotes y colocó a Marc un tapón (con 64-69) que fue la acción del partido, por espectacular y por sintomática. A partir de ahí el lobo ruso olió sangre y ya no soltó la presa sobre la yugular de una España congestionada.
España salió en 0-10 hasta el 2-20 del ecuador del primer cuarto con una defensa vibrante sobre las líneas de pase, ritmo alto, puntos fáciles y jerarquía de los hermanos Gasol. Parecía la España de siempre, la que acelera cuando la ocasión lo requiere, la del ADN que mutó de competitivo a campeón. En el primer cuarto no anotaron ni Shved ni Kirilenko ni Khryapa y aunque el primero, una de las sensaciones de los Juegos, terminó a cero y encadenado al banquillo, los otros volvieron a tiempo al partido. Kirilenko nunca estuvo cómodo pero encontró la forma de ser determinante a base de defensa y de atraer uno cuota de atracción vital de las ayudas españolas. Khryapa anotó cuatro triples en el segundo tiempo, letal en la zozobra española del tercer cuarto, y apuntaló en defensa a un equipo cargado de pegamento con Mozgov y Kaun y de talento ofensivo con Ponkrashov (14 puntos, 11 asistencias) y el letal Fridzon, que resucitó a Rusia en el segundo cuarto y castigó cada mala gestión española de los espacios defensivos: 24 puntos, cada canasta una catarsis en la dramática inversión que vivió el partido.
Ahora quedan las dudas y el olor a chamusquina. Pero conviene no caer en el pesimismo. España ha perdido en un final milimétrico ante el principal candidato a medalla por detrás de Estados Unidos y ella misma. Tuvo minutos en los que resultó aplastante, brillante de salida y jerárquica en el arranque del último cuarto. Pero también se deshizo de forma progresiva y doliente ante el muro de cambios defensivos de Rusia y tuvo rachas de desacostumbrado naufragio en momentos decisivos del segundo tiempo. Ahora la realidad parece más dura y el camino es sin duda más empinado. Llega el extraño partido ante Brasil y llegan los cruces. Seguramente falta un punto físico, seguramente la rotación se desajusta con la fascitis de Navarro y la carga de cansancio de los hermanos Gasol. Pero ahora, precisamente ahora, es cuando España tiene que recurrir a ese ADN, el que mutó de competitivo a campeón. El precio es la gloria olímpica.
Rusia (11+21+24+21): Shved, Kaun (1), Khryapa (12), Ponkrashov (14) y Kirilenko (8) -equipo inicial-, Mozgov (12), Fridzon (24), Voronov, Antonov (3) y Monya (3).
España (28+12+13+21): Pau Gasol (20), Rudy Fernández (10), Calderón (2), Llull (6) y Marc Gasol (10) -equipo inicial-, Sergio Rodríguez (8), Reyes (4), San Emeterio (3), Ibaka (2) y Navarro (9).
Árbitros: Christos Christodoulou (GRE), Jorge Vázquez (PUR) y Fernando Sampietro (ARG). Sin eliminados.
Incidencias: Partido correspondiente a la cuarta jornada del grupo B del torneo olímpico de baloncesto disputado en el Basketball Arena de Londres ante 9.192 espectadores.