Baloncesto: España elige ser práctica

Londres, As
Las 48 horas que han transcurrido desde la derrota ante Rusia (que, no lo olvidemos, se impuso a España cuando ésta quiso ganar con todas sus fuerzas) han sido de debates morales y opiniones enfrentadas. Así que ahí va la mía: no me gustó lo que España hizo ante Brasil, se le llame querer perder o no tener demasiado ánimo por ganar. No creo que esta generación de jugadores, con semejante palmarés para la historia, necesitara, ni pensaba hasta ahora que mereciera, un partido como este. No creo que el espíritu olímpico y la deportividad sean moldeables según convenga. No creo que la solución a una derrota dura sea otra estrambótica y desde luego ahora mismo no me parecen más que faroles las voces que hablaban de las notables opciones ante Estados Unidos. Si se pensaba eso, ¿por qué el pánico?

El hecho para la historia de nuestro baloncesto olímpico es que en unos Juegos a los que se llegaba como gallito, y aspirante de consenso a principal enemigo de Estados Unidos, lo primero que ha dejado España es una primera fase de imposible digestión: derrotas ante los dos rivales de primer nivel, triunfo agónico y opaco ante Gran Bretaña y luces y sombras ante Australia y China. Desde luego nada de lo que presumir y desde luego pésimas noticias si hubiera que creer que España sí quiso ganar a Brasil. La Selección llegaría en teoría, y si ambas superar los cuartos, a una semifinal ante Rusia. Un equipo que ya le ha derrotado y contra la que tendrá la presión añadida de que una derrota que le deje fuera de la final volverá casi todas las miradas, también muchas de las que deseaban este primer desenlace, a este partido que tal vez no se quiso perder pero que desde luego no se intentó ganar con todo el corazón y la jerarquía que este equipo ha demostrado tantas veces en la última década.

Los cuartos, la hora de la verdad viajando en tren expreso, llegan en 48 horas. Es legítimo alterar la rotación y dosificar minutos. El partido era una trampa para el ganador y eso, más allá del resto de análisis, estaba anidado de forma inevitable y comprensible en la mente de los jugadores. Ambos factores explican muchas cosas con respecto a las rotaciones de Scariolo o a un último cuarto cerrado en 16-31. Y gracias. Calderón jugó menos de 15 minutos y no despejó las dudas que le han acompañado en todo el campeonato. Rudy tampoco llegó al cuarto de hora y tampoco fue el Rudy que necesita España para el futuro inmediato. La dinámica confusa de Llull o los altibajos de Sergio y hasta un Felipe más incómodo de lo habitual tampoco parecieron encauzarse, más bien todo lo contrario, y cuesta no pensar que este partido también podría haber servido para eso. Curar la dentellada rusa, entrar en dinámica positiva, recuperar sensaciones y demostrar al mundo que no hay miedo a ningún partido en ninguna circunstancia. Cada rival y cada situación tomada con un juramento de competitividad, ni exceso de confianza contra Gran Bretaña ni pocas ganas de avistar al ogro estadounidense ante Brasil. Así lo creo. Y así lo creeré si España termina siendo campeona olímpica. O al menos plata, objetivo para el que acaba de redoblar la presión. Ahora hablarán de nosotros y habrá comentarios a los que será difícil dar réplica.

Brasil también relajó la rotación (Nene ni jugó por un problema de fascitis), también repartió minutos y también vivió en ritmo de amistoso. Pero tuvo un acelerón final por la autopista a la que le invitó España que dignificó algo un partido para el olvido. La insistencia final de Taylor y Barbosa (23 puntos: a la basura la calculadora) fue lo mejor de otro día en el que España, igual que cuando ha puesto los cinco sentidos en la pista, defendió mal las continuaciones de los bloqueos, concedió muchos rebotes y muchos puntos bajo su aro, circuló mal cuando no pudo jugar en transición, tiró mal de tres (4/13 tras anotar los dos primeros) y fue inestable a medida que se movió el banquillo. Males que amenazan con ser endémicos y que se han repetido en el despiste ante Gran Bretaña, en la batalla ante Rusia y en los trazos de pachanga ante Brasil. Eso y un tono físico que sigue pareciendo justo son problemas cuya resolución exige respuestas en dos días. El miércoles no habrá margen de error.

Navarro, seguramente la mejor noticia, pudo jugar 27 minutos y dejó alguna señal para el optimismo con el punto de mira todavía por ajustar. Por lo demás y otra vez la baza de España fue el juego interior: intenso Ibaka, productivo Marc (20 puntos) y dulce al menos en ataque Pau Gasol: 25 puntos con los que bate el récord olímpico de Epi y con los que evidenció por enésima vez que su capacidad de demolición ofensiva en el baloncesto FIBA es absoluta. Y, tal y como están las cosas, la gran baza para cuartos de final.

No sé si España tiene lo que quería pero desde luego sí creo que quería algo muy parecido a lo que finalmente tiene. Tiendo a pensar que el fin no justifica los medios y deseo que España sea campeona olímpica aunque si eso sucede no cambiaré ni una línea de esta crónica, la historia de un partido que nadie quería jugar, que nadie tenía demasiado interés en ganar y que supone un borrón, ese espanto de último cuarto, en la historia maravillosa de un equipo que tantas páginas para la leyenda ha dejado. y esperemos que aún deje. Tendrá que ser, eso sí, con un nivel radicalmente distinto al mostrado en esta fase de grupo que por suerte ya ha terminado.

España (26+18+22+16): Pau Gasol (25), Rudy Fernández, Navarro (7), Calderón y Marc Gasol (20) -equipo inicial-, Sergio Rodríguez (2), Reyes (6), Claver, San Emeterio (3), Llull (3), Ibaka (14) y Sada (2).

Brasil (17+21+19+31): Garcia (3), Huertas (2), Barbosa (23), Varejao (7) y Splitter (11) -equipo inicial-, Machado (3), Neto (6), Torres (6), Taylor (7), Giovannoni (7) y Vieira (13).

Árbitros: Pablo Alberto Estévez (ARG), Jorge Vázquez (PUR), Robert Lottermoser (GER). Caio Torres fue eliminado por cinco personales en el minuto 33.

Incidencias: Partido correspondiente a la quinta y última jornada del grupo B del torneo olímpico de baloncesto disputado en el Basketball Arena de Londres ante 8.342 espectadores.

Entradas populares