Líbano se prepara para el contagio de la crisis siria
-Las fronteras del país son más inestables cada día que pasa
“Siria puede partirse en trozos, pero este país no”, dice un partidario de Hezbolá
-Muchos vaticinan un conflicto en Líbano antes incluso de que el régimen de El Asad caiga
Álvaro de Cózar
Beirut, El País
De todas las partidas de ajedrez que se han jugado en el mundo árabe desde que se iniciaron las revueltas, la más decisiva es la que está teniendo lugar sobre el tablero sirio. Por ahora, los jugadores visibles de esa partida son los suníes, que pueblan la mayoría del territorio sirio, contra los alauíes, la comunidad chií a la que pertenece el presidente Bachar el Asad. Mientras tanto, otros jugadores esperan su turno para actuar. Por un lado, Estados Unidos e Israel, en alianza con Arabia Saudí y Catar. Por otro, los chiíes de Irán y de la milicia libanesa Hezbolá. Si el pueblo sirio consigue derrocar a El Asad, comenzará una nueva partida que pondría patas arriba todo el tablero.
A grandes rasgos, este es el relato que cuentan estos días los libaneses más interesados en el conflicto, los que siguen con atención cada ataque, cada bombardeo o escaramuza que sucede en Siria. En parte porque las fronteras de Líbano son más inestables cada día que pasa. Los enfrentamientos en los límites de ambos países y los que se dan entre detractores y seguidores de El Asad en Trípoli, la segunda ciudad más importante del país, en el norte, han hecho que el tema esté presente en las cafeterías y los mercados de Líbano.
“Es normal. Este país tiene sus propias características, claro que sí. Somos comerciantes, somos emigrantes, estamos por todo el planeta. No tenemos grandes empresas, pero el dinero nos llega desde todas las partes del mundo. Somos libaneses, pero en realidad, es como si fuéramos sirios. Unos tienen allí hermanos suníes y otros, chiíes. Nunca hemos dejado de ser Siria”, dice un guía chií, partidario de Hezbolá, en un café de Beirut. Fiel a un curioso espíritu contradictorio del que hacen gala muchos libaneses y después de hablar de la necesidad de democracia, derechos y armonía entre las distintas sectas, el guía acaba concluyendo que la lucha es algo dentro de su sangre y que si hay que luchar, se luchará. “Todo el mundo venera a los mártires”.
Muchos en Líbano vaticinan un conflicto en el país antes incluso de que el régimen sirio caiga. La influencia de Hezbolá en la zona se vería amenazada si su aliado, Bachar el Asad, fuera derrotado. Y, sobre todo, la milicia dejaría de recibir las armas de Irán con las que ha amenazado a Israel desde los ochenta.
“El conflicto llegará a Líbano”, dice un opositor sirio en Beirut. “Y se extenderá por todo Oriente Próximo”, añade. Partidarios y detractores del régimen de Damasco están de acuerdo en que lo que se ha iniciado en Siria es una gran bola de nieve que acabará por arrasar a cada familia que tenga un miembro que haya matado a alguien del otro bando en la guerra. “Habrá venganza. Barreremos casa por casa hasta que encontremos a todos los que han asesinado a alguien de nuestras familias”, dice el opositor.
Esta fuente rechaza la idea de que existan grupos radicales en el territorio haciendo la guerra, pero esto es algo en lo que insisten otras fuentes también contrarias al régimen. Estas dibujan un nuevo perfil de integrantes de Al Qaeda con nuevos nombres, gente que según estas versiones habría aprendido de los errores de la anterior generación y que estaría infiltrándose en las revoluciones democráticas para hacerlo luego en el sistema y tratar de destruirlo.
Todas estas voces surgen de buscar durante cinco días conversaciones en las que haya gente implicada de alguna manera en lo que está pasando en Siria. ¿Es lo normal? Pues no. Si uno se detiene a preguntar en cualquier calle comercial de Beirut como un encuestador, asaltando a la gente que va de compras o consulta Internet en los bares, la mayoría evita dar su opinión alegando que no les interesa la política. “Yo soy solo un comerciante. Hago negocio y ya está. No estoy con nadie. No me gusta lo que está pasando, pero no tengo una opinión. Lo único que quiero es que no haya más derramamiento de sangre”, comenta Jaidar, un vendedor de un puesto callejero vestido con la camiseta de la selección española.
Nadie, de todas maneras, piensa que Líbano pueda dividirse en distintos grupos si el conflicto llega hasta aquí. “Siria puede dividirse en muchos trozos. Es muy grande”, dice el guía libanés, “pero Líbano es como un palo pequeño, demasiado pequeño para doblarse o partirse”.
“Siria puede partirse en trozos, pero este país no”, dice un partidario de Hezbolá
-Muchos vaticinan un conflicto en Líbano antes incluso de que el régimen de El Asad caiga
Álvaro de Cózar
Beirut, El País
De todas las partidas de ajedrez que se han jugado en el mundo árabe desde que se iniciaron las revueltas, la más decisiva es la que está teniendo lugar sobre el tablero sirio. Por ahora, los jugadores visibles de esa partida son los suníes, que pueblan la mayoría del territorio sirio, contra los alauíes, la comunidad chií a la que pertenece el presidente Bachar el Asad. Mientras tanto, otros jugadores esperan su turno para actuar. Por un lado, Estados Unidos e Israel, en alianza con Arabia Saudí y Catar. Por otro, los chiíes de Irán y de la milicia libanesa Hezbolá. Si el pueblo sirio consigue derrocar a El Asad, comenzará una nueva partida que pondría patas arriba todo el tablero.
A grandes rasgos, este es el relato que cuentan estos días los libaneses más interesados en el conflicto, los que siguen con atención cada ataque, cada bombardeo o escaramuza que sucede en Siria. En parte porque las fronteras de Líbano son más inestables cada día que pasa. Los enfrentamientos en los límites de ambos países y los que se dan entre detractores y seguidores de El Asad en Trípoli, la segunda ciudad más importante del país, en el norte, han hecho que el tema esté presente en las cafeterías y los mercados de Líbano.
“Es normal. Este país tiene sus propias características, claro que sí. Somos comerciantes, somos emigrantes, estamos por todo el planeta. No tenemos grandes empresas, pero el dinero nos llega desde todas las partes del mundo. Somos libaneses, pero en realidad, es como si fuéramos sirios. Unos tienen allí hermanos suníes y otros, chiíes. Nunca hemos dejado de ser Siria”, dice un guía chií, partidario de Hezbolá, en un café de Beirut. Fiel a un curioso espíritu contradictorio del que hacen gala muchos libaneses y después de hablar de la necesidad de democracia, derechos y armonía entre las distintas sectas, el guía acaba concluyendo que la lucha es algo dentro de su sangre y que si hay que luchar, se luchará. “Todo el mundo venera a los mártires”.
Muchos en Líbano vaticinan un conflicto en el país antes incluso de que el régimen sirio caiga. La influencia de Hezbolá en la zona se vería amenazada si su aliado, Bachar el Asad, fuera derrotado. Y, sobre todo, la milicia dejaría de recibir las armas de Irán con las que ha amenazado a Israel desde los ochenta.
“El conflicto llegará a Líbano”, dice un opositor sirio en Beirut. “Y se extenderá por todo Oriente Próximo”, añade. Partidarios y detractores del régimen de Damasco están de acuerdo en que lo que se ha iniciado en Siria es una gran bola de nieve que acabará por arrasar a cada familia que tenga un miembro que haya matado a alguien del otro bando en la guerra. “Habrá venganza. Barreremos casa por casa hasta que encontremos a todos los que han asesinado a alguien de nuestras familias”, dice el opositor.
Esta fuente rechaza la idea de que existan grupos radicales en el territorio haciendo la guerra, pero esto es algo en lo que insisten otras fuentes también contrarias al régimen. Estas dibujan un nuevo perfil de integrantes de Al Qaeda con nuevos nombres, gente que según estas versiones habría aprendido de los errores de la anterior generación y que estaría infiltrándose en las revoluciones democráticas para hacerlo luego en el sistema y tratar de destruirlo.
Todas estas voces surgen de buscar durante cinco días conversaciones en las que haya gente implicada de alguna manera en lo que está pasando en Siria. ¿Es lo normal? Pues no. Si uno se detiene a preguntar en cualquier calle comercial de Beirut como un encuestador, asaltando a la gente que va de compras o consulta Internet en los bares, la mayoría evita dar su opinión alegando que no les interesa la política. “Yo soy solo un comerciante. Hago negocio y ya está. No estoy con nadie. No me gusta lo que está pasando, pero no tengo una opinión. Lo único que quiero es que no haya más derramamiento de sangre”, comenta Jaidar, un vendedor de un puesto callejero vestido con la camiseta de la selección española.
Nadie, de todas maneras, piensa que Líbano pueda dividirse en distintos grupos si el conflicto llega hasta aquí. “Siria puede dividirse en muchos trozos. Es muy grande”, dice el guía libanés, “pero Líbano es como un palo pequeño, demasiado pequeño para doblarse o partirse”.