La muerte de los 54 africanos en el mar por deshidratación conmociona Italia
El única superviviente de la travesía ha contado lo ocurrido a funcionarios de la ACNUR
Otros 50 subsaharianos han sido rescatados esta madrugada frente a las costas de Messina
Pablo Ordaz
Roma, El País
El drama continuo de las pateras tiene mucho de crimen perfecto. Desde el pasado mes de enero, 1.300 inmigrantes sin documentación consiguieron cruzar el Mediterráneo desde Libia y llegar a Italia. Otros 50 subsaharianos, entre ellos una niña de dos años, fueron rescatados esta madrugada frente a las costas de Messina. Pero muchos otros –jamás se sabrá cuántos exactamente— pierden la vida durante la travesía sin que se investigue nunca quiénes eran o cómo murieron. El último ejemplo terrible es el de una barcaza con 55 inmigrantes que, a finales del mes de junio, partió de las costas de Libia con rumbo a Italia.
Durante los 15 días que estuvo a la deriva, a merced del viento, sus ocupantes fueron muriendo de sed hasta que solo quedó uno. Un eritreo que fue rescatado por la Guardia Costera de Túnez y que le ha contado la tragedia a funcionarios del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Según el testimonio del inmigrante –del que no ha trascendido el nombre--, la barcaza partió de Trípoli, con 55 inmigrantes, en su mayoría eritreos, a bordo. Después de un día de navegación, empezaron a ver las costas de Italia, pero el fuerte viento los envió de nuevo mar adentro y estuvo jugando con ellos durante dos semanas.
El inmigrante, internado en un hospital de Zarzis (en el sur de Túnez), contó a los enviados de la ACNUR que vio morir a sus compañeros de travesía, “uno detrás de otro”, debido a la deshidratación. Entre los fallecidos estaban tres familiares suyos.
El único superviviente fue avistado el pasado lunes por la noche por unos pescadores tunecinos agarrados a los restos de una embarcación y a un bidón. Dieron el aviso a la Guardia Costera tunecina, que logró llegar a tiempo. Pero eso, demasiadas veces, no es lo habitual. Convertidos en un incordio para los países de partida y de llegada, y en un verdadero problema para los pesqueros que se cruzan en su camino, la ACNUR tiene la sospecha de que, con frecuencia, sus llamadas de auxilio no encuentran respuesta.
De ahí que T. Alexander Aleinikoff, alto comisionado adjunto para los Refugiados, haya lanzado una llamada de socorro a las conciencias: “Hago un llamamiento a los capitanes de las embarcaciones para que presten la máxima atención a posibles casos de inmigrantes y refugiados en apuros que necesiten ser socorridos. El Mediterráneo es uno de los mares con más tráfico del mundo y es fundamental que la antigua tradición de salvamento en el mar continúe siendo respetada”.
Otros 50 subsaharianos han sido rescatados esta madrugada frente a las costas de Messina
Pablo Ordaz
Roma, El País
El drama continuo de las pateras tiene mucho de crimen perfecto. Desde el pasado mes de enero, 1.300 inmigrantes sin documentación consiguieron cruzar el Mediterráneo desde Libia y llegar a Italia. Otros 50 subsaharianos, entre ellos una niña de dos años, fueron rescatados esta madrugada frente a las costas de Messina. Pero muchos otros –jamás se sabrá cuántos exactamente— pierden la vida durante la travesía sin que se investigue nunca quiénes eran o cómo murieron. El último ejemplo terrible es el de una barcaza con 55 inmigrantes que, a finales del mes de junio, partió de las costas de Libia con rumbo a Italia.
Durante los 15 días que estuvo a la deriva, a merced del viento, sus ocupantes fueron muriendo de sed hasta que solo quedó uno. Un eritreo que fue rescatado por la Guardia Costera de Túnez y que le ha contado la tragedia a funcionarios del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Según el testimonio del inmigrante –del que no ha trascendido el nombre--, la barcaza partió de Trípoli, con 55 inmigrantes, en su mayoría eritreos, a bordo. Después de un día de navegación, empezaron a ver las costas de Italia, pero el fuerte viento los envió de nuevo mar adentro y estuvo jugando con ellos durante dos semanas.
El inmigrante, internado en un hospital de Zarzis (en el sur de Túnez), contó a los enviados de la ACNUR que vio morir a sus compañeros de travesía, “uno detrás de otro”, debido a la deshidratación. Entre los fallecidos estaban tres familiares suyos.
El único superviviente fue avistado el pasado lunes por la noche por unos pescadores tunecinos agarrados a los restos de una embarcación y a un bidón. Dieron el aviso a la Guardia Costera tunecina, que logró llegar a tiempo. Pero eso, demasiadas veces, no es lo habitual. Convertidos en un incordio para los países de partida y de llegada, y en un verdadero problema para los pesqueros que se cruzan en su camino, la ACNUR tiene la sospecha de que, con frecuencia, sus llamadas de auxilio no encuentran respuesta.
De ahí que T. Alexander Aleinikoff, alto comisionado adjunto para los Refugiados, haya lanzado una llamada de socorro a las conciencias: “Hago un llamamiento a los capitanes de las embarcaciones para que presten la máxima atención a posibles casos de inmigrantes y refugiados en apuros que necesiten ser socorridos. El Mediterráneo es uno de los mares con más tráfico del mundo y es fundamental que la antigua tradición de salvamento en el mar continúe siendo respetada”.