La guerra llega a la milenaria Alepo
Los rebeldes redoblan su ofensiva en la capital económica siria
El Ejército logra reconquistar algunas zonas de Damasco causando estragos entre los civiles
Álvaro de Cózar / Ignacio Cembrero
Beirut / Madrid, El País
Malherido, el régimen de Bachar el Asad es aún capaz de seguir dando zarpazos. Logra incluso innovar algo en su política de comunicación para levantar la moral de sus fieles decaída por su pérdida de ciudades y pueblos y por la brutal decapitación de la cúpula militar y de seguridad.
El Ejército regular embistió en el sur de Damasco, donde se lucha desde el domingo por la tarde. Retomó, al menos en parte, las barriadas de Jobar, Kefar Suse y Qabun causando estragos entre la población civil. La ofensiva empezó el jueves y la remató ayer viernes.
No en balde fue el jueves, el día en que arrancó la ofensiva gubernamental, la jornada más mortífera en Siria desde que la sublevación, hace más de 16 meses. A causa de los bombardeos y de los combates murieron 206 civiles y 98 soldados leales a El Asad, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. El balance del viernes tiende a ser similar.
Pero cuando el régimen logró retomar la iniciativa militar en Damasco, se reactiva otro frente, el de Alepo, la capital económica de Siria, hasta ahora algo aletargada. Hasta mediados de semana los rebeldes armados habían progresado en sus suburbios —las imágenes muestran la toma de la sede del partido Baaz en Al Baab y derribo de un francotirador, pero el viernes pasaron al ataque en la misma ciudad adueñándose del barrio de Salah al Dine y enfrentándose a los carros de combate en los alrededores del estadio Hamdanié—. Allí donde no se disparaba las protestas eran muy concurridas.
En Damasco fue en Al Midan, el más céntrico de los barrios conquistados por el Ejército Sirio Libre (ESL), compuesto mayoritariamente por desertores, donde el régimen se apuntó su mayor tanto. La Guardia Republicana, unidad de élite, lo recuperó el viernes. Esa victoria produjo tal gozo al régimen que lo anunció a bombo y platillo. “Nuestras valientes fuerzas armadas han limpiado totalmente el área de Al Midan de los residuos de terroristas y mercenarios y han restablecido la seguridad”, informó la televisión estatal, que mostró imágenes del barrio destrozado, de presos maniatados y arrodillados y de armas ligeras incautadas al enemigo.
El Ejército regular hizo algo sin precedentes desde que empezó la guerra civil en Siria. Embarcó a varios periodistas sirios, entre ellos algunos corresponsales de medios extranjeros, en dos vehículos blindados de transporte de tropas y los llevó a visitar el campo de batalla. Se les permitió incluso interrogar a los soldados. “Nuestra moral es muy alta; devolveremos la esperanza a Siria”, declaró uno de ellos.
Otras imágenes televisivas mostraron a una docena de rebeldes muertos tras ser abatidos en las calles de Qaboun, pero la colocación ordenada de sus cuerpos en el asfalto, junto con sus armas, hace sospechar que fueron llevados a ese lugar para ser exhibidos ante las cámaras.
Los zarpazos el régimen no los ha asestado solo a los rebeldes armados sino a civiles indefensos. Como cada viernes los fieles que acudieron a las mezquitas de Damasco intentaron manifestarse a la salida, solo que hoy eran menos numerosos porque el miedo vació las calles.
En la calle Khaled Iben al Walid, en pleno centro, un puñado de hombres hombres osó de sopetón a proferir gritos contra El Asad. No hubo advertencias de ningún tipo. Sin mediar palabra algunos shabihas (milicianos a las órdenes del régimen) les dispararon a quemarropa. Mataron a varios manifestantes.
Los anuncios de conquistas militares y las imágenes de enemigos presos “son nuevas y dan la impresión de que el régimen quiere administrarse una inyección de ánimo” después del atentado del miércoles, comenta un diplomático europeo recién llegado a Beirut desde Damasco. La explosión costó la vida al viceministro de Defensa y cuñado de El Asad, Asef Chawkat; al propio titular de Defensa, Daud Rajha, y al coordinador de la célula de crisis, Hassan Turkmani. Hoy también falleció, a causa de sus heridas, el general Hicham Ikhtar, jefe de la Seguridad Nacional.
“¡Dios, Siria, Bachar y nada más!”, coreaban los asistentes al funeral de los tres primeros muertos, según el holandés Sander van Hoorn, uno de los pocos periodistas extranjeros autorizados a trabajar en Damasco. En las exequias, que se celebraron en el monumento a los mártires del monte Qasiun, Van Hoorn no vio a nadie de la familia El Asad, empezando por el presidente.
Su ausencia no significa que esté haciendo las maletas para huir del país. El embajador ruso en Francia, Alexandre Orlov, declaró ante los micrófonos de Radio Francia Internacional que el presidente sirio “ha aceptado que se tiene que ir pero de manera civilizada”. Sus palabras suscitaron un sinfín de especulaciones sobre el exilio de El Asad a Rusia.
Rara vez el régimen sirio se apresuró tanto en desmentir una información. Un comunicado aseguró que las palabras de Orlov “carecían por completo de fundamento”. El Asad no se va, pero tampoco se deja ver.
El Ejército logra reconquistar algunas zonas de Damasco causando estragos entre los civiles
Álvaro de Cózar / Ignacio Cembrero
Beirut / Madrid, El País
Malherido, el régimen de Bachar el Asad es aún capaz de seguir dando zarpazos. Logra incluso innovar algo en su política de comunicación para levantar la moral de sus fieles decaída por su pérdida de ciudades y pueblos y por la brutal decapitación de la cúpula militar y de seguridad.
El Ejército regular embistió en el sur de Damasco, donde se lucha desde el domingo por la tarde. Retomó, al menos en parte, las barriadas de Jobar, Kefar Suse y Qabun causando estragos entre la población civil. La ofensiva empezó el jueves y la remató ayer viernes.
No en balde fue el jueves, el día en que arrancó la ofensiva gubernamental, la jornada más mortífera en Siria desde que la sublevación, hace más de 16 meses. A causa de los bombardeos y de los combates murieron 206 civiles y 98 soldados leales a El Asad, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. El balance del viernes tiende a ser similar.
Pero cuando el régimen logró retomar la iniciativa militar en Damasco, se reactiva otro frente, el de Alepo, la capital económica de Siria, hasta ahora algo aletargada. Hasta mediados de semana los rebeldes armados habían progresado en sus suburbios —las imágenes muestran la toma de la sede del partido Baaz en Al Baab y derribo de un francotirador, pero el viernes pasaron al ataque en la misma ciudad adueñándose del barrio de Salah al Dine y enfrentándose a los carros de combate en los alrededores del estadio Hamdanié—. Allí donde no se disparaba las protestas eran muy concurridas.
En Damasco fue en Al Midan, el más céntrico de los barrios conquistados por el Ejército Sirio Libre (ESL), compuesto mayoritariamente por desertores, donde el régimen se apuntó su mayor tanto. La Guardia Republicana, unidad de élite, lo recuperó el viernes. Esa victoria produjo tal gozo al régimen que lo anunció a bombo y platillo. “Nuestras valientes fuerzas armadas han limpiado totalmente el área de Al Midan de los residuos de terroristas y mercenarios y han restablecido la seguridad”, informó la televisión estatal, que mostró imágenes del barrio destrozado, de presos maniatados y arrodillados y de armas ligeras incautadas al enemigo.
El Ejército regular hizo algo sin precedentes desde que empezó la guerra civil en Siria. Embarcó a varios periodistas sirios, entre ellos algunos corresponsales de medios extranjeros, en dos vehículos blindados de transporte de tropas y los llevó a visitar el campo de batalla. Se les permitió incluso interrogar a los soldados. “Nuestra moral es muy alta; devolveremos la esperanza a Siria”, declaró uno de ellos.
Otras imágenes televisivas mostraron a una docena de rebeldes muertos tras ser abatidos en las calles de Qaboun, pero la colocación ordenada de sus cuerpos en el asfalto, junto con sus armas, hace sospechar que fueron llevados a ese lugar para ser exhibidos ante las cámaras.
Los zarpazos el régimen no los ha asestado solo a los rebeldes armados sino a civiles indefensos. Como cada viernes los fieles que acudieron a las mezquitas de Damasco intentaron manifestarse a la salida, solo que hoy eran menos numerosos porque el miedo vació las calles.
En la calle Khaled Iben al Walid, en pleno centro, un puñado de hombres hombres osó de sopetón a proferir gritos contra El Asad. No hubo advertencias de ningún tipo. Sin mediar palabra algunos shabihas (milicianos a las órdenes del régimen) les dispararon a quemarropa. Mataron a varios manifestantes.
Los anuncios de conquistas militares y las imágenes de enemigos presos “son nuevas y dan la impresión de que el régimen quiere administrarse una inyección de ánimo” después del atentado del miércoles, comenta un diplomático europeo recién llegado a Beirut desde Damasco. La explosión costó la vida al viceministro de Defensa y cuñado de El Asad, Asef Chawkat; al propio titular de Defensa, Daud Rajha, y al coordinador de la célula de crisis, Hassan Turkmani. Hoy también falleció, a causa de sus heridas, el general Hicham Ikhtar, jefe de la Seguridad Nacional.
“¡Dios, Siria, Bachar y nada más!”, coreaban los asistentes al funeral de los tres primeros muertos, según el holandés Sander van Hoorn, uno de los pocos periodistas extranjeros autorizados a trabajar en Damasco. En las exequias, que se celebraron en el monumento a los mártires del monte Qasiun, Van Hoorn no vio a nadie de la familia El Asad, empezando por el presidente.
Su ausencia no significa que esté haciendo las maletas para huir del país. El embajador ruso en Francia, Alexandre Orlov, declaró ante los micrófonos de Radio Francia Internacional que el presidente sirio “ha aceptado que se tiene que ir pero de manera civilizada”. Sus palabras suscitaron un sinfín de especulaciones sobre el exilio de El Asad a Rusia.
Rara vez el régimen sirio se apresuró tanto en desmentir una información. Un comunicado aseguró que las palabras de Orlov “carecían por completo de fundamento”. El Asad no se va, pero tampoco se deja ver.