Italia, en estado de alerta
Monti y el líder izquierdista aseguran que las instituciones deben prepararse ante las turbulencias de los mercados
Pablo Ordaz
Roma, El País
Italia, en estado de alerta. Esa es la única certeza. Todo lo demás son interrogantes. Después de reunirse con Mario Monti, el líder del centro izquierda, Pier Luigi Bersani, admitió: “Hemos reflexionado juntos. Todas las instituciones deben ponerse en estado de alerta ante las turbulencias de los mercados. Estamos en una situación muy muy preocupante”. El primer ministro tenía concertados después sendos encuentros con los representantes del centro y la derecha con idéntico objetivo. Además de contagiarles su preocupación, Monti pretendía saber hasta qué punto los principales partidos están dispuestos a mantener su apoyo al Gobierno técnico en unos momentos cada vez más difíciles.
La situación agónica de la economía española amenaza con llevarse por delante a Italia, donde, por si fuera poco, la coyuntura política es aún más inestable. Los partidos que sostienen al Gobierno tecnócrata se habían comprometido a sacar adelante una nueva ley electoral, pero agosto ya está aquí y el acuerdo no llega. “No aceptaremos”, advierte Bersani, “que la próxima semana el Senado se vaya de vacaciones. Necesitamos una ley electoral”. El líder del Partido Democrático (PD) acusa a la formación de Silvio Berlusconi —el Pueblo de la Libertad (PDL)— de entorpecer la elaboración de la ley con continuos cambios de parecer. El problema, o uno de los problemas, es que desde hace dos semanas ni Monti ni Bersani ni nadie en Italia sabe qué pretende exactamente el PDL. Su actual secretario general, Angelino Alfano, ha sido puesto en ridículo por Berlusconi al anunciar —aunque no de forma directa ni oficialmente— que tal vez se presente por sexta vez a las elecciones.
El resto del cuadro no puede ser más preocupante. Por un lado, la calle se va calentando poco a poco. El lunes se manifestaron los alcaldes de los municipios que, según los nuevos ajustes de Monti, desaparecerán del mapa de Italia para ahorrar gastos. Un tijeretazo que, aunque discutido, llega demasiado tarde si se tiene en consideración la advertencia del vicepresidente de la Asociación de Municipios Italianos y alcalde de Pavía, Alessandro Cattaneo: “Hay municipios, incluidas algunas capitales, que están comenzando a tener problemas de caja. Se puede dar el caso de que ya en agosto no pudieran pagar los salarios de sus propios empleados”. No solo los municipios están pasándolas canutas. El primer ministro Monti arrancó el lunes del gobernador de Sicilia, Raffaele Lombardo, su compromiso de dimitir el 31 de julio y convocar elecciones. De fondo, la situación de ruina económica —ocultada por un velo de extrañas operaciones financieras— en que se encuentra la región.
Por otro lado, los fiscales italianos siguen haciendo la verdadera labor de oposición. No hay día que no se produzca una noticia que vuelva a poner sobre la mesa que los cimientos de la política italiana están podridos de corrupción. Desde los asuntos de Berlusconi con sus íntimos amigos condenados por conexiones con la Mafia al gobernador de Lombardia, el muy católico Roberto Formigoni, quien tras resistir mucho no tendrá más remedio que explicarse ante la justicia por recibir regalos multimillonarios de empresarios y por evadir dinero a Suiza.
Pablo Ordaz
Roma, El País
Italia, en estado de alerta. Esa es la única certeza. Todo lo demás son interrogantes. Después de reunirse con Mario Monti, el líder del centro izquierda, Pier Luigi Bersani, admitió: “Hemos reflexionado juntos. Todas las instituciones deben ponerse en estado de alerta ante las turbulencias de los mercados. Estamos en una situación muy muy preocupante”. El primer ministro tenía concertados después sendos encuentros con los representantes del centro y la derecha con idéntico objetivo. Además de contagiarles su preocupación, Monti pretendía saber hasta qué punto los principales partidos están dispuestos a mantener su apoyo al Gobierno técnico en unos momentos cada vez más difíciles.
La situación agónica de la economía española amenaza con llevarse por delante a Italia, donde, por si fuera poco, la coyuntura política es aún más inestable. Los partidos que sostienen al Gobierno tecnócrata se habían comprometido a sacar adelante una nueva ley electoral, pero agosto ya está aquí y el acuerdo no llega. “No aceptaremos”, advierte Bersani, “que la próxima semana el Senado se vaya de vacaciones. Necesitamos una ley electoral”. El líder del Partido Democrático (PD) acusa a la formación de Silvio Berlusconi —el Pueblo de la Libertad (PDL)— de entorpecer la elaboración de la ley con continuos cambios de parecer. El problema, o uno de los problemas, es que desde hace dos semanas ni Monti ni Bersani ni nadie en Italia sabe qué pretende exactamente el PDL. Su actual secretario general, Angelino Alfano, ha sido puesto en ridículo por Berlusconi al anunciar —aunque no de forma directa ni oficialmente— que tal vez se presente por sexta vez a las elecciones.
El resto del cuadro no puede ser más preocupante. Por un lado, la calle se va calentando poco a poco. El lunes se manifestaron los alcaldes de los municipios que, según los nuevos ajustes de Monti, desaparecerán del mapa de Italia para ahorrar gastos. Un tijeretazo que, aunque discutido, llega demasiado tarde si se tiene en consideración la advertencia del vicepresidente de la Asociación de Municipios Italianos y alcalde de Pavía, Alessandro Cattaneo: “Hay municipios, incluidas algunas capitales, que están comenzando a tener problemas de caja. Se puede dar el caso de que ya en agosto no pudieran pagar los salarios de sus propios empleados”. No solo los municipios están pasándolas canutas. El primer ministro Monti arrancó el lunes del gobernador de Sicilia, Raffaele Lombardo, su compromiso de dimitir el 31 de julio y convocar elecciones. De fondo, la situación de ruina económica —ocultada por un velo de extrañas operaciones financieras— en que se encuentra la región.
Por otro lado, los fiscales italianos siguen haciendo la verdadera labor de oposición. No hay día que no se produzca una noticia que vuelva a poner sobre la mesa que los cimientos de la política italiana están podridos de corrupción. Desde los asuntos de Berlusconi con sus íntimos amigos condenados por conexiones con la Mafia al gobernador de Lombardia, el muy católico Roberto Formigoni, quien tras resistir mucho no tendrá más remedio que explicarse ante la justicia por recibir regalos multimillonarios de empresarios y por evadir dinero a Suiza.