Hollande se vuelca en la “moralización” de la vida política
“El plan de Peugeot es inaceptable y será renegociado”, advierte el presidente francés
Miguel Mora
París, El País
El poder no parece haber cambiado a François Hollande. Son ya dos meses en el Elíseo y mantiene la misma calma aparente y el mismo discurso de izquierdas con los que ganó las presidenciales. El sábado se dio un baño de masas (por primera vez, sin lluvia) en los Campos Elíseos tras presidir su primer desfile militar del 14 de julio (aniversario de la toma de la Bastilla en 1789), y en una entrevista televisada confirmó que su política económica será —de momento— distinta de la que está arrasando los Estados del Bienestar europeos. Hollande afirmó que no acepta el plan anunciado por Peugeot para cerrar una fábrica y suprimir 6.500 empleos, reiteró que los más ricos aportarán más al equilibrio de las cuentas públicas, y anunció que el ex primer ministro Lionel Jospin presidirá una comisión para “moralizar la vida política”.
Preguntado por el conflicto laboral en PSA Peugeot Citröen, Hollande señaló: “Ha sido un choque, un anuncio brutal para los trabajadores, las ciudades y las empresas cercanas que viven del sector. Pero el Estado no dejará que suceda. Es un plan inaceptable y será renegociado”.
Hollande acusó a los dueños de Peugeot de haber retrasado el plan de reestructuración con la excusa de no interferir en la campaña electoral y rechazó que el mayor problema sean los costes laborales, como afirma. “Hay además una estrategia, un mercado y unos accionistas que se han repartido unos dividendos en vez de reinvertirlos”, apuntó. ¿La solución? “Que un experto independiente examine la empresa, concertar una salida, elaborar un plan estratégico para la industria del automóvil e incentivar la compra de productos franceses en Francia”.
El presidente repasó sus primeras ocho semanas de trabajo y dijo que las había pasado “absorbido por las citas internacionales, defendiendo los intereses de Francia y respetando las promesas de la campaña”. Su visión es que “no hay diferencias entre la política internacional y la doméstica”; los pilares, dentro y fuera, siguen siendo “crecimiento, justicia y empleo”.
Hollande da la impresión de afrontar la crisis con parsimonia y temple, sin dejarse arrastrar por el manual ultraliberal que dicta Bruselas, guiándose por el diálogo social y el sentido común. Sin más dogmas que la justicia social y la transparencia. El sábado rehuyó hablar de austeridad y recortes, y acuñó la expresión “esfuerzo justo”. “Tenemos una deuda del 90% del PIB, un paro del 10% y un déficit del comercio exterior de 70.000 millones de euros”, explicó. “Debemos hacer un pacto productivo para mejorar la competitividad, estudiando bien los costes de trabajo. Pondremos todos nuestros recursos en juego, con imaginación e inteligencia. Y haremos una gran reforma fiscal para que los más ricos aporten más, a diferencia de lo que pasaba con el anterior Gobierno”, machacó.
El jefe del Estado rechaza las críticas que afirman que no piensa lo suficiente en la competitividad. “La derecha estuvo en el poder diez años y no lo arregló. Al final subió el IVA, pero nosotros hemos preferido suprimirlo porque habríamos quitado 11.000 millones de euros a los ciudadanos”.
Hollande dedicó poco tiempo a la situación internacional. Sobre la situación en Malí, fue tajante y marcó otra ruptura con Nicolas Sarkozy: “Ayudaremos, pero el Ejército francés no será la policía de África. Tienen que ser los africanos quienes se organicen, el Gobierno debe asumir su responsabilidad con la Unión Africana y la ONU”.
La vida privada quedó para el final. Sobre el polémico tuit de su novia, Valérie Trierweiler, y el rol de la primera dama, Hollande afirmó que “no es fácil asumir ese papel” y apoyó que su compañera siga trabajando como periodista. “Los asuntos privados se arreglan en privado. Los franceses quieren las cosas claras y que el líder que han elegido dirija el Estado sin interferencias. Así será. Valérie seguirá trabajando, y cuando el protocolo lo exija estará a mi lado”.
Miguel Mora
París, El País
El poder no parece haber cambiado a François Hollande. Son ya dos meses en el Elíseo y mantiene la misma calma aparente y el mismo discurso de izquierdas con los que ganó las presidenciales. El sábado se dio un baño de masas (por primera vez, sin lluvia) en los Campos Elíseos tras presidir su primer desfile militar del 14 de julio (aniversario de la toma de la Bastilla en 1789), y en una entrevista televisada confirmó que su política económica será —de momento— distinta de la que está arrasando los Estados del Bienestar europeos. Hollande afirmó que no acepta el plan anunciado por Peugeot para cerrar una fábrica y suprimir 6.500 empleos, reiteró que los más ricos aportarán más al equilibrio de las cuentas públicas, y anunció que el ex primer ministro Lionel Jospin presidirá una comisión para “moralizar la vida política”.
Preguntado por el conflicto laboral en PSA Peugeot Citröen, Hollande señaló: “Ha sido un choque, un anuncio brutal para los trabajadores, las ciudades y las empresas cercanas que viven del sector. Pero el Estado no dejará que suceda. Es un plan inaceptable y será renegociado”.
Hollande acusó a los dueños de Peugeot de haber retrasado el plan de reestructuración con la excusa de no interferir en la campaña electoral y rechazó que el mayor problema sean los costes laborales, como afirma. “Hay además una estrategia, un mercado y unos accionistas que se han repartido unos dividendos en vez de reinvertirlos”, apuntó. ¿La solución? “Que un experto independiente examine la empresa, concertar una salida, elaborar un plan estratégico para la industria del automóvil e incentivar la compra de productos franceses en Francia”.
El presidente repasó sus primeras ocho semanas de trabajo y dijo que las había pasado “absorbido por las citas internacionales, defendiendo los intereses de Francia y respetando las promesas de la campaña”. Su visión es que “no hay diferencias entre la política internacional y la doméstica”; los pilares, dentro y fuera, siguen siendo “crecimiento, justicia y empleo”.
Hollande da la impresión de afrontar la crisis con parsimonia y temple, sin dejarse arrastrar por el manual ultraliberal que dicta Bruselas, guiándose por el diálogo social y el sentido común. Sin más dogmas que la justicia social y la transparencia. El sábado rehuyó hablar de austeridad y recortes, y acuñó la expresión “esfuerzo justo”. “Tenemos una deuda del 90% del PIB, un paro del 10% y un déficit del comercio exterior de 70.000 millones de euros”, explicó. “Debemos hacer un pacto productivo para mejorar la competitividad, estudiando bien los costes de trabajo. Pondremos todos nuestros recursos en juego, con imaginación e inteligencia. Y haremos una gran reforma fiscal para que los más ricos aporten más, a diferencia de lo que pasaba con el anterior Gobierno”, machacó.
El jefe del Estado rechaza las críticas que afirman que no piensa lo suficiente en la competitividad. “La derecha estuvo en el poder diez años y no lo arregló. Al final subió el IVA, pero nosotros hemos preferido suprimirlo porque habríamos quitado 11.000 millones de euros a los ciudadanos”.
Hollande dedicó poco tiempo a la situación internacional. Sobre la situación en Malí, fue tajante y marcó otra ruptura con Nicolas Sarkozy: “Ayudaremos, pero el Ejército francés no será la policía de África. Tienen que ser los africanos quienes se organicen, el Gobierno debe asumir su responsabilidad con la Unión Africana y la ONU”.
La vida privada quedó para el final. Sobre el polémico tuit de su novia, Valérie Trierweiler, y el rol de la primera dama, Hollande afirmó que “no es fácil asumir ese papel” y apoyó que su compañera siga trabajando como periodista. “Los asuntos privados se arreglan en privado. Los franceses quieren las cosas claras y que el líder que han elegido dirija el Estado sin interferencias. Así será. Valérie seguirá trabajando, y cuando el protocolo lo exija estará a mi lado”.